Capitulo 11: el mal en la sangre

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Aitana Bianco

Pasaron unos cuantos días desde que llegamos a España y la situación de Ágatha había paralizado todo, no sólo nuestra luna de miel, sino todo lo relacionado con el trabajo. Salvatore apenas salía del hospital y cuando lo hacía era a regañadientes. Ya no sabía qué hacer para consolarlo y es que Ágatha no hacía más que empeorar y si ella fallecía sería un golpe durísimo para Salvatore. Estaba harta de no tener privacidad, de tener escoltas por todos lados hasta dentro de la casa. Mi vida no solo cambió al casarme, cambio al asumir un título que quizá me quedaba grande. Recibí a mamá en la casa esa mañana solo para decirme que tenía que hacer acto de presencia en un evento real de la monarquía en Luxemburgo. Lo menos que deseaba era salir ante gente, prensa y periodistas a fingir que estaba bien cuando todo estaba mal.

— Mamá no creo que pueda

— Aitana, entiendo que no es el mejor momento, pero a parte de vida privada, ahora también tienes una vida noble la cual conlleva unas responsabilidades.

— Pues no las quiero

— No seas infantil

— Mama, mi luna de miel se fue al carajo, mi suegra está al borde de un coma y mi esposo no ha salido del hospital hace una semana. Para lo menos que tengo cabeza es para pensar en eventos nobles.

Alicia se levantó de la silla y agarrando sus cosas miro el reloj con apuro y con prisa respondió.

— Tengo una reunión importante pero vengo en la tarde para cenar y hablar de esto. Nadie dijo que sería fácil, eres una marquesa, yo soy la duquesa consorte de un país y a veces no puedo siquiera darme el lujo de echarme a llorar en una esquina. Es la vida que elegimos y hay que asumirla con madurez.

Asentí con la cabeza con fastidio. Quería buscarle lo positivo a todo lo que ocurría pero no había forma, no había forma de ver lo positivo en lo que estaba viviendo Salvatore y yo, yo aun no me sentía realizada del todo. Los problemas siempre vienen en cadena, uno detrás de otro y ese día no fue la excepción. Tocaron la puerta y uno de los escoltas fue a ver de quién se trataba y al ver al abogado de Fabrizio me espanté. Camine hasta la entrada y tras cruzar los brazos con tono escueto pregunté.

— ¿usted qué hace aquí?

— Marquesa, es un placer verla

— Déjese de formalismos hipócritas y dígame que es lo que está haciendo en mi casa.

— Necesito entregarle este documento a su esposo.

— El no está pero estoy yo, así que bien pueda deme el documento.

Con una actitud diría que hasta burlona se acercó y dándome los documentos respondió.

— El señor Bianco tendrá que presentarse pronto al tribunal. Mi cliente, Fabrizio Bianco ha sometido una demanda en contra de su esposo marquesa. Le sugiero que le aconseje a su esposo que consiga un abogado, lo va a necesitar.

— ¿Demandar? Ya no hay ningún tipo de vínculo entre su cliente,  mi esposo y la empresa Bianco.

Arqueando una ceja con sarcasmo refuto.

— A su esposo se le está acusando de enriquecimiento ilícito. Utilizó dinero de la empresa para hacer negocios turbios entre otros crímenes. Le sugiero que busque un buen abogado porque Salvatore, su esposo señora marquesa, los días que le quedan en libertad están contados.

Dejándome el documento se fue y yo quede en una pieza. Pensé que los problemas con la empresa habían acabado. Las manos me temblaban, sentí una punzada horrible en el pecho. Abrí el documento y no era una demanda cualquiera, de lo que lo acusaban era horrible, podría acabar con su libertad, con su vida, con todo lo que él era. No sabía  cómo decirle, mucho menos como ser capaz de darle más problemas ahora que estaba a punto de perder a su madre. Soy de impulsos, creo que más que una virtud ha sido algo con lo que he tenido que lidiar más como defecto. Mire a los escoltas y lo único que me pasaba por la cabeza era cómo demonios zafarme de ellos para ir tras la idea loca que se me había asomado a la cabeza. Estaba decidida, tenía que ir a ver en persona al infeliz de Fabrizio y encararlo. No entendía cual era su ensañamiento contra su hermano, aun no podía comprender cuál era el odio, cual era el motivo por el cual se llega a querer y desear el mal a un familiar de la manera en la que Fabrizio lo hacía.

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