CAPITULO VEINTIDÓS

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•EL INFIERNO EN LA TIERRA•

Gabriel




Miraba como el cuerpo de aquel hombre con trenzas africanas se hundía en la llamas. Ardiendo con resplandor en ellas.

Sus gritos desgarradores y ahogados eran música para mí. Ver como su ropa se desintegraba y se hacía cenizas dentro de ahí.

Su rostro deformarse y cuerpo, mientras sangre salía de debajo de sus pies, donde se encontraban agujas y navajas clavadas en el suelo...

—Gabriel...¡Gabriel! Despierta.—hablo mí hermana a gritos.

Me levanté del sofa en el que me encontraba totalmente dormido segundos antes. Me había quedado dormido en el sofá del sótano, donde allí se encontraba el hombre al que torturando un rato con Eva, para poder saber más de lo que teníamos.

Su cuerpo estaba atado desde sus pies, boca abajo y sin su rostro, el cual se encontraba tirado como un trapo un el suelo de cemento.

Sin un brazo y con partes de sus órganos saliendo. Lo cual me gustaba ver aquella imagen.

—Bien...Eva, necesito si busques todas mis armas, y todas las mierdas que tengas.—dije y camine hasta donde ese encontraba su rostro, tirado en el suelo junto a un enorme charco de sangre.

Mire este y lo aplaste con mí pie, dejando que se deforme mas. Saqué mí pie y camine hasta la casa, dejando el cadáver ahi.
Eva salió detrás de mí, mientras los dos subíamos las escaleras.


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| Mismo tiempo|

Angeline



Habíamos regresado a casa, pero me encontraba aquí en el sótano. Mientras que Tom se follaba a la mujer en la habitación suya.

Habían pasado casi dos días desde que comí. Mí estómago dolía al no tener nada que comer, y las ganas de vomitar aparecían. Pero simplemente lo intentaba ignorar.

Las cadenas que sostenían mis manos juntas dolían de lo apretadas que estaban. Sintiendo el olor de descomposición del galon verde que estaba a unos metros de mi.
Manchas de sangre en el suelo, algunos dedazos de carne humana que estaban cubiertas de moscas y en otras cucarachas.
Mis mejillas estaban tan mojadas y ardían, mis ojos picaban y dolían de las horas en las que estuve llorando.

Hasta que escucho como alguien baja las escaleras del sótano, los pasos se acercaban cada vez más. Hasta que aparecen en los últimos dos escalones. Eran Tom y Bill.

Tom sostenía del pelo a la mujer con la que se había quedado en la habitación, la cual estaba totalmente inconsciente. Y Bill, sostenía una motosierra eléctrica.

Tom se dirije a mí y lanza el cuerpo de la mujer a escasos centímetros de mí. El se queda a ahí, mientras que Bill se acercaba al cuerpo de la mujer. Tom solo me miraba con una sonrisa burlona y divertida.

—Prende la motosierra, bill.—a lo que Bill hace caso a las palabras de Tom, y en menos de un segundo prende la máquina.

FALLEN ANGELDonde viven las historias. Descúbrelo ahora