Arma secreta

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— Estás en 125 -murmuro asustado Aaron al ver mi presión en la pantalla digital del medidor.
Puso una mano sobre mi frente y sentí como un escalofrío recorría mi cuerpo como una especia de descarga eléctrica.

— El medicamento debió de ayudarte a que se controlará -añadio con el entre cejo arrugado.

— O la tenía más alta -bufe molesta, acomodando mi cuerpo en el sofá.

— Ponte recta -me pidió, sacando de una bolsa blanca pequeña un frasco de cristal y una inyección.

— Crei que ya no lo necesitaba -ironice al notar como limpiaba mi brazo y me comenzaba a inyectar. Cerré la boca con fuerza al sentir como la aguja tras pasaba mi piel hasta llegar a mi vena. Había olvidado el dolor que esté medicamento me daba.

— Creíste mal -contesto Aaron — ¿Tienes de todos los medicamentos menos del que te salva la vida?

— Tengo medicamentos que uso con frecuencia

— Deberías tener de todos, nunca sabes lo que puede pasar -añadio con amargura. Sacando la aguja de mi brazo y limpiando mi herida con una gasa limpia.

— Si, papá -bufe con burla y recibiendo una mirada amenazante de su parte.

— Lo digo en serio, Alice, si no te hubiera marcado para saber cómo estabas, ahora ya estarías muerta.

No reproche. Tenía razón. Mi única opción era él o ir a urgencias y eso consistía en tomar mi teléfono y marcar su número, pero el mareo no me dejaría hacerlo.
Aaron dejo a un lado la jeringa que uso, sacando de la bolsa blanca cinco frascos más y un paquete de unas 20 jeringas más nuevas en la mesa.

— ¿Sabes que es lo que te alteró? -pregunto mirándose el reloj de marca que colgaba en su muñeca izquierda.

¿Qué me habia alterado? Quizás el hecho de saber que mi hermano Ronald me mintió con que él había apenas llegado y ahora se enfocaba en seguir buscando a su ex. O que no podía soportar la idea de que esos dos terminarán juntos.

— No lo sé -menti. Cómo siempre lo hacía cuando no quería decir lo que ellos querían. Mentí con descaro a mi hermano mayor.

Aaron apretó sus labios en una final línea, sus ojos observaban cada parte de mi rostro y con una de sus manos acaricio mi mejilla.

— Si no te conociera bien, diría que me mientes -añadio con algo de decepción en su voz.

Si, creo que olvidaste ese pequeño detalle
Cállate

— Salí de fiesta hace unos días, quizás sea eso -añadi cansada. — Y los horarios que tengo me comienzan a afectar

— Tienes que cuidarte más -añadio con voz gruesa. Tomando la bolsa de plástico blanca con la jeringa y algodón usados para tirarlos en el cesto.

— Gracias, no había pensado en eso ¿eh? -ironice ante su comentario. Le daba la espalda, pero estaba segura que me lanzaba una mirada asesina, algo que me hizo sonreír.

— En unos 15 minutos debe de hacer efecto el medicamento -dijo desde la cocina, escuchando como abría el refrigerador para sacar algo.

El sabor a medicamento no tardó en aparecer en mi boca, era extraño. No lo havia tomado pero tenía su amargo sabor en mi lengua y paladar, en otros casos diría que lo odio pero en este en específico no, este bendito medicamento era lo que me mantenía viva y aunque odiaba depender de medicamentos para seguir adelante, tenía que acostumbrarme a esto. Lamentablemente.

— ¿Que tomaste en aquella fiesta? -Pregunto dejando enfrente de mi un vaso con jugo de manzana y una barra de chocolate que tenía en el congelador.

— Nada que no tuviera tanta glucosa y azúcar -conteste, tomando el jugo para beber de este.

No te enamores. Solo tu puedes romper mi corazón. [Secuela de DNAC]Where stories live. Discover now