Amigo

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La última firma y una sonrisa se puso en sus labios

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La última firma y una sonrisa se puso en sus labios. Cada noche de insomnio y las horas de negociación habían rendido fruto. El negocio que impulsaría el nombre de la empresa, que con dedicación crearon sus padres, estaba concretado.

—Es un placer hacer negocios con usted—dijo tendiendo su mano al hombre canoso y arrugas en todo el rostro—. Le aseguro que ha tomado la mejor decisión.

—Por supuesto, un hombre bello e inteligente siempre trae prosperidad.

—Gracias, Señor O.

El accionista besó su mano sin quitarle los ojos de encima.

—Es usted bienvenido a mi hogar, joven Chae —ofreció soltando la mano de Hyungwon—. Las puertas de mi casa y de mi corazón están abiertas para usted.

Hyungwon sonrió e inclinó su cuerpo en una reverencia ocultando el asco y la repulsión que le provocaba el ofrecimiento.

—Espero que nos encontremos pronto —dijo con fingida amabilidad, aunque por dentro estuviera maldiciendo al viejo coqueto y pervertido.

Las puertas se cerraron y expulsó el aire retenido en sus pulmones. No conseguía adaptarse a las conversaciones con hombres arrogantes y orgullosos de banalidades, mucho menos a los que intentaban seducirlo con trucos de los 50'.

—¡Eres un idiota! Deberías aceptar la oferta del señor O— le recriminó Jooheon caminando tras él—. Es un buen pez gordo.

—No me interesa.

—¿No te interesa? Y ¿Qué hay de los millones en el banco y otros más en propiedades en Gangnam y el extranjero? ¿Esos si te interesan?

Hyungwon movió la cabeza de un lado a otro mientras se sentaba en la esquina del escritorio. Desabrochó su saco y puso ambas manos en su cintura.

—No me interesa prestarle mi culo a un vejestorio como el señor O —rio divertido por lo absurdo de la propuesta—. No sabemos siquiera si se le sigue parando.

En dos zancadas Jooheon se plantó frente a él y con una expresión de burla dijo:

—Pero a un idiota de barrio ¿Si?

—¿Eh?

Hyungwon se volvió hacia Jooheon con una ceja levantada.

—¿Cómo se llama el idiota con el que te veías cada mes?

—¡Oh! ¡Hoseok!

De un salto se bajó de la mesa y comenzó a buscar su celular de repuesto en los cajones del escritorio. Al encontrarlo, lo encendió esperando ver notificaciones de Hoseok.

—Qué extraño. No tengo mensajes de él —comentó, girando el teléfono entre sus dedos pulgar e índice—. ¿Seguirá molesto por lo de la última vez?

Jooheon se acercó a él por detrás.

—¿Tú qué crees? Te escuchó hablar mal de él, pero bien de su pene.

Love or Sin?Where stories live. Discover now