14. Respóndeme, Lali

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Le doy vueltas a mi copa, observando desde la lejanía cómo mi hermana habla con Alaia, ambas en la pista de baile

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Le doy vueltas a mi copa, observando desde la lejanía cómo mi hermana habla con Alaia, ambas en la pista de baile. Cameron le dice algo, comenzando a bailar, y Alaia mira a su alrededor, nerviosa, probablemente avergonzada, y empieza a bailar también. Sonrío un poco porque la verdad es que no sé cuál de las dos baila peor. Pero ella... Ella se ve hermosa. Total y absolutamente. Lleva toda la noche viéndose hermosa, en realidad. Desde el momento en que le he abierto la puerta en casa de Harry, no he dejado de pensar en eso.

Doy un sorbo a mi bebida, pero no aparto mis ojos de ella. No puedo. Su confianza parece ir aumentando por cada canción, pues cada vez le cuesta menos seguir a la loca y desvergonzada de mi hermana. Menea sus caderas y levanta sus brazos, gritando las canciones y disfrutando. Se la ve feliz. Y eso extrañamente es muy reconfortante para mí.

Se me acercan un par de personas mientras la miro, y a pesar de que disimulo muy bien, me jode tener que dejar de mirarla. Me saco fotos y charlo brevemente con todo el que se me acerca porque me reconoce, y cuando me vuelvo a quedar solo, la miro a ella de nuevo. Hay muchas mujeres lindas y muchos hombres guapos, pero por primera vez en mucho tiempo mis ojos sólo están sobre una misma persona.

Esa falda corta que lleva me está volviendo loco, y más lo hace cuando juega con ella durante su baile, de un modo provocador y despreocupado realmente sexy. Sus manos se pasean por su cuerpo con descaro, y el miedo a ser observada que sé que sentía hacía un rato, ya no está ahí. Se mueve como si nadie la mirara, como si estuviese viviendo el momento en privado, y brilla, Alaia brilla cuando es ella misma. Y yo siento mucha paz en mi interior viéndola brillar.

Debo beber otro trago cuando la veo deslizar sus manos por sus pechos, llevándolas hasta su cintura, delineando sus curvas, esas que no son muy acentuadas pero que para mí son perfectas. Respiro hondo y me acomodo el pantalón, porque la realidad es que cada movimiento que hace, cada gesto en su cara, cada vez que su falda se sube mostrándome sus gruesos muslos, mi polla recibe una descarga de deseo. Alaia es mi puta debilidad y no tiene ni idea, y ojalá lo supiera. Quizá, si lo supiera, no tendría que conformarme con mirarla.

Mi hermana le dice algo, y de repente se pierde entre la gente. Intuyo que irá al baño, tiene la vejiga del tamaño de una uva y juraría que es la única mujer del mundo que no va al servicio acompañada de mínimo una amiga. Alaia cambia su expresión; de la diversión, al miedo. Casi puedo sentir su pánico al quedarse sola entre tanta gente, y cuando sus ojos azules conectan con los míos, todo en ella me dice que está en un apuro. Y a pesar de que no me considero un caballero precisamente, me nace la vena heroica con ella.

Termino mi copa y la dejo en la barra, caminando decididamente hacia ella, sin titubeos. No digo nada cuando llego a su lado, le sonrío amablemente y ella me devuelve el gesto, curvando esos rellenos labios hacia arriba. Empieza a sonar una canción bastante conocida, una de Ed Sheeran, y recuerdo perfectamente el día que discutimos en el coche por la radio. Hago un comentario al respecto, y parece que de nuevo se confía. No dejo que proteste o que intente alejarse de aquí, y empiezo a bailar, de un modo ciertamente ridículo, pero ella se ríe y eso ya vale la pena.

Al Loco Del Que Me Enamoré // Lando NorrisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora