Epílogo

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Soltó la pluma de golpe, creando una mancha en la delicadeza de la página.

Su pulso se incrementó, su corazón bombeando a máxima velocidad, la adrenalina fluyendo por sus venas.

Ese último punto final marcaba un antes y un después, August aún no lo sabía, probablemente nunca llegase a verlo, pero una biblioteca se estaba creando en el centro de la ciudad.

Cusumbo al fin tenía su propia biblioteca.

Ya no eran historias abandonadas.

Por fin tenían un hogar. Un refugio.

El anciano sonrió. Cerró sus ojos dejándose consumir por las últimas pizcas de energías que aún guardaba en su interior, estás parecieron hacer combustión, y donde antes había un viejo narrador, solo una pluma quedó, golpeando el suelo con su último aliento, despidiéndose de su dueño...

Cuando cerré las tapas del libro, suspiré.

—Oh, viejo amigo —murmuré para mí mismo antes de colocar el libro original de Cusumbo en la estantería nueva y reluciente.

Sol, como el joven creador que habíamos adoptado la llamaba, se acercó, posando su mano con cuidado sobre mis hombros. La mire de reojo esperando sus palabras. Sabiendo que estas venían con intención de reconfortar el dolor de la ausencia que su muerte había dejado.

—Se que lo extrañas.

—Siempre lo haré.

—Fuiste quién le dio vida a ese narrador, era una parte de ti, siempre te hará falta.

—Lo sé.

—Wendghes... —susurro, compasiva. Su tacto cálido me hizo sonreír. Una pura expresión de tristeza fue todo lo que llegué a crear.

—Me hubiera gustado haberlo guiado mejor.

—Hiciste lo que pudiste.

Pero pude haber hecho más. Siempre puedo hacer más. Ese es mi propósito, esa es mi función.

Con la yema de los dedos le di una última caricia a ese lomo y me fui.

Una idea brillaba en mí núcleo, quizás, siendo la señal de que ya era hora de volver a crear.

Cusumbo; pueblo de locos, relatos de otrosМесто, где живут истории. Откройте их для себя