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Aitor maldijo al verla. Solía ser puntual y hoy precisamente tenía que adelantarse a su hora. Sonrió a su amiga, fingiendo que todo estaba bien y felicitándola. Del despacho de Blake salió el comisario Ford con un gorrito cónico de fiesta, que contrastaba con su traje de chaqueta azul oscuro y resaltaba sus ojos claros. Al ver a la novata, cerró corriendo para no desvelar la sorpresa. Era tarde para quitarse el adorno de la cabeza.

La cadete no fue consciente hasta después. Cuando levantó la vista, Isidoro agitaba un globo con forma de número dos a pocos centímetros de ella.

—Feliz cumple a mi aprendiza favorita —anunció.

—Os habéis acordado —la ilusión se instaló en el rostro de la mujer.

—¡Y hay más! —gritó Alexis desde su posición— Ven.

La recibieron en el escritorio del jefe con una tarta. Tenía el sello repostero de Marta, sin duda. La hicieron soplar unas velas improvisadas (un seis y un nueve, de los últimos festejos de Hans y Lidia) y luego repartieron trozos a los agentes de la malla. Gala notó que su conviviente americano no estaba, pero prefirió ignorar este hecho y centrarse en disfrutar de su celebración.

Pasó veloz, y Rodríguez al salir de servicio arrastró a la protagonista de la ocasión a su casa a comer con él y Ariana. No la dejaron sola. Se excusó un segundo para ir al baño y fue cuando su padre la llamó. Su tono era seco y grave.

—Tu único deber era venir en navidad y no lo hiciste, y tampoco has aparecido por tu cumpleaños. Esperaba más de ti.

—Hola papá, yo también me alegro de oírte —ironizó—. Sí, estoy bien, ocupada. ¿Del trabajo? No me puedo quejar. Gracias por la felicitación.

—No uses el sarcasmo conmigo que sabes que no me gusta —espetó, enfadándose—. Y sí, felices veintisiete.

Su hija ablandó la voz en un intento conciliador.

—Iré a verte en cuanto pueda —mintió, recordando las palabras de Lucía sobre la cena de navidad—, es que... tengo muchos turnos.

—La familia es un derecho y una obligación. Siempre te lo repito, pero no aprendes. Tu abuelo era estricto, tienes suerte de que...

Empezó con el discurso conocido para la muchacha. Desconectó, saliendo del lavabo. La novia del subinspector, al ver su cara, decidió sacar el postre que no habían comido y ofrecerle azúcar para aliviarla. Enrique colgó instantes más tarde, excusándose en lo atareado que estaba al ser comisario.

Insistió en regresar andando para despejar su mente. El paseo la llevaría treinta minutos. Quería cambiarse y dormir. Se despidió de sus amigos prometiendo avisar cuando llegase.

Las rejas de la entrada estaban abiertas, no tuvo que utilizar llave. Pasó al recibidor, tropezando con un objeto en el suelo. Eran unas flores cuidadosamente colocadas. Diez rosas rojas, olorosas y maravillosas. Intrigada, leyó la nota naranja doblada que había en una esquina. "Para la señora Davis, sentir no poder estar. Mucho cariño. Abrazos, Alina".

Se le humedecieron los ojos. Había pasado sus últimos años viendo a la rusa de forma constante. Siempre la traía detalles en ese día especial.

Unos pasos detrás de ella la alertaron. Seguía en el pasillo. La luz de la luna se colaba por el marco. La joven limpió su rostro con la manga del uniforme y se giró con su regalo entre los brazos para observar a un hombre alto y fuerte que se bajó la capucha de la sudadera. Aiden suspiró al realizar el gesto. Se escanearon mutuamente, notando uno el ramo enorme y la otra la extraña vestimenta informal de su jefe. Jamás lo había visto con ropa que no fuese de traje. Tenía las deportivas llenas de barro. Gala estaba tan descolocada que no supo reaccionar.

La NovataWhere stories live. Discover now