06) Una cacería incesante

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La habilidad de cambiar de forma se creía pérdida hacía más de mil años. Un don perdido ante las matanzas a poblaciones originarias, las cuales eran erradicadas por el miedo a lo desconocido. Los sobrevivientes de los derramamientos de sangre se ocultaron y trasladaron a diferentes partes del mundo buscando su propia supervivencia.

En la actualidad, luego de la gran guerra, muchos de estos descendientes resurgieron, sin saber que las cosas no habían cambiado tanto como imaginaban. Aquellos animales que con la luna llena lograron volverse humanos, son cazados por algunos que temen una revuelta de su parte y que reclamen lo que alguna vez fue suyo, y para otros, estas maravillosas criaturas eran sagradas.

Sin importar a la región que pertenezcan, huyen de sus hogares en busca de refugio en lo más profundo del mundo.

Una comunidad, miles de especies. Sobrevivientes de una cacería incesante...

Había habitantes que se mantenían en su estado animal, otros, forzaban sus cuerpos a cambiar y a permanecer como mortales.

En el caso de Chrys, su cuerpo estaba bastante deteriorado por negarse al cambio. Él amaba la sensación de su cuerpo al estar como un humano, la sensación de la tierra bajo los dedos de sus pies, la sensación de las frutas cuando las toma en sus manos, del viento contra su rostro cuando el sudor caía sobre este desde. Todo era tan distinto a cuando era un animal.

Pero en lo más profundo, había heridas que aún sangraban, el dolor de perder su hogar, sus raíces, su familia. Todo había sido arrebatado tan de golpe, dejándolo solo. El Aguará Guazú había sufrido de primera mano lo que era huir. El recuerdo permanecía en su mente y en su forma animal. En muchas ocasiones le habían cuestionado por su elección, era un animal majestuoso y atractivo pero un blanco fácil para los cazadores furtivos.

Llevaba una canasta con carne ya limpia y lista para comer, su cabello largo y rojo lo había atado con una cinta para mantenerlo fuera de su rostro. Su pequeño refugio de madera, hojas y barro lo esperaba, resistiendo a la suave llovizna.

Era cómodo, lo suficiente para poder descansar seguro y esconderse. Cuando entró por la entrada sin puerta, depositó la canasta en el medio de una roca que usaba de mesas y cambio.

Su cuerpo crujió cuando la forma animal apareció, su pelaje rojizo, con su crin negra que resaltaba sus orejas, se estiró en las hojas y malezas con las que había hecho un colchón.

Espero. A lo lejos, pequeñas pisadas emocionadas se acercaban, internamente el Aguará Guazú sonrió acomodándose mejor, estirando sus largas patas y acostando el hocico encima.

La cría de ocelote apareció tan rápido como su nariz olfateó la carne. Leo era incapaz de cambiar como lo hacía Chrys, solo durante la luna llena con un poco de ayuda del mayor, cuando forzaban su cuerpo a mutar y la cría se convertía en niño.

Se acercó con cautela, bajo la atenta mirada de Chrys, el hocico del cachorro se abrió sobre la carne y robo un pedazo bastante grande para él y corrió hasta el colchón para sentarse a comer, su pequeño cuerpo se pegó al del Aguará Guazú, sus pequeñas mandíbulas devorando la presa que le habían conseguido.

La distracción del momento los vuelve vulnerables, no se percataron de los pasos, del estruendo silencioso de las botas militares en los charcos de agua, el roce de las armas contra los chalecos, los dardos en los bolsillos. No lo escucharon.

El Aguará Guazú miraba a la cría que había adoptado alimentarse y fue demasiado tarde cuando sus orejas captaron las advertencias, los aullidos de dolor de algunos monos aulladores, los disparos que sonaban a los lejos y el cuerpo que apuntaba hacia ellos en la puerta. Se levantó posicionándose en medio del cazador y el ocelote. El cachorro se percató mucho más tarde, sus orejas se alzaron ante la respiración pesada de Chrys. Soltó su comida, su cuerpo se tenso ante el evento frente suyo y entre las piernas del mayor se escondió, con los pequeños dientes filosos siendo expuestos y el pelaje erizado, soltaba intentos de rugidos, siseos molestos.

Cusumbo; pueblo de locos, relatos de otrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora