Prólogo.

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0. Un hombre en un parque a medianoche.

30 de septiembre de 1992.

31 días antes del incidente.

Llevaba tres meses mintiéndole a su hermano.

Jungkook había dejado de asistir a la academia donde recibía un refuerzo escolar y donde debería estar aprendiendo la lengua inglesa hacía ya tres meses por impago. Por supuesto, Seokjin no sabía sobre eso; le daba puntualmente el dinero exacto para que le pagara al tutor todos los meses, pero los chicos que se metían con él le habían obligado a que les diera ese dinero a cambio de dejar de golpearlo en el instituto.

Jungkook estaba harto de ser utilizado como saco de boxeo; de que todo el mundo supiera que era molestado constantemente pero que nadie hiciera nada al respecto, y como no quería que Seokjin se llevara un mal rato asistiendo al colegio y denunciando los ataques xenófobos que sufría, Jungkook decidió dejar de asistir a la academia voluntariamente y dejarse robar por sus acosadores.

No obstante, después de tanta ingenuidad y momento de efímero alivio, los ataques volvieron. Decidieron meterse con él, no solamente porque era coreano (o chino o japonés como los demás suponían) sino porque era pobre y su hermano trabajaba como camarero en un sitio de mala muerte, limpiaba hogares, cuidaba ancianos y recogía la basura de la calle los fines de semana.

Por lo tanto, después de haber recibido la paliza de su vida aquella noche, regresó a casa muy tarde... o al menos fue lo que quiso hacer, pero se detuvo en medio del parque que cruzaba todos los días, unos metros antes de llegar a su departamento. Su cuerpo le había traicionado, había confabulado con sus pensamientos y sentimientos negativos en su contra; por mucho que quiso obligarse a seguir andando, no pudo hacerlo y lloró.

Era de noche, faltaban unos cuantos minutos para que fuera medianoche, pero Jungkook no quería llegar a casa. Tenía miedo y vergüenza de que Seokjin viera su rostro maltratado y le hiciera preguntas. Temía que se preocupara por él y que hiciera el innecesario acto de salvarlo como hermano.

Pero el cuerpo le dolía. Le habían empujado, pateado en las costillas y en la espalda; le habían dado unos cuantos puñetazos en la cara que le dejaron el labio hinchado y un ojo morado. De verdad quería desaparecer; quería cerrar los ojos y olvidar su dolor, quería estar muerto.

Al sentarse en un banco, pudo sollozar a gusto. No había nadie a su alrededor. Londres no era una ciudad muy concurrida, mucho menos lo era el barrio donde vivía. Se cubrió el rostro y lloró. No sabía muy bien por qué lloraba; por qué se sentía de esa manera, pero intuía que se trataba de un cúmulo de cosas; de desastres sin resolver, de traumas, de sentimientos reprimidos y sueños rotos.

A Jungkook no le gustaba llorar, le costaba desahogarse. Alguien que apreciaba podría estar muriéndose delante de él, pero no lloraría, aunque eso no significa que no sintiera dolor ni tristeza, de hecho, era bastante empático, pero las consecuencias de reprimir su dolor se manifestaban de esa forma. Por eso, cada vez que explotaba, lloraba y después volvía a llenar el cofre hasta que ya no pudiera más de nuevo. Aquella noche, según creía, no sería distinta.

Pero lo fue.

— ¿Por qué estás tan herido? ¿Necesitas ayuda? — le dijo alguien.

Aquella voz de grave entonación y textura rasposa le sacó de sus pensamientos. Rápidamente observó al joven que estaba sentado a su lado y se asustó. Por supuesto, no pegó el grito al cielo, pero sí le vio como si hubiera visto a un fantasma.

— ¿Quién es... usted? — fue lo único que pudo pronunciar.

El joven que tenía a su lado sonrió, pero su sonrisa no le resultó tranquilizadora, sino intrigante. Y mientras más lo miraba, más se daba cuenta de que ni siquiera podía descifrar su edad; parecía demasiado joven para ser un adulto, pero demasiado mayor para tratarse de un adolescente. Aunque, ciertamente, era atractivo, pero Jungkook no se fijó en ese detalle.

Cuéntaselo al Diablo (jikook)Where stories live. Discover now