CAPITULO CUATRO

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•EL DESPERTAR•




Angeline









Los cuatro me habían sacado de esa habitación, tenía una venda en los ojos, solamente gritaba para que me dejaran.

—¡Déjenme!¡Porfavor!—pero en lugar de eso, me tiran a una especie de cama y me atan de manos y pies.

Escucho como cierran la puerta. Me sacan la venda y...no...

Estaba por ser electrocutada...

—¿Que..?—dije. De un momento a otro el de trenzas se acerca a mí y me mira con una cara sádica.

—Si tan solo no fueses tan ruidosa no pasaría está mierda.—me dijo colocándose en la parte de adelante de la cama.

—Por favor...¿¡Que carajos quieren!?—pregunte con temor. Mí cuerpo temblaba, mientras mí corazón latía mucho más rápido.

—Ya callate.—dijo el de pelo largo en un tono seco y enojado.—Eres jodida.

—¿Y, Tom?¿Le ponemos un palo en la boca o no?—pregunto el rubio.

—No...quiero escuchar sus gritos...—dijo. Y de un instante a otro me puso en la cabeza la máquina.

—¿Lista?— me dice y prende la máquina.

—¡Ahhhhhhhhggg!—un grito salió de mis labios. El dolor era insoportable, mi cuerpo temblaba.

—Eso...—oí eso de parte de el de trenzas. Ya que mis propios gritos no me dejaban escuchar.

Dios...¿por qué?...

¡Ahhhhhhhhhggggg!—mis gritos desgarradores eran incontrolables, no podía resistir.


—Desatenla.—ordeno el de trenzas. Segundos después estaba desatada, ellos me levantan de la cama y yo caigo al suelo.

Mis piernas estaban temblando, estaba de un tono pálida.

Mis uñas como las de Satanás...este es el despertar...pero falta mucho para la masacre...

Georg, llévala a mí cuarto.—dijo el de trenzas. El de pelo largo me levanta del suelo y me saca de la habitación a rastras.

—Camina, zorra—me levanta de un jalon y me tira dentro del cuarto que el de trenzas dijo.

El de pelo largo se saca el cinturón...y me tira contra la cama.


Caigo boca abajo y el de pelo largo me habal:—Lindo tracero...voy a disfrutar un poco contigo...—dijo con ironía.

—N-no, p-po-orfavor—digo con la voz entre cortada, mis labios secos y piel pálida. La sangre de mí nariz ya seca de todos los golpes.

—Solo te meteré mí pene, y quiero que grites como la perra que eres...—de un momento a otro entra el de trenzas.

—¿Que mierda le ibas a meter?¿Georg?—pregunta el de trenzas con un semblante serio y enojado.

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