35. Tortura

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Caminamos por las tuberías y en esa ocasión el olor fue aturdidor, no llevábamos protección alguna, vomitaría en cualquier momento. Los ruidos de las tuberías me distraían constantemente de la situación, Landon estaba más tenso que una cuerda estirada y no paraban de fastidiarme los extraños sonidos que hacía con la lengua, sus balbuceos insesantes y sus arrítmicos movimientos con las manos.

Nuestras respiraciones eran pesadas, corríamos en cuclillas durante varios lapsos del trayecto y después volvíamos a una altura normal, definitivamente estaba trabajando pierna.

De vez en cuando, alguna que otra explosión se oía sobre nuestras cabezas. Deseaba que nuestro bando fuera ganando, aunque en una guerra era imposible ganar, las secuelas siempre estarían , en tus sueños, persiguiéndote hasta convertirte en una pesadilla, incluso sin cerrar los ojos todos esos monstruos y sombras estarían sobre ti, en cada latido que te recordaba que tú los habías matado, que vivías por haberles robado la vida.

- Espera -Landon dejó caer al presidente sobre el posible excremento-. Necesito parar un momento.

Cubrió su nariz con su codo interno e inhaló hondo. Sudaba excesivamente.
Evité inhalar mucho y observé el alrededor. Era extraño, se supone que debimos haber llegado hace dos vueltas. Quizá el maloliente hedor me había mareado lo suficiete como para perder el sentido lógico al que trataba de aferrarme con tanto impetú.

- ¿Sabes dónde estamos? -murmuré. El nauseabundo olor me mareaba, dificultando mi concentración.

- ¿Qué? -golpeó su rostro-. ¿Cómo qué si sé? Te estoy siguiendo.

Pero él iba al frente.

Cerré los ojos y conté mentalmente. Era probable que perdiera los estribos, él o yo.

Uno.

- ¡Carajo, Adalid!

Dos.

- ¡La que se memorizó el puto mapa eres tú!

Tres.

- ¡¿Cómo voy a saber dónde estoy?! ¡Siempre te sigo!

Cuatro.
Tiene razón.
Cinco.

- ¡Acuérdate!

Seis.
Traté de imaginar el mapa, si no me equivocaba (que seguramente sí) debíamos de estar debajo de la estación del tren bala. O cerca de ahí.
Siete.

Apreté la mandíbula e ignoré a Landon, toqueteaba mis piernas, pensando.
Ocho.

Memoricé el mapa, carajo, hasta hubo ocasiones en donde soñé con esa mierda.
Nueve.

- ¡Adalid!

Diez.

- ¡¿QUÉ?! -abrí los ojos, estaba lista para noquearlo a él también, llevaría a ambos imbéciles cargando, pero antes de que mi mano fuera a su maldita cara, la tomó y me la puso en mi rostro, había sangre en mis uñas. Fruncí el ceño y vi mi brazo.
Había líneas rojas y abstractas en mi piel, me había estado rasguñando involuntariamente. Dejé caer mis manos a mis costados y golpeé mi frente.

- Una reja -farbullé.

- ¿Qué? -maldito sordo de mierda.

- Había una reja hace dos vueltas, no le tomé importancia, pero por ahí debíamos pasar -solté mi cabello, que hasta ese momento había estado sujeto y apretado, lleno de gel, provocándome un dolor de cabeza del carajo.
Revolví mi cabello, los mechones trasquilados me taparon parte de la vista.

- ¿Por qué pusieron una reja?

- No lo sé, pero si quieres ahorita vamos y le preguntamos al encargado -chasqueé la lengua.

Azul TormentaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora