Capítulo 4

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Jace observó a lo lejos a Helaena esa mañana. El sudor en su frente producto del entrenamiento al que era sometido ya se estaba acumulando y el sol le pegaba justo en el rostro haciendo que tuviera que forzar la vista para mirar a su prometida que había salido a dar un paseo esa mañana.

Estaba sola y parecía bastante tranquila. Nada parecía perturbar sus pensamientos. Pero aún así Jace notó que en su rostro no había ninguna sonrisa, ni siquiera una pequeña. Parecía que en realidad estaba en reposo de estar a la defensiva y se había permitido disfrutar la vista hacia el mar. Se veía pacífica, y eso a Jace le gustaba bastante.

– Vamos niño enamorado, toma tu espada – le indicó Daemon haciendo que Luke riera.

Jace se volteó hacia su padrastro y puso los ojos en blanco mientras tomaba la espada que una vez perteneció a Ser Harwin Strong. Nadie lo sabía, bueno, quizás su madre si, aunque él nunca se lo dijo. Antes de irse a Harrenhall aquel hombre le había dejado de regalo una espada que perteneció a él, le había dicho que fue su primera espada y quería que ahora le perteneciera a él, le dijo que cuando se volvieran a ver le enseñara lo que había aprendido con ella. Jace no lo supo en ese momento, pero esa fue la última vez que vio a su padre.

Y desde entonces la atesoraba.

Aunque nunca lo decía en voz alta. Asumir que era un bastardo y que le tuvo un cariño paternal al hombre que lo engendró no solo ponía en peligro su posición como heredero de su madre, sino que también ponía en peligro la vida de su madre y de sus hermanos.

Pero él lo sabía. Siempre lo supo.

– A las mujeres no les gustan los hombres que sueñan despiertos – le dijo Daemon riendo.

– No soñaba despierto – murmuró Jace de mala gana mientras se acercaba a su hermano Joffrey para entregarle una espada de madera, él lo aceptó con gusto y comenzó a golpear un muñeco de paja.

– Claro que no, joven príncipe – Daemon dio dos golpecitos en su hombro y caminó hacia su hijastro menor para ayudarlo.

Luke miró divertido a su hermano pero continuó arreglando las flechas de aquel arco que su abuelo le había regalo hace un año. Aún no sabía muy bien cómo usarlo, y Daemon le había dicho que no bastaba con saber usar la espada. Un buen señor de las mareas debía manejarse en todas la armas. Y Luke era bueno, realmente era bueno con las armas, pero era un asco como marinero. Se mareaba solo con subirse a un barco, incluso antes de que zarpara. Por eso debería compensar su patético intento por navegar con otras habilidades.

– Lo haces mal – dijo Baela mirándolo de arriba a abajo. Jace rió ante eso y ella sintió como el color invadía sus mejillas.

– No lo estoy haciendo mal, ¿y tú no tendrías que estar con las Septas? – dijo Luke se mala gana batallando con una de las flechas para ajustarla a su arco.

Baela bufó y se tomó el cabello con una cinta, aunque los mechones rebeldes de su rizada cabellera quedaron en su frente.

– Padre ha dicho que puedo estar acá – dijo ella tomando en sus manos el arco con el logo de la casa Velaryon, quitándoselo a Lucerys.

– Dioses eres tan consentida – dijo el menor de mala gana.

– No la molestes Luke – dijo Jace sin siquiera mirarlos, mientras sacaba filo a su espada – Creo recordar que hace unos días les decías a madre que te sentías mejor cuando tomaba tu mano.

La chica no pudo evitar sonreír por eso y mirar a su hermanastro por más tiempo del que debería, aunque Jace no le devolvió la mirada y ni siquiera se percató de lo que eso había provocado en Baela. Luke la observó levantando una ceja y sus mejillas se tiñeron aún más de rojo.

Scorpion | Jacaerys Velaryon x Helaena Targaryen Where stories live. Discover now