Capítulo 5 - El héroe anónimo

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 El padre de Halley, quien era abogado y trabajaba en un bufete en Columbus, la capital de Ohio, estaba hablando por teléfono con su hermano Ethan, tío de Halley.

—Deberías venir con Halley a pasar una temporada acá en Florida.

 —Es complicado, ya que tengo cosas que cumplir con mi trabajo y Halley ahora está en Chicago, en el internado.

 —Dedicas tu vida solo al trabajo y a cuidar de Halley, quien ya no es una niña. Ni siquiera te has dado la oportunidad de conocer a alguien con quien reconstruir tu vida.

—Tengo mis prioridades muy claras, y una de ellas es velar por el bienestar de mi hija.

—Mi sobrina ya está bastante grande. No debes preocuparte tanto por ella.

—Siempre lo haré. Lo haré como lo he hecho desde que vino al mundo.

—Hablando de eso, ¿no crees que es mejor decirle la verdad?

—¿De qué verdad hablas?

—Ya lo sabes. Esa verdad que le has ocultado desde que nació, la que cubriste con una mentira.

El padre de Halley demora en responder.

—Es mejor que siga creyendo lo que le he hecho pensar hasta ahora.

—Pero Frank, se trata de su madre.

El padre de Halley suspira.

 —Precisamente porque se trata de su madre, ella no puede saber la verdad. No quiero causarle ese dolor.






 Halley estaba en la capilla de la iglesia, aun bajo la vigilancia de la monja, cumpliendo con su castigo.

 En una banca lejos de ella estaba Hunter. Ella evitaba hacer cualquier contacto visual con él. Le causaba un poco de molestia, su forma tan cínica de ser. Sumado a eso, aun aquel chico le daba un poco de temor. Incluso allí sentado se debía totalmente desencajado en cuanto al lugar. Era como si fuera un demonio metido en el lugar equivocado.

La monja termina de leer y se acerca a ellos.

—Ya se pueden retirar. Espero que hayan podido reflexionar y no vuelvan a meterse en líos.

 Halley asiente, tomas sus cosas y camina hacia fuera de la capilla. Al ir caminando ve a Hunter caminar tras de ella, por lo cual acelera el paso para alejarse lo más rápido posible de él.

 Al día siguiente ella está en la biblioteca. Estaba escribiendo, cuando alguien se coloca a su lado.

Thomas la mira con una sonrisa radiante, aquella que era su mayor atractivo.

—Supongo que es normal verte mucho por aquí, cerebrito.

 Halley levanta la vista. Al notar que se trataba de su compañero, que cada vez le llamaba más la atención, se sonroja.

—Thomas. Hola —mira sus libros—. Estaba haciendo algo de tarea.

 —Por eso eres la mejor de la clase, y eso que llevas poco tiempo estudiando aquí. Todos los profesores siempre hablan de que eres lista.

Halley sonríe y se acomoda un mechón de cabello tras la oreja. Thomas se sienta en la mesa.

—Casi siempre eres muy callada, y la mayor parte del tiempo te veo sola.

 —No me he relacionado con muchas personas aquí. Además de eso, puede que no tenga el don de hacer amigos.

 Thomas sonríe. Una mujer de falda hasta los tobillos, camisa de mangas largas y gafas con demasiado aumento se acerca a él.

—Jovencito, me hace el favor de bajarse de la mesa y sentarse correctamente.

Thomas baja de la mesa.

—Lo siento. No volverá a repetirse.

 Cuando la bibliotecaria se va, él y Halley ríen en complicidad. Luego él se sienta frente a ella en una silla.

ENAMORADA DEL DIABLODonde viven las historias. Descúbrelo ahora