MARATÓN FILOSÓFICO: BOECIO La Suerte y el Destino.

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FILO+SOPHÍA: "FILOSOFÍA PROHIBIDA"⚠️

Si estuvieras en prisión a la espera de ser ejecutado, ¿pasarías tus últimos días escribiendo un libro de filosofía? Boecio lo hizo. Y resultó ser el más popular de todos los que escribió. Anicio Manlio Severino Boecio (475–525), ése era su nombre completo, fue uno de los últimos filósofos romanos. Murió justo veinte años antes de que Roma cayera en manos de los bárbaros (si bien cuando Boecio todavía vivía ya se encontraba en plena decadencia). Al igual que sus colegas Cicerón y Séneca, consideraba la filosofía una especie de autoayuda, una forma práctica de mejorar la vida además de una disciplina de pensamiento abstracto. Su filosofía, pues, supone un puente entre los pensadores griegos y romanos y la filosofía cristiana que dominaría Occidente durante siglos después de su muerte.

Mientras estaba en prisión, y a sabiendas de que iba a morir pronto, Boecio escribió un libro que, tras su muerte, se convertiría en un best seller medieval: La consolación de la filosofía. Comienza con Boecio en prisión, lamentando su suerte. De repente, se da cuenta de que hay una mujer mirándole. La altura de ésta alcanza el cielo. Lleva un vestido rasgado y con una escalera bordada que comienza en el dobladillo con la letra griega pi y termina con la letra zeta. En una mano sostiene un cetro, en la otra libros. Esta mujer resulta ser la Filosofía. Está enojada con él por haberla olvidado, y ha venido a recordarle cómo debería reaccionar ante lo que le ha pasado. El resto del libro lo conforma su conversación acerca de la suerte y Dios. Está escrito parte en prosa y parte en verso. La mujer, la Filosofía, le aconseja.

La rueda de la Fortuna gira. Unas veces estás en lo más alto; otras, en el fondo. Un rey acaudalado puede caer en la pobreza en apenas un día. Boecio debería darse cuenta de que así son las cosas. La suerte es azarosa. Que hoy la hayas tenido no quiere decir que también la vayas a tener mañana. Los mortales, explica la Filosofía, son idiotas por dejar que su felicidad dependa de algo tan mutable. La verdadera felicidad sólo puede provenir del interior, de las cosas que los seres humanos pueden controlar, no de algo que la mala suerte puede destruir. Cuando hoy en día la gente se describe a sí misma como «filosófica» en relación a las cosas que le suceden quiere decir que intenta no verse afectada por aquello que está fuera de su control, como el clima o quiénes son sus padres. Nada, le dice la Filosofía a Boecio, es terrible en sí mismo. Todo depende de cómo lo vea uno. La felicidad es un estado mental, no del mundo, una idea que Epícteto habría podido reconocer como propia.

El mensaje es que las riquezas, el poder y el honor no sirven de nada puesto que tal como llegan, se van. Nadie debería basar su felicidad en unos cimientos tan frágiles. La felicidad ha de provenir de algo más sólido, algo que no te puedan quitar. En tanto que Boecio creía que seguiría viviendo después de la muerte, buscar la felicidad en triviales cosas mundanas era una equivocación. Al fin y al cabo, las perdería todas al morir.

Entonces, ¿dónde puede Boecio encontrar la verdadera? La respuesta de la Filosofía es que la encontrará en Dios o la bondad (que en realidad son la misma cosa). Boecio era cristiano, pero esto no lo menciona en La consolación de la filosofía. El Dios que describe la Filosofía podría ser el de Platón, la pura Forma de la bondad.

Sin embargo, a Boecio también le desconcertaba un problema que preocupa a muchos creyentes. Dios, al ser perfecto, ha de saber todo lo que ha ocurrido, pero también todo lo que ocurrirá. Esto es lo que queremos decir cuando describimos a Dios como «omnisciente». Así pues, si Dios existe, ha de saber quién ganará la próxima Copa del Mundo, así como lo que voy a escribir a continuación. Ha de tener conocimiento previo de todo lo que va a pasar. Lo que él prevé ha de suceder necesariamente. Ahora mismo, pues, Dios ya sabe cómo irá todo. De todo esto se deduce que Dios ya sabe lo que voy a hacer a continuación, incluso si yo mismo no estoy seguro de qué será. En el momento en que voy a tomar una decisión sobre lo que voy a hacer, diferentes futuros posibles parecen abrirse ante mí. Si llego a una bifurcación del camino, puedo ir a la izquierda o a la derecha, o quizá quedarme sentado.

Ahora podría dejar de escribir e ir a hacerme un café. O también seguir escribiendo en mi ordenador portátil. Si Dios sabe con antelación lo que ambos vamos a hacer, las decisiones que tomemos no pueden ser nuestras ¿Elegir es sólo una ilusión? Ahora bien, si Dios puede hacer eso, entonces no he sido yo quien ha elegido qué hacer, aunque tuviera la sensación de que sí. Mi vida ya ha sido planificada hasta el más mínimo detalle. Y si no podemos elegir nuestros actos, ¿qué sentido tiene castigarnos o recompensarnos por ellos? Si no podemos elegir lo que hacemos, ¿cómo puede Dios decidir si debemos o no ir al cielo? Todo esto resulta desconcertante. Es lo que los filósofos llaman una paradoja. No parece posible que alguien pueda saber lo que voy a hacer y que, al mismo tiempo, se suponga que tengo libre albedrío. Estas dos ideas parecen contradecirse entre sí. Y, sin embargo, ambas son plausibles si crees que Dios es omnisciente.

Sí disponemos de libre albedrío, dice ella. Eso no es una ilusión. Aunque Dios sepa lo que vamos a hacer, nuestras vidas no están predestinadas. O para decirlo de otro modo, el conocimiento de Dios de lo que vamos a hacer es distinto a la predestinación (esto es, la idea de que no tenemos elección acerca de lo que vamos a hacer). Todavía podemos elegir lo que vamos a hacer a continuación. El error es pensar en Dios como si fuera un ser humano y contemplara el desarrollo de los acontecimientos de un modo lineal. La Filosofía le explica a Boecio que Dios es atemporal; se encuentra fuera del tiempo. Esto significa que Dios tiene conocimiento de todo en un instante. Ve el pasado, el presente y el futuro a la vez. Los mortales vivimos un acontecimiento detrás de otro, pero no es así como Dios nos ve. La razón por la que éste puede conocer el futuro sin anular nuestro libre albedrío y convertirnos en una especie de máquinas preprogramadas sin poder alguno de decisión es que no nos observa en ningún momento temporal determinado. Lo ve todo de golpe y de un modo atemporal.

Si Dios existe y la Filosofía tiene razón, sabe exactamente cuándo voy a terminar esta frase; sin embargo, todavía depende de mí libre albedrío terminar justo aquí. Y tú todavía eres libre de decidir si leer o no el siguiente artículo.

"El consuelo de laFilosofía es la suerte. Si quieres ser feliz no bases tu felicidad en unossentimientos tan frágiles como los de la suerte. El problema no es tenersuerte, sino pensar que la buena suerte dura para siempre. Rueda de la fortuna.La posibilidad de que el destino de los hombres sea controlado por Dios. Sitodo está escrito, está pensado. La decisión que toméis esta noche al ir a unafiesta es ilusoria. Si hay libertad no hay destino, y si hay destino no haylibertad. Hacer planes da sentido a la vida. La suerte no durará para siempre,la fama, los placeres, el poder, todo eso tiene fecha de caducidad." AnicioManlio Torcuato Severino Boecio, Roma, 524 d.c, El consuelo de la Filosofía.(El destino y la Suerte).


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