Acto 1.4

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— Oye, Luz. ­­— Paolo me sacó de mis pensamientos conmigo misma después de un buen tramo de paseo disociando.

— Dime.

— ¿Qué pasó?

­— ¿Qué?

— Me da la sensación de que lo tuyo con esa chica es más grande que todo lo que pasó en vuestra infancia, eso que hizo hace tres años te dejó tocada. Tuvo que ser fuerte.

— Para mí lo fue. — Dije tajante deseando de que insistiera un poco más para contarle todo y desahogarme.

— ¿No me lo vas a contar? — Preguntó con su sonrisa encantadora justo en el parque que había antes de llegar a mi casa.

— Vamos a sentarnos en un banco.

— Uy, es una larga historia, parece.

— Sí. — Suspiré. — A ver... ya sabes que te he contado mil veces que mi relación con la interpretación ha pasado por muchas bajadas y subidas en cuanto a motivación.

— Ajam, sí.

— Pues digamos que Ainhoa fue la culpable de que mi última subida fuese eso, la última.

— Madre mía, empieza a contar con detalles porque cada vez estoy más intrigado.

— En el verano de hace tres años, vino a Llerena y, bueno, a toda la comarca en realidad, una productora de cine de Manhattan super tocha. Uno de los directivos es medio español y decidió venir a ver las obras de teatro del festival de todas las sedes para elegir una actriz para una película.

— ¿Querían exclusivamente que fuera española la actriz?

— Sí, bueno, eso era algo realmente raro que nunca entendí, pero sí, venían diciendo que buscaban una actriz de aquí.

— ¿Y la buscaron en el teatro?

— Sí, Paolo, yo que sé... — Me puso nerviosa con tanta pregunta.

— Un poco raro ¿no?

— Puede ser, no lo había pensado. El caso... ¿puedo seguir? — Asintió mientras reía al verme tan exaltada. — Nuestra obra era a finales de Julio y nosotros ya sabíamos que iban a estar viéndonos porque se alojaban aquí en el pueblo, en el hotel del centro. Entonces yo lo di todo, Paolo, todo. Puse todo el corazón en ese escenario y me dejé la piel casi literalmente. Sin duda fue mi mejor actuación en el teatro de toda mi vida.

— ¿Y?

— Y ese chico vino al camerino esa noche a buscarme expresamente para invitarme a tomar algo tranquilamente en el pueblo.

— Ala, la típica del productor baboso ¿no?

— No, Paolo. Eso pensaba yo, que sería un baboso y que a lo mejor solo si me acostaba con él conseguiría ese papel, pero ¿sabes qué? era la persona más maravillosa que yo he conocido. Un chico super sencillo, atento, que me escuchaba con un interés de verdad ¿sabes?

— A ver si me voy a poner celoso...

— Pues mira, Paolo, estarías en todo tu derecho porque creo que jamás me enamoré de nadie como lo hice de él. Es una realidad que deberías saber y ya va siendo hora.

— Vaya... igual no tenía que haberte preguntado. — Rio incómodo. — Pero bueno, continua.

— El caso es que salimos varias veces durante dos semanas y fue precioso. Tardamos diez días en darnos un beso porque nos daba miedo estropearlo, pero al final me lancé yo y fue la mejor decisión y a la vez la peor que tomé nunca. Aunque tampoco me arrepiento porque ahora al menos tengo ese recuerdo. — Volví a suspirar intentando aguantar las lágrimas. — Fueron las dos semanas más bonitas de mi vida.

Templo. Luznhoa. Where stories live. Discover now