Alex.

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Alex siente su mundo derrumbarse bajo el peso de su conciencia, entre cuestionamientos dolorosos y manchas carmesí observadas por luceros cristalizados. Su pecho arde, lo mantiene agonizante y paralizado mientras se esfuerza por no caer contra el suelo vacío de aquel cuarto portador de esperas. Le cuesta reconocer, reconocerse como un ser, mientras sus pensamientos parecen desvanecerse antes de siquiera ser entendibles, consecuencia de sus latidos abruptos y nauseabundos.
Intenta concentrarse, permitirse romper en lágrimas amargas y egoístas, pero no es capaz. Aquel cuarto de baño lo llevó a ser testigo de la escena que tantos descansos le robó, un cuerpo agonizante, carente de vida y deseo de vivir, tendido en el lecho donde recuerdos se grabaron como preciados.

Alex y George se conocieron hace exactamente 10 años, siendo compañeros de tutoría, porque la primera cosa que tuvieron en común fue su poco talento para la química. Al inicio, ninguno tuvo mayor intención de acercarse, pero cuando George cometió un error en una presentación oral y el salón se llenó de risas burlescas, Alex fue el único que saltó a defenderlo como si de su padre se tratase. Desde ese momento, se convirtieron en almas inseparables, dichosas de recuerdos preciados como tardes en fuertes de almohadas y chistes internos.
Se convirtieron en aquel duo que sobrevivió a todos los grupos de amigos por los que pasaron, contra viento y marea, sobreviviendo a la secundaria como campeones en torneos que en su momento parecían imposibles, pero prontamente la vida les presentó problemas más graves que chismes infantiles.

Cuando Clay llegó, Alex tuvo miedo de ser reemplazado por aquel rubio, aterrado de perder a su mejor amigo frente a una nueva pieza en el rompecabezas, pero prontamente entendió que ese cariño no era similar al propio, era romántico.
Alex y George se amaban, se aman y se amarán hasta que la vejez les arrebate el derecho, pero nunca pensaron en el otro como un posible compañero de enamoramiento, pero sí uno de vida.
Clay y George se amaban, puede que se amen y es incierto si se amarán en un futuro, pero su amor fue precioso, pasional y alejado de lo convencional. Opuestos como la luna y el sol, el día y la noche, antónimos dependientes, existiendo como un recordatorio de la existencia contraria.
Pero tal como el amor se forma entre dos personas libres, la libertad es fragilidad. Es cristalina y quebradiza, siendo el detonante de una separación abrupta.

Clay abandonó sin explicaciones su compromiso, su promesa y amante, dejando solo a George, quién sólo brillaba cuando la luz del rubio se reflejaba en él. Alex se llenó de enojo intentando comprenderlo, años atrás maldijo la existencia y vida de Clay, deseando que dónde sea que aquel estuviese, tuviera la peor de las suertes. Lo odiaba, aborrecía su respirar diario, su cobardía, su debilidad, le asqueaba pensar como el rubio pudo tomar aquella decisión, abandonar su cama matrimonial dejando a su castaño privado del querer, caminar por el aeropuerto, subir al vuelo y no tener la fuerza o deseo para arrepentirse, mientras su amigo apenas respiraba entre las cascadas de lágrimas que fluian, entre los océanos de tristeza formados aquella madrugada y las súplicas que los únicos oídos que alcanzaban eran los del azabache.

Volvió, volvió como si el tiempo lo hubiera acariciado sin ninguna malicia, el chico que partió con 22 regresó con 27, pero no pudo vivir ningún segundo de aquellos 5 años.
Pronto el odio fue cediendo y una tristeza profunda se instaló en su ser, un llanto interno de empatía y dolor, pero hasta hace algunas semanas, nunca había conseguido una palabra de los labios de Clay, toda la información provino de Nick como un cuento trágico que lo alejó de la existencia de quién alguna vez fue su amigo.

Ahora, sentado en el suelo de la sala de espera de forma rigida, se pregunta a quién culpar; A clay, por volver a donde siempre tuvo que estar, a George, por guardar aquella tristeza y rehusarse a trararla, a sí mismo, por no exigirle más a George, por no insistirle más sobre buscar ayuda, a la vida misma, al cerebro de su mejor amigo, a su serotonina, a algún dios allá arriba o dejar de buscar culpas y derrumbarse en tierra. Quiere saber que su compañero está bien, quiere saber que existe una oportunidad de tenerlo de vuelta, de acompañarlo en su recuperación, de llevarlo a sus terapias, de alentarlo a seguir en tratamiento, de verlo vivir, de no tener que enterrarlo como un inerte manojo de tejido, de tenerlo y sentirlo. Quiere vivir, quiere verlo vivir, con Clay o sin Clay, solo desea un tiempo más, anhela sus respiros y solloza sus daños.

Sus manos se enredan en su pelo, jalando de este con fuerza y desesperación, mientras se esfuerza en susurrar algo entendible para él mismo, pero su cerebro sólo puede repetir súplicas descontroladas, "porfavores" que nadie acata, que nadie puede acatar más que la vida y la muerte. Sus uñas se encajan en su piel como navajas, apoyadas por el temblor que su cuerpo no tiene posibilidad de frenar cuando el aire es cada vez más escaso y el calor se extiende por su cuerpo. Escucha pasos, dos caminos y dos siluetas que se desploman a sus costados, Clay y William lo acompañan. Will pide permiso con suavidad para obtener su mano y él acepta, intentando centrarse en como los dedos del castaño delinean figuras invisibles en su palma, como el perfume del chico lo llena y el aire se hace un espacio en sus pulmones.

Clay y Alex se miran, destrozados y con la culpa presente como una marca, antes de romperse en un abrazo lleno de sollozos audibles. No son capaces de hablar, de compartir sus pensamientos más que gritos desesperados y llantos desgarradores, siendo este el primer abrazo que compartían en más de 5 años sin verse.

Will se levanta cuando el doctor se acerca, en pasos temblorosos.
La mano que el hombre pone en su hombro está lejos de otorgarle calma, lo aterra tanto que siente ganas de vomitar, pero sólo hace falta un simple "está despierto" para hacerse consciente de las lágrimas que ruedan por sus mejillas.

yore

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 𝖬𝗋𝗌. 𝖲𝗆𝗂𝗅𝖾𝗒 𝗀𝗎𝗒. ★ 𝗤𝘂𝗮𝗰𝗸𝗯𝘂𝗿   𝗧𝗻𝘁 𝗗𝘂𝗼. Where stories live. Discover now