#Capitulo 25: Discusión

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Camila

—Algo más que tenemos en común —contraatacó.

Su mirada penetrante se ancló a mis ojos y mi garganta quería gritar hasta desgarrarse. Aparté la mirada, no siendo capaz de mantenerla por más tiempo.

—Debemos volver.

—Es libre de ir si quiere.

—Usted también debe venir —la volví a mirar—. Mis Padres se enfadarán si no nos ven en la misa.

—¿Cree que me importa?

Su postura y su mirada desafiante me estaban comenzando a molestar.

—Es muy molesta cuando lo quiere, Lauren...

—Nada la obliga a permanecer a mi lado. Repito, es libre de ir si quiere.

—Quiero volver con Usted —recalqué cada palabra.

—Yo no quiero —imitó—. ¿Qué haremos al respecto entonces?

—Es insoportable —suspiré apartando la mirada.

—Entonces váyase —alzó la voz—. Vuelva a la misa y siga fingiendo que es la prometida más feliz del mundo. Siga haciendo ese papel frente a todo el pueblo, le queda muy bien Señorita.

—No me hable de esa forma —la interrumpí sin poder creer lo que había dicho—. No tiene ningún derecho a hablarme así...

—¡Entonces váyase!

Su rostro estaba contraído por la rabia, su cuerpo tenso y su respiración agitada me hacian saber lo enfadada que estaba. Jamás la habia visto así.

Sin decir una sola palabra me levanté de la banca y caminé hacia la salida, Indignada, sin poder controlar el enojo y la pena que sentía por la forma en que había sido tratada.

—Sabe qué Lauren —me voltee a mirarla desde el umbral de la puerta—, me acaba de hacer un gran favor. Gracias por recordarme el papel que debo seguir haciendo...estaba a punto de olvidarlo.

Lauren

Idiota...idiota....idiota....

Me maldecía internamente por lo ocurrido. Camila no tenía la culpa de mis celos, no era algo que pudiera cambiar de la noche a la mañana.

Había arruinado las cosas, mas de lo que ya estaban. Tenia mido de perderla y ahora era yo quien la alejaba de mi lado. Solo yo era la culpable esta vez.

—También es tu culpa —miré la cruz que colgaba frente a mí en la pared.

Maldiciéndome mentalmente me levanté de la banca y caminé nuevamente hacia el salón en donde se hacía la misa. Entré lo mas sigilosamente posible y me senté a un lado de Camila.

Podía sentir su lejania y todo mi cuerpo se tensó ante su indiferencia.

El señor de bata negra seguía dando su discurso pero ninguna de sus palabras eran escuchadas por mí. Mi mente estaba adormecida y mis oídos silenciados para todo aquel que no fuera Camila.

Camila...siempre Camila.

¿Alguna vez eso cambiaria?.Temía que no.

Mi atención fue captada por los rayos de sol que se filtraban por las ventanas de colores. Un arcoíris plasmado en el dorso de su mano.

Coloqué mi mano junto a la suya sobre la banca uniéndome a esa luz, que de alguna u otra forma nos delataba.

Apenas sintió mi cercanía soltó un suspiro, como si hubiese estado conteniendo su respiración durante mucho tiempo. Con sigilo acerqué mi rostro a su oído y susurré.

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