Nuestros Cuerpos Entrelazados....

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Sonreí adormecida, sintiendo en mi cuello los ronroneos tiernos y relajados de Lauren, que me mantenía firmemente sujeta a ella, con su brazo rodeando mi cintura. Alargué la mano y reconocí del suelo la bata blanca, cubriendo con ella mi cuerpo por delante y asegurándome una vez más de que me había bajado la falda del todo. Los labios de ella atraparon el lóbulo de mi oreja, estremeciéndome y haciéndome sonreír. Ella rio suavemente, susurrándome al oído.

- ¿Te ha dado un arranque de vergüenza a estas alturas?

- Más bien, un arranque de frío, le respondí apretándome contra ella.

Suspiré, mirando la puerta cerrada del despacho. Aquel lugar que servía para mis noches de guardia, donde tenía un pequeño escritorio, una silla desgastada, una cama individual y poco más como mobiliario decorativo. Aquel lugar que siempre me había resultado lúgubre y triste. Ahora era muy diferente. El beso lo había cambiado todo. Tras besarnos una vez, hubo otra y luego una más... y ya no hubo forma de parar. Lauren me había llevado de la mano hasta el pequeño cuarto, yo había cerrado la puerta y todo lo demás había dejado de importar. Habíamos terminado enredadas la una en la otra, recostadas en el pequeño camastro, besándonos y tocándonos sin medida. Al final, ocurrió lo que tenía que ocurrir: terminamos haciendo el amor ardientemente. Jamás me había sentido de la manera en que Lauren me hizo sentir. Nunca había sido besada, acariciada y deseada de la forma en que ella lo hacía. La bonita ropa de salir que llevaba para mi frustrada cita con Shawn había acabado desperdigada por el suelo, a excepción de la falda, que había permanecido enrollada en mis caderas, ya que quitármela habría sido perder un tiempo precioso. La fogosidad de sus movimientos, de sus embestidas, la forma en que su cuerpo y el mío habían encajado, de manera perfecta, todavía me hacía estremecer. Lauren me había llevado al orgasmo con una facilidad que me sonrojaba, y no se había detenido ni se había permitido perderse en su placer hasta que mi estado fue laxo y saciado por completo. No podía compararlo con nada, porque aquel sexo con sentimientos de fondo, con palabras susurradas, con risas y juegos entremezclados con el deseo y el placer, superaba con creces cualquier otra experiencia.

- Deseaba tanto que pasase esto... Nunca creí que fuera posible, y mucho menos aquí dentro.

Las palabras de Lauren me hicieron despertar de la ensoñación en la que había estado sumergida. Me coloqué boca arriba, mirando embobada sus ojos verdes, grandes y brillantes y su cálida sonrisa satisfecha.

- No imaginas cuánto quería hacer esto contigo, me susurró, a modo de confianza y finalmente decir...

- Desde el primer momento en que te vi.

- Yo también deseaba que pasase, reconocí, acariciándole la mejilla.

- Nos estamos saltando muchas reglas, me parece, murmuró, mirándome con aprensión.

- No supones cuántas, admití, preocupada.

- ¿Pero sabes qué? Que me importa una mierda. Porque tú... ahora... me has hecho sentir como una mujer libre. Libre y feliz.

Le sonreí, cerrando los ojos cuando se inclinó sobre mí y volvió a besarme, devorando mis labios como si aquello fuese lo último que pudiese hacer en su vida.

- Me has hecho sentir tan bien con todos tus cuidados, con tus atenciones... continuó hablándome, mientras sus besos se deslizaban por mi cuello.

La Enigmatica JefaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora