Capítulo 28/2

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28/2. Una inesperada sorpresa 

🏁Christian 🏁

En lugar de moverme me quedé recostado sobre mi asiento, completamente empalmado por un par de besos y absorto en ella que caminaba moviéndose con toda la gracia femenina de la que era dueña a pesar de la prisa. En cuanto las puertas estuvieron abiertas la seguí ansioso por continuar con lo que dejamos a medias. Justo a mitad del camino me di cuenta de que Nala probablemente retrasaría mis planes. La perra llorona estaba emitiendo sus quejidos fastidiosos con los que manipulaba a Abril.

—Nala, cállate —le ordené en cuanto crucé la puerta principal.

—Toma, es agua fresca. En un rato bajo a verte —le dijo inclinada al lado del tazón y frente a Nala.

Le lanzó un beso y se puso de pie para caminar directo hacia las escaleras que subió, pese a que Nala ladró en protesta. En cuanto se dio cuenta de que no tenía la intención de volver la perra volteó para buscarme.

—Abril vendrá a verte después... ¡No! —agregué ante su clara intención de acercarse.

Se quedó quieta ante el tono fuerte que usé para evitar que me saltara encima, pasé a su lado sin prestarle más atención, ansioso por alcanzar a Abril a la que escuchaba a lo lejos abriendo una puerta. En medio de la oscuridad que predominaba en la segunda planta observé la tenue luz del cielo iluminado que venía de la terraza, guiándome por ella llegué hasta su cuarto, en donde encontré a Aby frente al tocador quitándose los aretes.

Cerré la puerta después de entrar, para prevenir que Nala hiciera algo para interrumpirnos. El sonido provocó que Abril se sobresaltara, pude verlo pese a la oscuridad que nos rodeaba.

—¿Le estabas hablando a Nala?

—No. Ven acá.

—Te escuché —afirmó cuando estuvo frente a mí. Sin perder tiempo la tomé de la cintura para acabar con el breve espacio que nos separaba—. Le dijiste algo de mí.

Mi atención no estaba puesta en sus palabras, sino en su cuerpo pegado al mío, y en su respiración aún agitada que chocó con mi cara cuando me acerqué de golpe. Aby separó los labios dándome acceso a un beso que desbordó ansias. El largo suspiro que dejó escapar tras mordisquearme fue una clara señal de rendición, que había aprendido a reconocer. Experimentábamos la misma urgencia de quitarnos la ropa, el calor de sus manos en mi espalda arrastrando mi camisa lo evidenció.

Mis manos se movieron con menos delicadeza que las de ella. Le desnudé de forma brusca con el sonido de sus constantes jadeos presente en mi cabeza y una urgencia palpable. La respuesta de Abril a cada beso o caricia me generaba una satisfacción abrumadora, que aumentaba el calor en el que ardía por su culpa. Probablemente, todo el tiempo que esperé por tenerla desnuda pegada a mí, era la razón por la que me afectaba tanto su receptividad. Alguna vez le rogué por lo que estaba recibiendo en ese instante, en el que se mostraba tan desesperada como yo.

Fuimos momentosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora