[AU] Omegaverse |Hibari| /19/

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i.

Kyouya miró el techo sobre él; líneas que formaban los tablones barnizados de madera, que se desdibujaban y perdían forma cada pocos segundos, cuando su consciencia tambaleaba, después de cerrar los párpados con fuerza, un gruñido adolorido escapó de sus labios. Había perdido la noción del tiempo, el malestar se había convertido en dolor crudo, uno del que no podía escapar ni con medicamentos, incluso entre sueños que se repetían como vorágine de recuerdos confusos; personas que ya no estaban, que lo miraban sin noción del pasado, que sonreían y extendían sus manos hacia él, pero nunca podían tocarlo, enemigos pasados y presentes que caían a sus pies por la brutalidad de sus golpes, una presión creciente contra su pecho que lo hacía despertar con un suave jadeo, para darse cuenta que el interior de sus venas borbollaba como un caldero a punto de hacer erupción, y dentro de sus huesos se retorcían temblores y espasmos que le hacían estremecerse con cada leve movimiento; la textura de las sábanas era insoportable, la almohada, esponjosa como una nube, presionada contra su cabeza eran como un costal de piedras recién sacadas de un río. Los analgésicos no habían hecho nada, ni los reguladores, ni el aroma que comenzaba a perderse de los trozos de tela esparcidos por su nido.

Para ese punto, lo que estaba experimentando iba más allá de cualquier celo normal; comenzó como una tontería fisiológica que ahora rozaba en un dolor agonizante.

Durante años, había sido capaz de luchar, incluso con los huesos partidos, más de una vez, hasta dejarse colapsar en el instante que hubiese defendido su orgullo. Pero en esta ocasión, incluso su cuerpo, acostumbrado a superar sus límites, se negaba a escucharlo. Tuvo que esforzar cada una de las fibras de sus músculos, exprimir cada gota de fuerza, para arrastrar su palma temblorosa hasta toparse con el material frío del celular a pocos centímetros de su rostro. Miró la hora y la fecha y chasqueó la lengua, notando que su estado febril y los despertares espasmódicos habían ocurrido en el transcurso de veinticuatro horas. Un día completo y los reguladores habían tenido el mismo efecto que si hubiese tomado solo un vaso de agua.

Vio el fondo de su pantalla durante un largo rato; era uno de los que venían por defecto al ser comprados, nunca vio la necesidad de cambiarlo, a pesar de que había un par de fotografía de Hibird y Roll en su memoria interna. Su claridad mental aún flotaba entre la amargura persistente de su paladar y el dolor sordo que aún se refugiaba en sus extremidades; apenas estaba consciente, y comenzaba a tambalearse de nuevo en el letargo inevitable de otra sucesión de sueños inconexos, pero aún tenía el raciocinio para pensar en su última alternativa...

Hacía mucho tiempo que había alcanzado su límite, y no podía seguir estando inservible el resto de su vida, tiritando en su nido, como una especie de criatura sin sentido. Resopló y entró a sus pocos contactos, después de bajar un par de nombres hasta encontrar el de (...), tragó saliva sin siquiera darse cuenta de ello, el desierto árido de su garganta apenas encontró consuelo.

Kyouya no era alguien que solía dudar, pero por primera vez en muchos años se tambaleaba en el segundo previo a tomar una decisión conciliadora (Inaudito) Él sabía que, al llamarla, acudiría a él sin que tuviese que pestañear, no le importaría nada y probablemente dejaría un rastro de fuego a su paso o una estupidez así, ¿y después...?

Hubo un segundo más de expectación. Después, apagó la pantalla y descartó el dispositivo a un lado.

Hibird trinó desde el fondo de la habitación; esa fue la razón por la que no se dejó llevar por la inconsciencia de nuevo. Alimentar a los dos animales que vivían consigo era una prioridad, incluso si uno provenía de una caja de armas, durante todo el tiempo que había estado consigo, Kyouya lo había alimentado con sus respectivas raciones, y él ya parecía acostumbrado a ello. Y así, sin darse cuenta que en sus ojos ardía convicción pura y profunda molestia por todas las protestas de su cuerpo, que envió latigazos de dolor que ennegrecieron su visión un par de veces, bajó hacia la cocina, aferrándose a la baranda de las escaleras con los nudillos blancos, con Hibird volando cerca de él y Roll caminando con sus diminutas patas detrás de él, como si lo estuvieran escoltando, sintiendo muy dentro de ellos el estado en el que se encontraba. El solo pensamiento lo hizo sonreír un poco, de forma casi imperceptible, mientras abastecía sus respectivos cuencos de agua y comida fresca.

KHR |Lectora|Where stories live. Discover now