Capítulo 6 - Incidente inesperado

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 Halley se encontraba en la habitación. Estaba acostada en su cama, mientras observaba la camiseta que alguien misteriosamente le dio como ayuda para limpiarse en el baño, luego de la broma pesada que le hicieron.

La misma pregunta rondaba por su cabeza: ¿Quién fue el que la ayudó?

 Las únicas personas amables con ella habían sido Thomas y James, pero el primero había dejado claro que no había sido él quien la ayudó.

 Solo restaba preguntarle a James, aunque a este último no recordaba haberlo visto en la escena.

—¿Quién fue? —dice acercando la camiseta a su rostro.

 Le llama la atención el olor que desprendía esta. Era un aroma salvaje, pero fresco y embriagante. Olía a una colonia, una colonia de un hombre.

 Ahora ella sabía con seguridad de que se trataba de un chico, pero ¿quién? ¿Quién aparte de Thomas y James habría tenido esa gentileza? ¿Quién era tan noble como para hacer eso?

Tenía una gran interrogante. ¿Cómo lo resolvería?

 No podía ir por allí acercándose de chico en chico para olerlos y así descubrirlo. No quería parecer una loca acosadora, aunque sí quería descubrir a aquella persona, porque sentía que le debía un "Gracias".

El sonido de la puerta abriéndose la saca de sus pensamientos.

Jade entra.

—Oye, ¿ya supiste quién fue el de la broma?

—No.

Jade se sienta en su cama.

 —Escucha, sé que te dije que no podemos ser amigas, pero supongo que podemos llevar una buena relación de compañeras de cuarto.

Halley se sienta.

—Si eso deseas...

Jade la mira.

 —¿Sabes? Estoy segura de que esto es obra de Alexa. Sé que el día en que la profesora de historia la acusó por lo del plagio del ensayo, ella se enojó y la agarró contigo, porque tú saliste bien en ello.

—Tal vez lo fue, o tal vez alguien más.

Halley piensa que eso pudo ser obra de Alexa, o de los perversos Jacob y Donovan.

Incluso del mismo Hunter, ya que él le había dicho que podía mostrarle qué tan malo podía ser.

—¿A quién te refieres al decir eso?

Halley se pone de pie.

 —Alexa o quien sea da igual —suspira—. Tal vez solo tenga dos opciones, o, olvidar aquello y seguir adelante mientras termino de estudiar aquí, o simplemente rendirme e irme.

 —Quizás te entienda con eso último. Muchas veces he querido rendirme con varias cosas. Como, por ejemplo, en que nunca seré buena en ciertas materias.

 —Jade, he notado que tienes cierta dificultad en ciertas cosas, pero creo que se debe a que tienes dislexia.

—¿Dislexia?

Halley asiente.

 —Creo que es eso, por lo cual sería mejor que vayas con un profesional y que te dé su diagnóstico. Así sabrás si se trata realmente de dislexia —se mete al baño.

 Al día siguiente se despierta y mira al techo. Tenía dos opciones: rendirse ante el egoísmo y mala vibra de los demás como una niñita débil, o ser una mujer fuerte.

 Luego de pensarlo un poco, se levanta. Pasa una mano por su cabello y toma sus gafas. Se va al baño. Al salir de este, mira la camiseta de cuyo dueño aún no sabía la identidad. Por alguna razón aquel aroma seguía en su mente. Sentía que tan solo el olor que esta poseía le daba mucha curiosidad por conocer al dueño. Olía muy bien. Sentía una curiosidad extrema por saber quién era ese chico, y cómo era.

Al ir a su primera clase se sienta a esperar a que el profesor llegara.

Hunter entra, pero sin mirarla ni por un instante. Solo pasa recto a su puesto.

Tal vez ahora él estaba aplicando eso que ella le había pedido, de que no se le acercara más.

 Aquello para Halley era lo mejor, ya que significaba librarse de los problemas que ese chico traía. Sumado a eso, aún ella desconfiaba de él. Le seguía pareciendo alguien que solo podía hacer "Cosas malas".

 Sabía que no era justo juzgar a las personas por los actos de los demás, como en el caso de él, que todos le temían por ser el hijo de un asesino, pero al parecer el propio Hunter se había hecho una reputación.

 Quizás no llegaría al extremo de ser un criminal, pero estaba involucrado en cosas turbias, como intimidar a otros en el colegio, y eso para ella era suficiente.

 Después del almuerzo,  va al baño para lavar sus manos. A diferencia de otras chicas, ella no iba para retocarse el peinado o pasarse horas arreglándose frente al espejo. Por ello su viaje al baño era algo rápido y preciso.

 Al entrar al baño escucha a alguien sollozar. Se acerca lentamente, encontrándose a Alexa sentada en el suelo con las piernas apretadas a su pecho mientras llora.

Esta se percata de la presencia de Halley, así que levanta la cabeza y la mira.

Al ver de quién se trataba se pone de pie.

—¿Qué me ves?

Halley retrocede unos pasos.

—Solo venía a lavarme las manos.

Alexa se limpia los ojos.

—Pues felicidades, porque te ganaste una golpiza por impertinente.

 Sí, otra vez Halley había estado en el lugar y el momento equivocado, y recibía una amenaza por ello.

—Cálmate.

—No voy a dejar que vayas corriendo a decirle a todo el mundo que me encontraste así.

—Yo no le voy a decir a nadie.

 —Claro que lo dirás, porque de seguro amas el chisme como todo el mundo. Irás y dirás que la perra de Alexa estaba llorando como idiota en el baño.

—No tengo por qué hacerlo. No me incumbe.

Alexa la mira de arriba a abajo con duda.

—¿Por qué habría de creerte?

—Te lo puedo asegurar.

Alexa da unos pasos hacia ella.

—Más te vale que no le digas a nadie —se va.







 Al día siguiente, Halley va a la piscina cuando el equipo de natación estaba practicando. Ve a Thomas nadar. Se sienta en las gradas.

Cuando él sale del agua, va hacia ella.

—Hola, chica de gafas.

Ella le sonríe.

—Sentí curiosidad y quise venir.

—¿Ah sí? ¿Y qué tal lo hice?

—Te doy un 20 de 10.

—¡Wow! Me lo voy a creer.

Ríen. Luego caminan alrededor de la piscina.

 —El sábado, aprovechando que solo los fines de semana nos dejan salir, habíamos planeado hacer un paseo de todo el colegio —comenta él.

—¿A dónde irán?

—A un festival de música que se realizará por aquí cerca.

—Suena divertido.

—Deberías ir.

—No tengo con quién ir. No tengo amigos aquí.

—Me tienes a mí. Te estoy invitando.

Ella se detiene y lo mira.

—¿Invitándome?

—Pues sí.

 Halley siente un mariposeo en su estómago. Thomas la estaba tomando en cuenta y quería que ella fuera a aquello con él.

—¡Oh! —dice acomodando su cabello tímidamente.

Thomas la mira.

—¿Y bien? ¿Te sumas?

Ella sonríe y asiente.

ENAMORADA DEL DIABLODonde viven las historias. Descúbrelo ahora