5

100 17 4
                                    

Kagome Higurashi

Veo todas las carpetas desparramadas sobre el escritorio, en los muebles, en el piso. Hay documentos por todos lados. Me froto la frente con las yemas de mis dedos. Ni siquiera tengo idea por dónde empezar. El reloj en mi muñeca marca las siete de la noche. Ya llevo dos horas extras.

Sesshomaru sigue encerrado en su oficina revisando unos diseños de los nuevos autos que la empresa fabricará a finales de mes para lanzarlos al mercado. Me he quedado tan sorprendida de la fama que posee. Los autos ni siquiera están fabricados y ya tiene varios pedidos nacionales y extranjeros. Me pregunto, qué hará Sesshomaru con tanto dinero.

No pierdo el tiempo con preguntas tontas y me dispongo a ordenar todo. Las ordeno por colores y tamaños. Ya después reviso el contenido de cada una para irlas agrupando en los anaqueles correspondientes. Según la poca explicación de mi jefe, ésta oficina está patas arriba porque hubo un tiempo en donde él se alejó de la empresa para darse algo así como un año sabático aunque por el desastre me parece que fue más de un año.

Estoy por ordenar el último grupo de carpetas azules cuando mi estómago gruñe. Joder, tengo tanta hambre. Sesshomaru me dijo que en cuanto quisiera comer algo se lo hiciera saber pero me he estado aguantando porque me da vergüenza pedirle mi cena.

Veo el reloj, son las diez de la noche. Tres horas encerrada en este lugar que ahora sí parece una oficina. Por simple curiosidad abro una puerta que está al costado izquierdo. Es un baño, está un poco sucio pero me sirve. Abro el grifo y me mojo las manos para después pasarlas por mi nuca. Me echo un poco en el rostro para espabilarme. Me suelto el cabello y lo peino con mis dedos. Me hago nuevamente la coleta y salgo. Estando todo listo tomo las carpetas que Sesshomaru me pidió y me encamino a su oficina.

El pasillo está desolado. Uno que otro guardia se pasea cada determinado tiempo. Al parecer él y yo somos los únicos que nos hemos quedado. Eso me hace sentir un poco incómoda. Por más que trate de no fijar mis ojos en Sesshomaru no lo logro. Es imposible no clavar la mirada en un hombre como él. Su belleza, su porte, su voz, todo, todo en él es irresistible. Y sumándole a su impresionante físico la fortuna que maneja, se podría decir que es el hombre perfecto.

Llamo a su puerta y cuando escucho el adelante, abro y entro. Su aroma exquisito me inunda los pulmones. Se ha quitado el saco y ha enrollado las mangas de su camisa blanca hasta sus codos. Saliveo como una hiena hambrienta frente a su presa. Veo sus manos, grandes de dedos largos que se mueven sobre el diseño que está ocupando la mayor parte del escritorio.

- Las carpetas que me pidió - hablo y su rostro se gira en mi dirección ¡madre bendita! Esos ojos me van a volver loca.

- Llevas horas aguantando hambre¿Por qué Kagome? - sus brazos se cruzan sobre su pecho.

Me quedo como una estatua en medio de su oficina, con las carpetas contra mi pecho. Mi boca se desconectó de mi cerebro un par de segundos. No logro articular una respuesta coherente.

- No quiero ser una molestia - aclaro al fin. Sesshomaru niega moviendo la cabeza.

Se frota el tabique nasal. Puedo notar su cansancio en su mirada.

- Es mi obligación - mira su bonito Rolex - por suerte aún hay restaurantes abiertos.

- Yo no...

- No quiero excusas. Deja las carpetas en el escritorio. Iremos a cenar y luego te llevaré a casa.

Su tono demandante no me permite refutar. Me acerco al escritorio para dejar las carpetas y sin querer mi brazo se rosa con el suyo. La sensación de su piel contra la mía fue extraña pero agradable. Con piernas temblorosas me dirijo a la puerta.

Seducida Por la Oscuridad © Where stories live. Discover now