3. ¿Le tenés miedo?

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En un tris tras llega el lunes. Leonel recibe un mensaje de Lautaro en el desayuno, que le dice que ya puede ir a buscar el auto cuando quiera. 

—Kun, andá vos. 

Él se atraganta con el matecocido.

—¡Por qué yo?

—Porque no puedo ir yo.

—¡Pero vamos mañana! —insiste. 

—No, andá hoy así ya lo tenés para ir al laburo mañana, ¿entendés?

—¡Sí, pero...! Uh, pero encima el tipo ese...

—¿Qué tiene? ¿Te da miedo? —casi se burla, mirándolo de reojo.

Kun se paraliza por un instante. Baja la vista, agarra la taza.

—¡No! No... No me da miedo —tartamudea—. Pero...

—Bueno, entonces andá —su tono es terminante.

Silencio. Kun suspira, resignado.

—Ok. ¿Cuánto es? Así le llevo la plata. 

—No, no. Yo te doy, tomá.

 Saca su billetera y le encaja un fajo de billetes que Kun toma con un sentimiento de culpa. Sabe que es inútil insistir en pagar él mismo.

Sale para la mecánica un rato más tarde. Sólo tiene que darle la plata y listo. Darle la plata, gracias, chau. No importa. Igual siente ese nudo en la garganta, esa tensión que lo hace caminar como si tuviera un palo en el culo.

"¿Te da miedo?", se acuerda.

Se le estruja el estómago. La mirada desconfiada de su viejo, su tono raro. Como de duda. ¿Duda de qué? ¿Por qué? La garganta se le cierra un poco. La idea de que va a tener que hablarle le provoca una electricidad incómoda en el estómago. La misma que sintió cuando le llevaron el auto. La mismo de cuando le tocó la mano y cuando lo atajó en la calle.

Es como una atracción.

Se estremece, sacude la cabeza. ¡No, no, no, no! Ni pensar en eso; nada que ver.






Antes de darse cuenta llega a la mecánica y se topa con Lautaro.

—¡Ah, viniste vos! —dice. Se le dibuja una sonrisa, como si fuera una sorpresa agradable.

El corazón se le inquieta. Se rasca la nuca y mira a un costado, tratando de verse indiferente.

—Sí, es que mi viejo no podía, así que me mandó a mí.

𝐄𝐋 𝐎𝐑𝐆𝐔𝐋𝐋𝐎 𝐃𝐄 𝐌𝐈 𝐕𝐈𝐄𝐉𝐎Where stories live. Discover now