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Aún levantaba gravilla y polvo con sus zapatos al caminar, acumulado de su visita al cementerio. Recorrió el camino empedrado blanco hasta la entrada principal y entró con su llave. La calefacción estaba puesta. Una nota pegada en la barandilla de las escaleras, con letra grande, anunciaba que su prima había ido a un partido improvisado de fútbol siete con sus amigos. Cualquier cosa, llamar al padre de Angélica. Gala suspiró, yéndose a preparar la cena.

Sus habilidades culinarias habían mejorado con la práctica después del despido de Alina. Se había forzado para atender a su prima cuando Aiden, ocupado, no podía. Sonrió dispuesta a preparar algo ligero pero nutritivo. El huevo y el aguacate estarían bien.

Escuchó la puerta abrirse. Sería Lucía. Últimamente pasaba la mayor parte del tiempo fuera, al aire libre, incluso los días de frío. La llamó. La hiperactiva adolescente fue. Cenó, habló un rato con la policía y se excusó diciendo que tenía sueño. En realidad, iba a echar unas partidas con Luis y su equipo al Valorant. Se despidió emocionada, encerrándose en su habitación y con los auriculares al máximo de volumen.

Aquello era una mansión comparada con lo que estaba acostumbrada y siempre había polvo que quitar. Se entretuvo limpiando. Miró el reloj: las dos de la madrugada. Dejó el plato del comisario en el microondas.

Un Blake hastiado llegó minutos después, entrando por el garaje. Iba tan sumido en sus pensamientos que ni se percató de que Gala estaba presente. Cuando reconoció la linterna, su cuerpo se echó hacia atrás, reaccionando a la defensiva por el cansancio.

—Me has asustado —dijo escueto.

—Necesitas descansar.

—Me encantaría, pero no paro con las reuniones. Hoy he tenido una con el alcalde. Un borracho, nada sorprendente —dejó sus pertenencias y se sentó con dificultad en el sofá—. Llegados a una edad, todos son iguales.

—Qué me vas a contar a mí —terció la mujer. Estaba también agotada, aunque en el plano emocional, y anunció sin filtro—: Lo sé de buena mano porque mi padre es así.

Su superior la observó serio.

—Es la primera vez que hablas de alguien de tu familia que no sea Lucía.

La muchacha se encogió de hombros.

—No hay mucho que contar. Mi tío es como Enrique, ambos de cuestionable moralidad. Ni fuera de casa me pude deshacer de sus problemas. Me arrastran a mí hasta en este mismo instante —se sinceró. Quería que Aiden, ahora que confiaba en él, supiera un poco de la verdad—. No fue solo por Javier. Mi prima vino porque la echaron de casa.

—Eso tenía entendido —continuaba calmado, sin expresión aparente.

—¿Te ha dicho por qué? —el jefe negó— Ellos alegan que es porque es bisexual, sin embargo, nunca lo he creído. Ya les sacaba de sus casillas la manera enérgica y exuberante que tiene su hija de relacionarse. Siempre la amedrentaban, la apagaban. La hacían callarse y estar en una esquina, cuando ella quería salir y ser el centro de atención. Supongo que de ahí viene su rebeldía y su odio a partes iguales —se detuvo a mirar el teléfono—. ¿Y una mujer militar? Intolerable para ellos.

—Menuda estupidez —respondió el hombre, brusco.

La joven asintió y volvió a encogerse de hombros, viendo en su pantalla tres llamadas perdidas de Mat Comisario Emoji Estrella. Pensó en bloquearle. Desvió la vista a la realidad, observando como Blake se frotaba las sienes en un intento de relajar los músculos faciales.

—Será mejor que vayas a descansar, Aiden. Hablamos mañana cuando hayas dormido, aunque sea cuatro horas.

Él no agregó nada. Caminó sigiloso, a su cuarto, dejando a la chica con sus demonios y pensamientos internos en soledad.

La NovataOù les histoires vivent. Découvrez maintenant