DOS

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WIN 🐰

Win  se quedó mirando el hueco vacío entre la gente.

—Vaya idiota que he sido tirando las putas sillas. —Se volvió hacia Gun—. ¡Y tú! Mira que darle esa estúpida chapa… ¿Por qué lo has hecho?

Gun se encogió de hombros, arrepentido.

—Supongo que la he cagado, ¿no?
Win echó un vistazo en dirección a la puerta.

—A lo mejor todavía puedo alcanzarlo.

En un instante, salió por la puerta y bajó a toda prisa los cuatro pisos. Cuando llegó a las escaleras de entrada al edificio, miró hacia un lado de la calle, luego al otro. ¿De verdad el hombre de sus sueños había acudido al encuentro?

Buscó por todos los bloques del barrio. Solo cuando se convenció por completo de que Bright había desaparecido, se metió a regañadientes en el metro en dirección a las afueras. Deprimido, echó pestes de Gun todo el trayecto hasta casa.

 Deprimido, echó pestes de Gun todo el trayecto hasta casa

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—¿Win? ¿Estás bien, cariño?

Sumido en sus pensamientos, Win no había visto a su madre, agachada junto al parterre de flores del jardín delantero, mientras cogía un puñado de bulbos de tulipán.

—Pareces preocupado.

Win la observó plantar los bulbos en la tierra removida y deseó poder hablarle de Bright. Por supuesto, para eso primero tenía que decirle que era gay. Y ella se enfadaría y se lo diría a su padre. Y él montaría un mega rollo de padre y muy señor mío. Garantizado.
Win le alargó algunos tulipanes.

—Estoy bien. ¿Hay algo para comer?

—Hay galletas en la cocina. Entra con cuidado, que acabo de encerar el suelo. Por cierto, tu padre tiene una sorpresa para ti. —Le gritó mientras se iba—: ¡Acuérdate de quitarte los zapatos!

Win se quitó los zapatos nada más entrar y los dejó en el zapatero. Su madre era una obsesa de la limpieza.
Su padre estaba sentado en su sillón reclinable viendo un partido de fútbol. Win tomó un par de galletas.

—Mamá dice que tienes una sorpresa para mí.

Su padre rebuscó en el bolsillo de su camisa y, con una floritura, sacó un sobre.

—¡Tachán! Adivina, adivinanza… Venga, ¡inténtalo!

Win odiaba cuando su padre le trataba como a un niño. Ya tenía diecisiete años.

—No me apetece. —Mordió una galleta.

La sonrisa de su padre desapareció.

—Pues antes te encantaba este juego. —Suspiró y abrió el sobre. Sacó su contenido y lo anunció como si estuviera en los Óscar o algo aún mejor—: Entradas para ver a los Redskins el domingo siguiente a Acción de Gracias. Solo tú y yo.

Línea Arcoiris (BrightWin)Where stories live. Discover now