39.- Dos amigos (parte tres)

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13 de noviembre
Casa de los Bree, calle de El Estero, Playa Gris,
Ciudad Puerto.

Un par de manos de dedos delgados y largos como patas de araña le recorrieron juguetonamente el torso, delineando sus costillas con el cuidado íntimo y personal de un amante. Roan esbozó una sonrisa por el trato, atajando a la más atrevida por debajo de las sábanas, y cuando se volteó, seguro de que encontraría un par de ojos verdes mirándolo lascivamente, se encontró con el rostro amenazante de Jim.

El sobresalto de su corazón le hizo despertar de verdad, encontrándose solo, sudoroso y angustiado en el borde derecho de la enorme cama del matrimonio Bree. Johann estaba acostado un poco más allá, durmiendo profundamente con el rostro semi oculto en los almohadones, y a juzgar por los leves ronquidos que se podían oír, Italo se encontraba también del otro lado.

La habitación aún olía a queso horneado y alcohol, a pesar de lo poco de ambos que habían consumido mientras competían en un juego de carreras de la consola. Roan comprobó la hora, dándose cuenta de que pasaban las tres, y que en ese momento, se sentía mucho más tranquilo que antes de conciliar el sueño.

Mientras dormía Alice le había contestado rechazando su invitación respecto a la cita del día siguiente, pues según decía, Valentina las estaba obligando a participar de la reunión n-femen, y le prometía que esa sería la última a la que aceptaría asistir. Poco después le había dejado un afectuoso mensaje de buenas noches, pidiendo que no se enfadara al interpretar su silencio de esa manera. Rudhain se sintió conmovido por la chica, y por primera vez, enormemente culpable por haber besado apasionadamente a su hermano.

Durante muchos días había tomado su encuentro como algo totalmente distinto a una infidelidad, atribuyéndolo a una simple demostración de valentía, restándole importancia porque se trataba de un chico, y deleitándose en el recuerdo de las caricias de Arthur. El estómago se le encogió al asumir el peso de sus acciones, y con esa misma sensación, examinó los mensajes que el chico le había dejado, respondiendo a la foto que le había enviado de sus amigos con una de su propio entorno: La sala donde estaban lucía cómoda y elegante, y de los tres ocupantes que podían divisarse, uno parecía haberse colado mientras revisaba un tablero de anuncios. Helena Terranova, su prima, descansaba en una butaca mientras sus gafas se iluminaban con el brillo de la pantalla del móvil, y a su vez, utilizaba como reposapiés el hombro de un muchacho moreno y de cabello lacio. A la imagen, su autor había añadido la leyenda "Por aquí también está aburrido".

A Roan no le pareció en aquel momento que la pacífica fotografía que él había tomado se viera aburrida, sino más bien armónica y distante, como si hubiera captado uno de los últimos momentos de amistad entre James y Johann antes de que el conflicto se volviera absolutamente irreparable. Pensó en las palabras de su padre, aconsejándole que intentara resanar la amistad que los unía antes de que les ocurriera lo mismo que a Nero y Rupert; y se preguntó, sinceramente, cómo podía él llevar a cabo una tarea así.

Pensar en Jim en aquel momento se sentía aterrador, porque la sugerencia de Johann respecto a su implicancia en la explosión le había calado demasiado hondo. Lo había creído capaz de agredir a Arthur, a pesar de todas las dificultades que debía haber sorteado para conseguirlo, y aunque le doliera, también comprobó que era capaz de escribirse con la chica que tanto repudiaba, y se lo había ocultado descaradamente. Por último, hace poco más de un día, había descubierto que tampoco lo había hecho parte de su rencilla con Johann, la que parecía alimentarse constantemente por prejuicios y celos, en lugar de la simple cuestión de valores que hasta entonces había creído. ¿Cómo podía ahora simplemente confiar en que aquella posibilidad no era real?

Entre más lo pensaba, más parecía probable que tanto Arthur como James le hubieran estado ocultando información con más y más mentiras, pero si de algo estaba seguro respecto al heredero de los Pendragon, era de su desfachatez y poca reverencia por las consecuencias de sus actos, por lo que decidió en ese momento no demorar más la charla que tanto esperaba, y escribirle sin rodeos si podía preguntarle respecto a lo que había pasado en El Gran Festival.

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