Capítulo 14. Cortalenguas

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El arco no lo llevaba a manera de ataque, solo deambulaba entre la oscuridad del bosque como parte de su guardia nocturna; distinguí muy bien la expresión en su rostro, demasiado pensativa para enfocarse en su turno y mantenerse alerta

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El arco no lo llevaba a manera de ataque, solo deambulaba entre la oscuridad del bosque como parte de su guardia nocturna; distinguí muy bien la expresión en su rostro, demasiado pensativa para enfocarse en su turno y mantenerse alerta. Ya la tenía debajo de mí cuando decidí dar un salto y caer frente a ella.

—¡Con una mierda!

Maddy trastabilló hacia atrás y la alcancé a tiempo, rodeé su cintura para detener su caída.

Nuestras miradas se encontraron y le sonreí.

—Que vulgar, Madeleine. Deberías de dejarlo para cuando estemos en la cama.

Parpadeó completamente aturdida. Empezó a retorcerse hasta que se liberó de mí.

—Gastón —me miró como si se tratara de un fantasma—. ¿Qué haces aquí?, y tú eres el vulgar, no digas esas cosas.

Puse los ojos en blanco y pasé mi mano por mi nuca sin dejar de ver como ella seguía el movimiento de mi bícep marcado. Torcí mi sonrisa y ella puso una mirada esquiva sin dejar de lado el rubor en sus mejillas.

—Es debatible el nivel de nuestra vulgaridad, pero eso lo discutiremos después. Y sobre mi repentina aparición es muy evidente que vine a verte.

Se tomó su tiempo en mirar hacia todos los rumbos posibles en busca de terceros, no obstante, de eso ya me había encargo yo.

—Vas a meterme en problemas —dirigió su mirada hacia arriba—. ¿Cómo rayos le hiciste para subir a la rama del pino?

Uñas.

—Entrenamiento miliar —sonreí con la máscara de un mismísimo ángel.

Arqueó una ceja y tomó distancia. De repente ya no dijo nada, ladeé mi cabeza en espera de algún comentario de su parte, pero se quedó en silencio.

—¿Pasa algo, Maddy?

Apenas me miraba, parecía abochornada.

—Maddy.

—Es que... siento mucha vergüenza. Solo hace unas horas estábamos... pues...

—Juntos.

—En realidad...

—Cogiendo.

Se cubrió el rostro con una mano y no pude evitar la risa.

Por mis colmillos.

—Me parece que mi destreza en la cama te pareció —me incliné hacia ella con una sonrisa ufana—. Satisfactoria, magnífica, deslumbrante.

—Que repertorio tan amplio de palabras.

Llevé mi mano al pecho.

—Permíteme seguir con mi descripción. Explosivo, placentero...

Se atrevió a detenerme con su mano pegada a mi boca. Ladeé mi cabeza y entrecerré mis ojos cuando la vi aun más cerca de mí.

2° El amo de la destrucciónWhere stories live. Discover now