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El silencio sepulcral que había reinado hasta ese momento fue rompiéndose poco a poco con susurros y cuchicheos indiscretos

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El silencio sepulcral que había reinado hasta ese momento fue rompiéndose poco a poco con susurros y cuchicheos indiscretos. Los presentes se mantenían estoicos, apenas sin mover los labios, pero Seonghwa, vestido con sus mejores ropas, oía el irritante murmullo detrás suyo. Manteniendo las formas, abandonó su posición en el altar y se acercó a los policías, que aguardaban de pie en los laterales de la catedral. Su flequillo, recto y tieso debido a los productos químicos que la sirvienta le había echado dos horas antes para que su pelo estuviera impoluto, empezaba a despeinarse, soltándose un mechón sobre su frente.

—¿Me pueden explicar por qué mi prometido todavía no ha llegado? —espetó, hablando en voz baja, pero impregnando cada palabra con ira contenida.

—Mi señor, nos informaron de que el carruaje había salido de la casa sin contratiempos.

—¿Y qué ha pasado entonces? ¿Se han perdido por el camino? —inquirió con burla—. Vayan ahora mismo y contacten con los otros. ¡Quiero a mi prometido aquí en cinco minutos! —ordenó.

—Sí, mi señor.

Los policías salieron en fila con paso apresurado, con los cuchicheos yendo en aumento. Seonghwa notó que le temblaban las manos. ¿Cómo osaban humillarlo de esa manera? Él, el príncipe de Inopia puesto en evidencia delante de su pueblo. Haría ejecutar al cochero esa misma noche, y al resto de la guardia la despediría sin contemplaciones. Estaba rodeado de incompetentes.

Regresó al altar, donde el sacerdote, visiblemente impaciente, parecía querer hablar algo, pero Seonghwa lo miró desafiante, como si le retara a decir algo impertinente o fuera de lugar. El sacerdote se lo pensó mejor y permaneció callado, no queriendo arriesgar su pellejo. Tras otros diez minutos de prolongada espera, un policía entró por una de las puertas traseras y corrió hacia Seonghwa, cuyo rostro estaba ya deformado por la furia, pues seguía sin haber rastro de Felix.

—Mi señor, verá... Parece que... Nos han informado... —La voz del hombre se entrecortaba, tratando de encontrar las palabras adecuadas, gotas de sudor caían de su frente—. Perdieron el carruaje —soltó honesto.

Seonghwa parpadeó incrédulo, convencido de que había oído mal o que quizás el policía le estaba tomando el pelo; pero este no traía cara de estar bromeando, más bien parecía a punto de colapsar.

—¿Qué. Has. Dicho? —espetó, arrastrando las palabras.

El policía percibió el peligro, retrocediendo dos pasos instintivamente.

—Ya se activó un dispositivo para encontrarlo —dijo, moviendo los ojos de un lado a otro como si buscara una salida por la que escapar.

A Seonghwa le costó todo su autocontrol no abalanzarse contra ese alfa y ahorcarlo con sus propias manos. No daría una buena imagen, no frente a tantas personas.

—Un trabajo —murmuró con la voz temblando—. Tenían un solo trabajo.

—Mi señor, todo se organizó acorde a sus deseos —respondió con toda la valentía de la que fue capaz.

inopia ✦ hyuninDonde viven las historias. Descúbrelo ahora