Desde tiempos inmemorables la misma historia era repetida de generación en generación.
La existencia de seres inimaginables. Deidades que bajaron del cielo y habitaron la tierra.
Criaturas sedientas de sangre que lucharon entre sí por la supremací...
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Emporio Taisho
Un día más, un puto día más. La existencia me sabe a mierda. Mientras avanzo hacia mi oficina me cuestiono si es necesario aparentar algo que no soy.
Años de lucha constante por la libertad, por obtener poder y cuál fue el resultado. Soy un pelele de la modernización, de la actualización.
Los humanos son como un parásito que todo lo devoran, todo lo pudren. Millones de hectáreas de bosque fueron arrazadas por máquinas conducidas por ellos. Animales exóticos y feroces terminaron siendo domesticados para distraer a todos esos enfermos que pagan por verlos sufrir.
Mi raza fue pisoteada, masacrada, ultrajada. Las hembras violadas para después ser lanzadas al fondo de pozos llenos de leones feroces.
Tratar con ellos, oírlos hablar, reír, vivir felices despierta mi bestia interna, la cual gruñe y exige venganza.
Soy consciente de que los tiempos no son iguales. Aquellos días en donde los humanos huian de nosotros, aquellos días donde eran subyugados y aniquilados por los Youkai, llegaron a su fin.
Esa era ahora solo es parte de una clase de historia impartida a los estudiantes por un profesor incompetente que se cree el sabelotodo.
Maldito dolor de cabeza que no me deja en paz. El elevador se abre y mi asistente, una anciana que huele a muerte, me ofrece una reverencia y me sigue hasta el interior de mi oficina.
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— Tráeme unas putas aspirinas y cierra las malditas ventanas.
Lanzo el maletín sobre el escritorio. Kaede se apresura a cerrar todas las cortinas. Para cualquiera la vista le resulta impresionante, majestuosa, envidiable pero no para mi.
Ver la ciudad solo incrementa mi deseo por arrazarla. Por destruir todo a mi paso hasta que queden puras cenizas. He tenido que lidiar con estos impulsos durante décadas.
