Cliché dos: chico malo responde todo bien en clase y humilla al profesor

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Decido que no tengo por qué dejarme impactar por la presencia de ese chico en mi clase. Después de todo, ¿qué chances hay de que interactuemos?

Está claro por su aspecto que pertenecemos a mundos completamente diferentes. Él tiene un porte rudo, es tremendamente atractivo y por el modo en que observa al profesor sin tomar un solo apunte de la clase, debe ser de esos rebeldes que detestan a los sabelotodo aburridos como yo. Sumando a todo esto el modo en que nos conocimos, está más que claro que será otro compañero con el que no hablaré jamás.

Mejor así, me digo. Me había dicho que no quería saber nada de él cuando era un extraño en la calle, mucho menos quiero saber algo de él ahora que es parte de mi salón. Ya sé cómo terminará esto: se hará amigo del grupito popular que siempre fastidia a todos en el corredor, o se unirá a los marginados que destrozan parte del inmobiliario todas las semanas y se creen especiales o rebeldes por eso.

Solo pensarlo logra que el chico me desagrade, así que, cuando nuestros ojos vuelven a encontrarse, repito el gesto que le dediqué antes: levantó el mentón y volteó la cabeza con dramatismo.

La profesora llama al silencio y retoma la clase como es habitual, pero un entusiasmo general prevalece entre mis compañeros. El nuevo los tiene intrigados y, debo admitir, a mí también, solo porque es inevitable sentir curiosidad por lo novedoso; ni bien el tal Alexander se incorpore a nuestra rutina, dejará de resultar llamativo. No me cabe duda.

—Entonces, señor Alexander —dice de pronto la profesora—. Ya que acaba de llegar, ¿por qué no ponemos a prueba sus conocimientos? Veamos qué tanto aprendió en su anterior escuela.

Es obvio que lo hace adrede, quizá irritada por el revuelo que el nuevo estudiante provocó, o tal vez simplemente por la satisfacción de tener una nueva víctima. Cualquiera sea el caso, la mujer realiza una seguidilla de ecuaciones a las que Alexander debe responder con prisa. Es bastante injusto y cruel por parte de la profesora, aun así, el chico responde sin dudar un segundo. La profesora formula más ecuaciones y, conforme Alexander las responde correctamente, más se agrava el ceño de la mujer y aumenta la admiración en el resto de nosotros. De hecho, no puedo cerrar la boca, sorprendida con la agilidad mental que aquel atractivo muchacho exhibe.

Es tan... asombroso y, debo decirlo, sensual. Me ruborizo ante mis pensamientos.

«Basta, Elena. Contrólate», me digo.

La campana suena en ese momento, interrumpiendo la clase con su ensordecedor chillido. La profesora cierra el libro de apuntes con fuerza para evidenciar su fastidio. Agacho la cabeza para que no vea mi sonrisa. El que un alumno por fin haya logrado derrotarla en su perverso jueguito provoca una satisfacción inmensa, incluso si se trata de un chico al que jamás dirigiré la palabra. Me provoca un placer enorme que, por primera vez, no haya podido humillar a nadie.

La historia más tonta de WattpadWhere stories live. Discover now