Prefacio

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La hora más emocionante de la noche había comenzado para la pequeña niña que se acomodaba en el mullido sofá de la sala.

Con sus pequeños brazos se aferraba a una almohada en forma de gota de agua. Era su favorita.

Su abuelo había apagado la luz. La estancia era iluminada por una pequeña vela que encendió y colocó en el medio de la mesa ratona.

El hombre de cabellos canosos y rostro lleno de arrugas dio inicio a la historia de esa noche.

Los ojos grandes y expresivos de su nieta brillaban expectantes. A pesar de tener solo cinco años los relatos salvajes no parecían infundir miedo en su sistema.

Y es que la niña se imaginaba en su pequeña mente a todas esas criaturas que su abuelo describía con naturalidad.

Perros gigantes volando sobre las nubes. Arañas enormes devorando humanos. Mujeres fuertes y valientes aniquilando demonios portando únicamente arcos y flechas.

— ¿Aún viven abuelos?

Preguntó emocionada. Con su pequeño corazón latiendo de prisa.

Su abuelo le acarició la punta de la nariz con la yema de su dedo índice.

— Se dice que han tomado la apariencia de un humano pero que por las noches salen a buscar a sus presas.

— ¿Comen niños?

— ¡Oh, si! Son sus favoritos.

La niña se cubrió el rostro con la almohada y su abuelo se torció en una carcajada que retumbó en toda la estancia.

— Papá, deja de asustar a la niña.

Pidió la joven madre mientras encendía la luz. La llevó en brazos hasta su habitación y la acostó en su cama. La arropó con su sábana de princesas y besó su frente.

Esa noche la niña no pudo conciliar el sueño. Afuera, el aire movía con violencia las ramas de los árboles. Los golpes bruscos en el cristal de la ventana aceleraban su corazón.

Sombras uniformes se dibujaban en la pared y del rincón de su habitación percibió el ágil movimiento de un ser.

Un ser que creyó que solo era producto de su imaginación.

Se acercó lentamente a ella, revelando un rostro precioso y ojos rojizos.

Posó su dedo índice sobre sus labios y sonrió tiernamente.

La niña lo imitó sin saber que había tentando a la bestia.

Seducida Por la Oscuridad © Where stories live. Discover now