CAPITULO 4: Contrapartes

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Los muchachos estaban hartos de escuchar hablar a este tal Hypno y su compañero Warren.

Donatello tenía la teoría de que tenían un complejo de narcisismo y ego inflado. En cambio Raphael llegó a la conclusión de que eran idiotas.

-Muy bien chicos, quiero suponer que tienen un plan para andar en la ciudad...- Cuestionó Leonardo cuando los otros dos mencionaron que tenían que adentrarse a uno de los más lujosos hoteles para hablar con la jefa.

-Clarooo ¿Quiénes creen que somos?

Los chicos ya se encontraron en la ciudad sin saber qué rumbo tomar. O sea, tejados o alcantarillas. Por que aun, para ellos, es como un delito el que salgan en público y que el mundo los vea. El Krang dejó unas malas cicatrices en la gente.

-Ennntoncesss, ¿Tomaremos los tejados?- Warren e hypno se voltearon a ver y negaron en respuesta a la tortuga de azul.

-¿Alcantarillas?- Nuevamente lo mismo para la tortuga de morado. -¿No estaría pensando que iremos caminando en medio de la gente?

-¿Por qué no?- Respondió Warren.

-Porque somos mutantes, si es que no te has visto en un espejo- Insultó Raphael.

- Ah es sobre eso... Eso es fácil, solo tenemos que decir que es parte del disfraz, se tomarán tal vez un par de fotos y les darán unos cuantos dólares.- La falta de preocupación por esta situación confundió a las tortugas. - Así nos hemos estado financiando Warren y yo. Aunque no deja mucho este trabajo...

- Estas diciendo que la gente aquí piensa que somos como... ¿botargas?- Los dos amigos asintieron un poco confusos por la confusión de ellos. Claro, las tortugas habían vivido bajo tierra con sensei diciéndoles que los humanos eran malos. Pero jamás pensaron que hacerse pasar como botargas despistaría a los humanos. Sonaba tan tonta la idea que les asustaba que fuera cierto. Aun en contra de sus juicios, se dejaron arrastrar por el dúo a la gran ciudad luminosa: Nueva York.

La gran confianza con la que andaban el par de amigos, les daba una sensación irritante a las tres tortugas. ¿Por qué ellos no podían tener tal privilegio en su ciudad?

Y cuanto más avanzaban por la gran ciudad, más se daban cuenta de lo diferentes que eran los dos mundos. Esta era más brillante y animada. Por donde fuera que miraran, solo podrían observar grandes rascacielos. Y en ese momento se dio cuenta de lo extraño que es mirar hacia arriba tan casualmente, en vez de hacerlo a la inversa. Tal vez aquella sensación que estaban empezando a sentir, era algo como... ¿Envidia?

¡CRASH!

Los tres se sacudieron al mismo tiempo que el ruido interrumpió su tren de pensamiento. Los otros dos que iban más adelantados también se sobresaltaron. Todos trataron de buscar la fuente de la sacudida. Los transeúntes seguían caminando. Ignorantes de lo que acababa de ocurrir, o simplemente no les importaba. Muy probablemente estaban igual de acostumbrados a los suyos a que siempre pasara un evento que los superara a ellos. Solo es una tal vez...

-A los tejados.- Ordenó Leonardo. Ninguna tortuga dudo de la orden y empezaron a escalar por la primera escalera para incendio que se les cruzó por la mirada. Atrás quedaron sus guías quienes se apresuraron a protestar y a seguirlos con torpeza.

No tardaron mucho en llegar a la terraza de aquel edificio. Tal vez no era el más alto, pero a diferencia de estar en el suelo, la altura les daba una mejor visión del área.

-Eso es humo- Señaló Donatello- Está pasando los rascacielos. Muy probablemente cerca del centro de Nueva York. O sea, a muchas manzanas...

-Seguro que es Mikey.- Agregó Raphael cruzando sus brazos. Una pequeña mueca de felicidad se coló en su rostro con el pensamiento de que muy pronto encontrarán a su hermanito.

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