12. Apego ansioso ambivalente

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Cuando era pequeña me encantaba jugar con mis muñecas de Barbie, le pedía a mi hermana Lucrecia que me acompañara en mis juegos para no sentirme sola pero nunca quiso porque ella prefería hablar sobre chicos con Fabiola y sus amigas del vecindario...

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Cuando era pequeña me encantaba jugar con mis muñecas de Barbie, le pedía a mi hermana Lucrecia que me acompañara en mis juegos para no sentirme sola pero nunca quiso porque ella prefería hablar sobre chicos con Fabiola y sus amigas del vecindario que venían a nuestra casa a pasar las tardes supuestamente para estudiar.

Las chicas se encerraban en el cuarto, tenían una colección de fotos de artistas y cantantes famosos. Cada vez que pegaban una foto en el album suspiraban, escuchaban música romántica mientras hacían eso, era como un ritual que nunca entendí, por más que yo intentase hacer lo mismo me sacaban del cuarto y yo terminaba afuera llorando pero luego me limpiaba las lagrimas y jugaba sola, aunque no tan sola porque tenía un hermoso gato negro que era mi compañero de juegos. Lo llamaba Mishi, era mi mejor amigo, tenía una mirada tan profunda, realmente sentía que me entendía. Mishi jugaba todo el día conmigo, a veces era el mueble de mis muñecas, otras veces el padre o esposo de una de ellas.

Creí que Mishi nunca me abandonaría. Pero un día solo desapareció. Esa mañana lo vi muy triste parecía enfermo, le supliqué a mi madre que lo llevara al médico pero no me prestó atención, cuando lo busque al día siguiente no lo encontré por ninguna parte. Lloré bastante ese dia, hasta perdí el apetito y me acosté sin cenar, al día siguiente mi madre me llevó a una tienda de mascotas para escoger a otro gato pero me negué porque no quería que otra vez me abandonara y más nunca tuve a otro gato.

Papá le dedicaba más tiempo a mis otras hermanas, las ayudaba forrando los cuadernos y escribiéndole sus nombres, también investigaba las tareas con ellas, como yo era la menor no podía asistir a la escuela, por eso me esforzaba mucho para estar a su mismo nivel, me traté muy duro tratando de memorizar el alfabeto y las palabras para aprender a leer. Durante las vacaciones de mis hermanas, siempre lloraba detrás de ellas porque quería ir a la misma escuelita donde acudían para reforzar sus estudios. Mi madre me inscribió con ellas cuando por fin se cansó de ver la misma escena todos los días.

Me sentí tan feliz caminando detrás de mis hermanas con un cuaderno y lápiz que apretaba con fuerzas entre mis manos como si fuera mi mayor tesoro, mi madre me hacía una hermosa cola de caballo que al correr se contoneaba de un lado a otro, y me ponía mis gomas preferidas de color blanco. Nadie podía borrar la sonrisa que tenía de oreja a oreja, por primera vez me sentí grande e importante.

Después de tanto esforzarme al fin aprendí a leer, prepare una composición para recitarsela a mis padres, no lo pude hacer porque ese día mi padre se fue de viaje al exterior. Era la primera vez que nos dejó. Después viajaba en algunas ocasiones, hasta que un año después se ausentó por meses. Mi madre era muy fuerte, no lloró delante de nosotros pero su semblante cambió y también su forma de ser. Cuando ella regresaba de la tienda era más atenta con los morochos pues apenas tenían tres años y necesitaban más atención. Desde que Mishi desapareció acompañé más a mis pequeños hermanos, jugaba con ellos, de allí surgió mi confianza con los chicos, veía al resto como si fueran mis hermanos hasta que de adulta conocí a Julio a quien amé con todo mi ser.

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⏰ Last updated: Oct 25, 2023 ⏰

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