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Darius guardó silencio, Riven miró a fuera.

—Desde que llegaste, me complicas todo.

—Por favor, salga de aquí— la voz de Darius fue amortiguada por las mantas. Ella sintió que la cama se hundía, Riven se había acostado a su lado o se había sentado.

Darius fue despojada de la protección de las cobijas. Él se había subido a la cama y le había quitado con el lo que se cubria. Darius se sintió desprotegida sin las mantas y vestida con un pijama de pantalón y camisa azul—. ¿Pero que...

—Te lo advertí, pero se ve que quieres probar mis límites— la tomó del brazo y la levantó a la fuerza.

La metió al baño mientras ella a tirones intentaba que la dejara, él abrió el grifo y le tiró un vaso de agua fría. Muy fría.
Darius gritó, las doncellas llegaron a la puerta del baño, se encontraron a la princesa con el pijama mojado, con ojeras marcadas y el pelo algo enmarañado y trenzado. Y a un rey muy enojado.

—Ahora, te das un baño caliente. Te arreglas y vas a ir a almorzar. Y ve vestida para montar.

—No quiero.

—No te pregunte.

—Y yo no te pedí permiso. Te estoy diciendo  que no quiero. ¡Que no tengo ganas de hacer nada¡ ¡Déjame en paz de una maldita vez!— Riven se quedó helado, Darius lo empujó fuera del baño—. ¡Traigan algo de ropa seca!— ordenó de malas a las doncellas que estaban igual que el rey.

¿Que mierda había pasado? Riven aún no entendía...

—¿Que fue eso?— ambas doncellas se miraron—. ¡Respondan!

—La princesa... Bueno... Ella.... No, bueno, es que...

—¡Habla de una vez!— Riven vió como la doncella se volvía roja —. Ya. No digas nada.

—Lo de las migrañas no era mentira, alteza. Estuvo vomitando toda la noche ayer— Riven se pasó la mano por la cara, frustrado.

—Quiero que  la preparen  para montar, o para salir. No va a a estar encerrada todo el día de hoy y  durante tres días más por esto.

—No es solo por esto. Es más bien por la carta de la señorita Velía— la doncella del castillo de Maxtrym señaló la carta que él también había leído, pero que no diría que lo había hecho... lógicamente—. Le afectó mucho.

Riven salió, recordándoles que tenia  media hora para cumplir con su orden. Darius apareció media hora después en su comedor favorito, vestida con un pantalón blanco ajustado. Botas y chaqueta celeste.

—Creo haber dejado en claro que no quería salir— se quejó ella.

—Y yo si recuerdo muy bien, que te dije que había una forma de hacer las cosas aquí.

—Si. Solo su forma de hacer— lo trataba nuevamente de usted.

—Sientate, come y luego saldremos— Riven se sirvió una porción generosa de pavo.

Darius prefirió seguir sin mover un dedo, Riven se levantó y le puso su plato delante.

—Come— ella lo miró, por primera vez, Riven veía algo más que sumisión en su mirada—. Ahora.

—No me gusta el pavo— Riven se levantó, sacó un plato de la mesa llena de comida y la puso delante de ella, está vez le puso un salmon—. Soy alérgica al pescado — era mentira, ella adoraba el pescado, y le gustaba el pavo pero no quería  comer. No tenía ganas....

—Entonces, te levantas y te sirves algo tu misma. Porqué de comer, comes.

Darius sonrió, una sonrisa falsa y llena de cinismo. Sacó  un durazno de la mesa con fruta.

La última Princesa Where stories live. Discover now