Honey!

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Dos gotas de lluvia cayeron sobre su mano extendida y al elevar la mirada, el cielo se iluminó con un relámpago

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Dos gotas de lluvia cayeron sobre su mano extendida y al elevar la mirada, el cielo se iluminó con un relámpago. El suelo a sus pies vibró. Lo ideal hubiera sido ir a su casa, tomar un baño, beber una taza de café y refugiarse en la calidez y comodidad de su cama. Sin embargo, sus planes lo conducían a un rumbo tan solo un poco diferente.

—¿Pido un taxi o tu papá envió al chofer? Si es la segunda, espero que ya esté cerca. Mi abrigo es un regalo exclusivo y no quiero estropearlo.

Quitó la mirada del cielo y se fijó en su mejor amigo. Su cabello castaño estaba hecho una maraña y el gorro de lana parecía ser la única salvación para la melena rebelde. Se enfocó en el abrigo grueso, pequeñas gotas de lluvia permanecían atrapadas en las imperceptibles pelusas. Volvió la vista al frente y asintió.

—Tú espera al chofer. Yo tengo cosas que hacer —dijo con soltura. Empujó su maleta junto al montón de su amigo y cogió su infalible bolso—. Te veo mañana en la oficina.

Jooheon maldijo. Atrapó el brazo de Hyungwon un segundo antes de que se alejara para tomar un taxi.

—Por favor dime que no irás donde creo que irás —dijo, con una mirada suplicante.

Hyungwon se quitó la mano ajena sonriendo cínicamente.

—Tus peticiones y mis necesidades no van de la mano. —Hyungwon detuvo un taxi y se apresuró a subir. Sabía que Jooheon no lo seguiría por dos razones; no le gustaban las tormentas, por mínimas que fuera y hace tiempo se había dado por vencido en impedirle que visitara a su chico.

En busca de proveedores, distribuidores, almacenes y demás, viajaba constantemente fuera o dentro del país. Algunas veces en compañía de su mejor amigo y otras en completa soledad. El tiempo de viaje variaba dependiendo de sus deberes, pero su ritual al volver nunca, ni una sola vez, había cambiado. Su mente y cuerpo gritaban misericordia. El estrés del trabajo y las largas horas de vuelo lo volvían irritable. Sin embargo, la liberación de sus tensiones se encontraba en un pequeño departamento, en uno de los barrios más baratos de la ciudad.

—Buenas noches —le sonrió al conductor. Por un instante consideró la posibilidad de pedirle que diera vuelta y lo llevara a un hotel, pero alguien más lo esperaba—. Quédese con el cambio.

Cerró la puerta y vio al auto alejarse. La lluvia caía sobre él sin pena, mojando cada una de sus prendas y cambiando la temperatura de su cuerpo. Hyungwon cruzó la calle mirando hacia la única ventana abierta del viejo edificio. Sonrió al descubrir las luces encendidas. Con paso decidido se adentró en el condominio fingiendo no prestarle atención a las paredes descoloridas o al estruendo de sus zapatos contra el metal gastado. El olor a humedad golpeó sus fosas nasales, pero aun así continuó hasta llegar al penúltimo piso.

—Espero que me trates bien, pedazo de mierda —murmuró subiendo el último escalón. Sus zapatos goteando en sincronía.

Soltó el poco aire que le quedaba una vez estuvo en el pasillo. Comparó el brillo de sus zapatos con la alfombra obsoleta. Hasta el momento no terminaba de comprender por qué era él quién debía visitar ese tipo de lugares incluso bajo una terrible lluvia de Octubre.

Love or Sin?Where stories live. Discover now