Acto 1.5

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Porque se te da genial hacer daño.

Aquella frase consiguió exprimir todas las lágrimas que tenía guardadas.

Que alguien pensara algo así de mí me destrozó, a pesar de saber que su falta de información es la que la había llevado hasta ahí.

No pegué ojo en toda la noche dándole vueltas a lo que tenía que contarle en la comida del día siguiente, que, desde luego, no era poco.

Llegué incluso a levantarme a por mi libreta y apuntar todo lo que se me ocurría para que no se me olvidara nada.

A eso de las siete y media de la mañana, aquella casa empezaba a funcionar, y, sobre todo, en época de preproducción de alguna obra.

Aparecí en el salón posiblemente con unas ojeras horribles y Javi me regaló la primera sonrisa del día. Se acercó a mí comprobando que nadie nos escuchaba y me habló bajito.

— Buenos días, mi niña. — Me besó en la mejilla. — ¿Cómo lo has conseguido?

— ¿El qué?

— Que Luz quiera hablar contigo y con nosotros.

— Ah, eso... — Agaché la cabeza por inercia. — Ayer tuvimos un encontronazo, Javi.

— ¿Y?

— Acabé enseñándole las cicatrices de la espalda.

— Ays

— Lo siento, no quería ser tan brusca, pero me estaba diciendo unas cosas que yo ya no podía más, de verdad.

— Tranquila, si te entiendo.

— Pero no le dije nada más. Me puse muy nerviosa y estuve a punto, pero me controlé. Quiero hacer las cosas bien.

— Pues nada, vamos a trabajar y ahora llamamos a Menchu para que venga y nos haga una comida rica. Ya verás que bien va a ir todo.

— Eres el mejor — Le susurré.

— Ya lo sé. — Dijo él de la misma forma.

Tenía un nudo en el estomago muy desagradable por estar de alguna forma reviviendo tantas cosas, pero también me sentía en paz en aquella casa. Javi, Silvia y John, me trataban como una más y me miraban con una confianza preciosa.

Ellos sin duda han sido esa familia que siempre soñé tener. Pero es cierto que mi prudencia y timidez me hizo alejarme de ellos cuando empecé a hacerme mayor porque me daba algo de reparo invadir tanto su intimidad.

Pero en esta ocasión me hacía mucha falta sentirme así, en casa. Y al pensamiento intrusivo continuo de estar molestando, le pisoteaba la necesidad de tener gente de confianza a mi alrededor.

Por eso también la situación con Luz no me dejaba disfrutar al cien por cien de mi nueva vida, y siendo algo tan fácil de solucionar, quería hacerlo cuanto antes para respirar un poco y dejar a un lado esa tensión.

Y precisamente gracias a ella ese desayuno fue de lo más cordial. Luz tenía esos ojillos tristes suyos brillándoles fuerte, pero esta vez parecía relajada, en paz. Ese ceño fruncido que la caracterizaba desde que llegué y su posición corporal tensa y a la defensiva, se relajaron por completo.

Estaba inmensamente divertida aquella mañana contando algunas anécdotas de su tía Marta intentando hacer una coreografía para los niños de la escuela de teatro del pueblo.

— Bueno, entonces ¿a qué hora se come hoy? no quiero llegar tarde. — Dijo mirándome bastante amable.

— Pues a las dos está bien ¿no? — Contestó Silvia esperando la aprobación de todos. — Luego se lo digo a Marta también.

Templo. Luznhoa. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora