Capítulo: I

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Ok, no pasa nada, no hay motivos para estar nerviosa Mariale, solamente es un discurso, o sea, eres la mejor graduada y necesitas dar un maldito discurso en frente de todo el instituto pero, no hay problema en eso.

Mis manos sudan y mi charla de autoayuda no sirve de mucho. Busco entre la multitud a mi padre, me prometió que estaría aquí, y como es costumbre, una promesa más que no cumple. Respiro con dificultad y trato de calmarme. Sé que no es la hora ni el lugar para hacer una postura de yoga pero, lo necesito. Justo cuando estaba a punto de hacer la postura del balasana...

— Mariale, ¿estás lista? — la directora me habla.

Asiento varias veces pero no, no estoy lista. De todos modos no hay nada que pueda hacer al respecto, el hecho de que sea una persona completamente carente de seguridad, no significa que luego de haber estudiado por casi un mes mi discurso vaya a salir tan mal. A quien quiero engañar, va a ser un fiasco, lo puedo imaginar.

— María Alejandra Escobar.

Cuando escucho mi nombre ser anunciado por los altavoces, sé que llegó el momento. Camino con mis tacones de punta fina de Chanel, regalo de mi padre, como siempre pagando su ausencia con obsequios caros; alzo mi largo vestido de cóctel mientras subo los 4 escalones que me llevan al escenario. Camino hacia el lado izquierdo donde se encuentra el micrófono. Solo miro al suelo, si miro al frente o a los espectadores podría desmayarme y mi idea con este discurso es dejar un recuerdo lindo e inolvidable en mis compañeros, y ese recuerdo no será precisamente cómo Mariale cae inconsciente por los nervios en medio de un escenario.

Cuando estoy frente al micrófono, miro al frente, rápidamente distingo a Daniel, mi mejor amigo, entre la multitud. Está en la segunda fila y su iphone está listo para grabarme. Le sonrío porque trae sobre su cabeza la corona que compramos a juego pero me rehusé a usar para subir a dar mi oratoria. "Perras graduadas" muy linda la frase que dice en las coronas ¿no creen? El sonido de una garganta me recuerda que, ya es la hora. Respiro hondo y, comienzo a leer. Todos me observan con atención y el pulgar arriba de mi amigo me da un poco de confianza. Dejo de un lado el papel y comienzo a hablar sin necesidad de guiarme. En realidad soy una buena comunicadora, solo que, me da cierta vergüenza hacerlo frente a muchas personas. En el discurso recuerdo los años por los que transitamos en esta preparatoria, los buenos y no tan buenos momentos, los lazos que se han formado y las grandes amistades que nos llevaremos para siempre. En ese momento a mi mente llega la primera vez que conocí a Daniel

Acababa de comenzar primer año de preparatoria y yo estaba escondida en el cuarto de limpieza llorando porque mi padre no pudo venir como lo hicieron las padres normales. (Ok, ya pueden ver que es costumbre esto de que jamás esté presente). Cuando pude calmarme y decidí salir de mi escondite que, segura estaba que en cualquier otro momento volvería a usar, mi cuerpo choca con el de alguien. Ambos caemos al suelo, era Daniel, estaba huyendo de unos chicos de último año que se burlaban de él por ser gay.

— Ayúdame. — me suplicó.

No sabía que hacer así qué, solo me dejé llevar por mi instinto en ese momento.

Lo defendí, yo, una chica delgada de metro sesenta y cinco se enfrentó a cuatro chicos atléticos e intimidantes. Primeramente se burlaron de mi pero, como les dije, soy buena con las palabras, los hice sentir tan mal que, terminaron pidiendo perdón a Daniel, y desde ese momento, hasta lo defendían y siempre que nos veían nos saludaban. Daniel y yo nos hicimos grandes amigos, cada día más, hasta que ahora llegamos al punto en que somos hermanos de distinta sangre. Mi amigo ahí donde lo ven, en segundo año fue nombrado subcapitán del equipo de porristas. Si, fuimos el primer instituto con un equipo de porristas inclusivo en el estado y eso es un logro del cual obviamente debía mencionar en mi discurso.

Las dos caras de la seducción Where stories live. Discover now