Capítulo 1- La llegada

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Bajo la tenue luz que apenas entra en un viejo salón abandonado, ahora usado como depósito, un chico de rasgos asiáticos orientales llamado Min Ho está siendo acorralado contra la pared por un chico, uno es rubio y el otro pelinegro.
—¡Habla! —El rubio exclama mirándolo a los ojos con ira, de modo que agarra de la camiseta a Min Ho—. Habla o te juro que lo lamentarás.
Min Ho, aterrorizado, cierra los ojos.
—Déjenme ya.
—Nosotros decidiremos cuándo te vas, y si lo haces con vida o no —dice el rubio de nombre Jacob.
El otro chico, quien contribuye a atemorizar a Min Ho, decide hablar.
—Por lo tanto, te recomiendo que empieces a hablar, ser de inmunda e insignificante existencia. —Lo lanza al suelo.
El chico asiático mira a su alrededor. Sabe que ese sitio en donde se encuentra está muy alejado como para que alguien pueda escucharlo. Donovan, el chico de cabello negro, se cruza de brazos.
—Si intentas gritar perderás tu tiempo. Aquí nadie te oirá.
—Pero… Yo ya les dije que no sé nada.
Un cuarto chico, el cual estuvo sentado en las sombras, se levanta y camina hacia Min Ho. Él es alto, de apariencia fuerte y con una mirada sombría que intimidaba. Solo le faltaban un par de alas negras para parecer un ángel caído. Al llegar a donde estaba Min Ho se agacha hasta quedar a su misma altura.
—¿Y piensas que yo me tragaré ese cuento? —Le da una palmada en su mejilla, la cual al igual que la otra tenía la marca de un golpe— ¿En serio quieres más de eso? Porque créeme, hay de sobra. Así que decide: o paramos aquí o te juro que cuando acabe contigo no te reconocerán, tu rostro quedará tan desfigurado que pasarás a parecerte a un alien. —Se levanta—. Tú sabes algo, así que me lo vas a decir en este preciso instante. —Lo agarra del cabello y le levanta la cabeza para que lo mire—. Aquí se hace lo que yo digo. Si te digo “Ladra” tú ladras. Y si te digo que me digas todo lo que sabes, me lo vas a decir.
—Pero es que… no sé nada, lo juro.
Hunter, quien es quién lo interroga, lo mira a los ojos, irradiando oscuridad en su mirada.
—¿Sabes qué? Detesto que me mientan cuando ya sé la verdad. Quiero oírlo de tu boca. Sé que sabes algo de lo que pasó, y por ello tienes información para darme.
El chico se queda callado. Hunter mira a Jacob y a Donovan, luego le hace señas con la cabeza y ellos asienten y proceden a obedecerlo. Sujetan a Min Ho de los brazos y después lo llevan hacia un tinaco con agua.
—Creo que te hace falta un baño, amigo —comenta Donovan con una sonrisa.
Meten la cabeza de Min Ho al agua por algunos segundos. Luego lo sacan. El rubio lo mira.
—¿Está muy fría?
Min Ho sacude su cabeza.
—Por favor, ya paren.
Hunter arquea una ceja.
—¿Parar? —Niega con el dedo—. Oh… no, no, no. Esto apenas inicia.










Halley Roosevelt está en su habitación leyendo. Ella es la definición de una niña bien. Es obediente, respetuosa, estudiosa y muy tranquila. No sale a fiestas, solo va a la iglesia con su padre o a cualquier cosa simple. En el colegio apenas tuvo una amiga como máximo. Es una cerebrito tímida, reservada y sencilla. Vive sola con su padre, pues su madre falleció cuando nació.
—Halley, ven aquí —dice su padre desde la sala.
Ella se apresura en ir.
—¿Me llamaste, papá?
Él levanta una carta.
—Me llegó esto.
Ella junta las cejas, luciendo confundida.
—¿Una carta?
—Al parecer no todo el mundo usa la modernidad de los correos electrónicos.
Le indica a Halley que se siente y ella lo hace.
—Verás, la carta es del internado Santa Teresa. Te aceptaron.
Halley levanta las cejas, luciendo sorprendida ante la noticia. Pero luego agacha la mirada.
—Papá, yo… yo sé que ese es un buen colegio, pero no sé si quiera ir.
—Linda, no desperdicies la oportunidad que la vida te da. Aceptaron incluso darte la media beca. Yo puedo perfectamente pagarte la otra mitad. —Se levanta de su asiento y la mira con dulzura—. El Santa Teresa es un lugar de prestigio en el que te educarás muy bien.
—Es que solo me faltan dos años para terminar la escuela y pensé que la terminaría aquí.
—No me gusta para nada esta escuela local. Hay mucha gente rara aquí. Por ello creo que es mejor para ti estudiar en este sitio.
Halley ajusta sus gafas.
—Tienes razón. Tal vez sea lo mejor para mí.
Su padre sonríe.
—Esa es mi pequeña. Ahora vete a cambiar. Iremos a cenar a un restaurante para celebrarlo.
Halley asiente y se va a su habitación.










Semanas después, Halley llega al internado Santa Teresa. Desempaca sus cosas y las acomoda en su parte de la habitación.
Su compañera de dormitorio, una chica con expresión seria, entra y le toma por sorpresa.
—Así que eres la nueva, ¿no?
—Sí. Soy Halley, mucho gusto.
—Jade —se presenta a duras penas, con mala cara—. Vamos a dejar las cosas claras. Somos compañeras de habitación, pero eso no nos hará mejores amigas. No me gusta que toquen mis cosas, así que no te atrevas a hacerlo. Tú en tu mundo y yo en el mío, ¿quedó claro?
Halley luce nerviosa, pero asiente. Jade toma una chaqueta de su ropero y se va.




Al día siguiente Halley está lista para su primer día de clases. Se coloca el uniforme, cepilla sus dorados y largos cabellos, y se coloca sus gafas.

ENAMORADA DEL DIABLOМесто, где живут истории. Откройте их для себя