capitulo 3

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JULIET

ROBBIE ME BESA con fuerza tan pronto entra por la puerta. Percibo el sabor del cigarro y... ¿es eso un toque de perfume lo que lleva puesto?

Lo aparto disgustada.

—¡Tachán! —exclama mientras saca el ramillete de flores que escondía en la espalda.

Luce muy contento consigo mismo y complacido con los claveles marchitos que trae con él.

—¿Entonces me perdonas?—dice. Como si se tratase de algo fácil. Decido ignorarlo y cojo las flores.

—Deja que las ponga en agua.

—Cariño —dice mientras me sujeta del antebrazo.—Me vas a perdonar, ¿verdad?

Suspiro.

—Sí, Robbie. Te perdono.

La misma historia de siempre.

—¿Qué cocinas?

—Vegetales salteados.

—Hombre, detesto esas mierdas de vegetales.
—Aún quedan sobras de cerdo en el refrigerador, podría calentarlasle— digo a regañadientes.

—Esa es mi chica—dice, me da una palmada en el culo y se deja caer en el sofá a ver el canal deportivo.

Dejo escapar un suspiro. ¿Por cuánto tiempo seguiré aguantando esta mierda? Miro hacia la ventana y me desconecto mientras cocino.

Conocí a Robbie tres años atrás. Acababa de abandonar la universidad y era tan imprudente como para pensar que ir a un bar de motociclistas era una buena idea. Robbie era guapo y encantador, al igual que cualquier otro chico malo. El hecho de que se fijase en mí me hizo sentir halagada. Nos liamos y pensé que allí acabaría todo, pero continuó llamándome durante las próximas semanas y comenzó a pasarse por casa cada vez que visitaba la ciudad.

Ahora básicamente vivíamos juntos y no creía que esa situación cambiara. Puedo ver la floristería al otro lado de la calle. Así soy. Siempre sueño con lo que hay más allá del horizonte. Sueño sin hacer nada al respecto, sin escapar.

Visitar la floristería es el único placer que me permito. Voy todos los días a comprar una flor. En ese momento, rodeada de belleza, finjo ser alguien más; no soy la persona que está atrapada en esta ciudad sin salida, en esta relación y en esta vida.

Pretendo tener la posibilidad de ser quien desee ser en cualquier floristería en el mundo.
—¿Ya está lista la comida? —grita Robbie sin apartar los ojos del partido. Y tráeme una cerveza.

Cierro los ojos. Respiro profundo y exhalo igual de lento. Luego voy a buscarle la estúpida cerveza a Robbie.

LA VIDA SIGUE SIENDO COMO SIEMPRE hasta tres días después, cuando visito la floristería luego de una larga jornada de trabajo en la cafetería. Y entonces me quedo paralizada. En lugar de encontrar a mi amiga Latoya detrás del mostrador... lo veo a él. El mismo hombre que vi la otra vez.

Shak. El hermoso y musculoso dios hecho hombre. Está parado allí con una camiseta ceñida que apenas contiene sus músculos, recortando y arreglando flores.

—Te advertí que volvería a verte en algún lugar —dice mirándome de reojo
—.¿Vienes a menudo aquí?

—Todos los días. ¿Qué haces aquí? le digo sin pensarlo, y luego quiero abofetearme. Vaya forma de hacer una entrada triunfal. Me mira y se relame los labios con esa lengua diabólica. Demonios, ¿acaso sabe lo que eso provoca en una chica?

—Eh... lo que quise decir—tartamudeo
—Estoy acostumbrada a ver a Latoya aquí. ¿Está enferma o algo?

—Se encontraba bien la última vez que la vi. Le compré la tienda.

—¿Que hiciste qué?—le pregunto acercándome. Asiente y deja a un lado el ramo de flores con que estaba trabajado. Sus gigantes antebrazos se el acentúan con cada movimiento que hace. —¿En qué especie de flor estás interesada hoy?

No puedo evitar sonreír al escucharlo hablar. Lo hace de una manera tan formal y con un acento que no logro descifrar. Me derrito con los acentos. ¿Quién no?

Vaya que es muy atractivo, Dios mío. ¿Está mal olvidarme de Robbie, de mi vida y de toda la mierda por unos minutos? Me resulta sencillo fingir que me encuentro en París junto a este hermoso hombre interesado en hablar conmigo. Una pequeña conversación no le hace daño a nadie.

—Entonces... ¿Llevas mucho tiempo en el negocio de las flores?

Arruga la frente como si no entendiera de lo que hablo. Lo que digo se pierde en la traducción, su- pongo, así que lo intento nuevamente.

—¿Te gustan las flores? Mira alrededor de la tienda como si pensara en lo que iba a responder. —Cuando era pequeño, jugaba en campos de flores silvestres. Luego llegó un largo invierno que nos obligó a marcharnos y nunca pude regresar. No se molesta en ocultarlo. Puedo notar el dolor que le produce revivir este momento.

—Es uno de los últimos recuerdos que tengo de casa.

Vaya. Esto se fue por lo profundo muy rápido.

¿Cuándo fue la última vez que tuve una conversación real con alguien? Asiento, pues recuerdo haber escuchado sobre algunas tormentas implacables en Siberia. Quizás sea de allá.

—Las sequías han afectado fuertemente a California, pero sé que estamos mucho mejor que otras partes del mundo.

Obviamente lo sabe. En un impulso, me acerco y pongo una mano sobre la suya.
—Lo siento mucho. ¿Dónde creciste? —le pregunto.

Pero él no me responde, sino que se queda mirando nuestras manos. Cuando por fin me regresa la mirada, sus ojos se ven más dorados que cafés y rebosan de asombro. Mierda. Estoy dándole una impresión equivocada. Esto no es París y no estoy soltera. Me separo de él mientras me aclaro la garganta.

—Bueno, puede que todo eso haya terminado. Quizás no lo sepas, pero han logrado reforestar los desiertos con tecnologías novedosas. Puede que algún día vuelvas a ver las flores silvestres.

Todavía me mira fijamente a pesar de que retrocedí del mostrador.

—Quizás debamos dejar el pasado atrás para abrir camino a un hermoso futuro—dice—No podemos aferrarnos demasiado a lo que fue o nos perderemos de lo que podría llegar a ser.

El rostro perfecto de Mariah me pasa por la mente. Su mano inerte. Niego con la cabeza intentando disipar los recuerdos y las palabras de Shak.
—Aunque eso suene bien, el pasado es lo que nos ha traído hasta aquí. Y no podemos escapar de él a pesar de estar en el presente.

—Me llevaré un tulipán morado.

Eran los favoritos de Mariah. Saco la tarjeta de crédito de mi bolso para dársela a Shak. Sus dedos se detienen más de lo necesario al tomar la tarjeta. Yo la suelto y retiro la mano. Le lleva un momento, pero finalmente desliza la tarjeta y me la regresa junto con el tulipán.

—¿Volverás mañana? —pregunta mientras sus ojos buscan los míos.

Encojo los hombros, pero sé que lo haré. Vengo aquí todos los días.
—Espero que lo hagas. Prometo no contar historias que te hagan sentir triste mañana.

-No estoy... —Niego con la cabeza de inmediato, pero luego me detengo. No sé quién es este extraño y hermoso hombre, pero de algún modo me ha visto con mayor claridad que la mayoría de mis amigos. Me llevo el tulipán al pecho.

—Hasta mañana entonces.

Mi Obsesion extraterrestre +21. (Extraterrestres Darci 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora