#Capitulo 9: Nuestro secreto

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Camila

—¿Lauren? —al escuchar su nombre se detuvo alarmada. Ella claramente no quería ser vista—¿Dónde andabas? —me acerqué.

—¿Camila? —alumbró con su vela en mi dirección—¿Qué haces despierta?

—Yo pregunté primero.

Al estar más cerca de ella y de la luz me pude percatar que algo sostenía entre sus brazos. Parecía un pequeño bulto envuelto en un abrigo gris.

—¿Qué es eso?

—No es nada. Ya me debo ir a dormir —intentó pasar por mi lado hacia las escaleras pero bloquee su paso con mi cuerpo para impedir que escapara.

—¿Dónde andaba? —me crucé de brazos—¿Por qué estaba afuera a estas horas de la noche?

—Camila—suspiró con cansancio—¿Me promete que no dirá nada?

—Lauren...

—¿Por favor? —insistió.

—Está bien —asentí con resignación. Ella no me diría si no aceptaba su petición y yo moría de curiosidad de saber que hacía a fuera.

—Sostenga esto por favor —estiró la vela hacia mí la cual recibí. Con cuidado hizo a un lado la tela del abrigo gris dejando a la vista el pelaje rubio de la cachorra que habíamos dejado en la caja durante la tarde en el pueblo.

—¡Esta loca...

—No la podía dejar sola —la volvió a tapar con el abrigo—. Por favor no diga nada.

—Si mi Madre se entera...

—No se enterará —interrumpió colocando su mano en mi hombro—. La mantendré oculta —prometió.

—Lauren...

—Prométame que será nuestro secreto.

No era buena manteniendo secretos, menos cuando involucraban a mi Madre. Ella se enteraba de todo y si se llegaba a descubrir que Lauren tuvo la osadía de atreverse a traer a ese animal a casa sería capaz de echarla para siempre y eso no lo podía permitir.

—¿Sabe en el problema que nos metería si mi Madre se entera de que ese animal está aquí?

—¿Eso es un sí? —sonrió en la espera de mi respuesta.

—Sí —suspiré.

Sentí sus brazos a mi alrededor. Era un abrazo efusivo, el cual correspondí.

Solo esperaba no esquivocarme al confiar en ella.

Lauren

—!Basta! —gruñí entre dientes al ver como Bola de pelos volvía a morder una de mis pantuflas—. La vas a romper —me arrodillé frente a ella para poder arrebatarle mi pantufla de su pequeño hocico. A pesar de ser pequeña tenía mucha fuerza...o tal vez yo era la débil.

Ya eran las seis de la mañana y no había podido dormir muy bien porque a Bola de pelos se le había ocurrido la brillante idea de hacer pipí justo al lado de mi cama y eso había provocado que despertara en media noche con el olor inundando mis fosas nasales.

Con pereza, por una noche inquieta, me coloqué un vestido verde con estampado de flores y unas sandalias del mismo color pero a diferencia de cada mañana hoy no iría al establo, no podía dejar sola a bola de pelos y no quería arriesgarme a llevarla al exterior y que algún empleado nos viera, o peor aún que los Padres de Camila se dieran cuenta de que desobedecí sus órdenes.

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