Llevo horas pensando en cómo salir de aquí. No he dormido, mi mente solo crea pensamientos en espeiral que me dan mareo y un agudo dolor que ignoro. Siento que han pasado días, pero no tengo la certeza de cuántos hayan sido. No hay noticias de mis amigas, no he vuelto a ver a Rodrigo, ni siquiera una presencia humana, no he tenido contacto con nadie. Una bandeja de comida y agua parece en mi puerta una vez al día, pero nadie habla, nadie se asegura si estoy bien.
Estoy débil, quiero tomar un baño y dormir en una buena cama, quiero también dejarse pensar y no tener soluciones, hacer preguntas y no encontrar respuestas. Miro a mi alrededor y esta pequeña habitación parece una celda, solo una cama, un sillón y un retrete, nada más, o bueno, mis penas y lamentos que se las han tragado estas paredes a lo largo de estos días.
Un ruido capta mi atención, mi cuerpo se pone en alerta y me intento refugiar pegándome a la pared mientras sostengo mi débil cuerpo. La puerta se abre y mis ojos poco a poco se alzan y lo ven. Su mirada es calante e imponente, su semblante es serio, siempre parece estar enfadado, molesto con todos.
— Ponte de pie. — habla fuerte. No respondo, solo me abrazo más. — Te estoy hablando niña.
— No soy sorda. — decido hablar. — Pero no haré caso a tus palabras.
Se ríe irónicamente y se acerca. Quiero salir huyendo pero no tengo un sitio a donde hacerlo. Sus grandes manos me agarran y me obligan a levantarme. Quiero gritar pero no tengo fuerzas, estoy tan agotada que casi no puedo luchar.
— Déjame — suplico al borde del llanto.
— Aprende de una vez que aquí se hace lo que yo diga María Alejandra. — me habla mientras me penetra con su mirada y aprieta sus dientes. — Deja de querer desafiarme, mocosa.
— Suéltame. — mi voz sale en susurros mientras le imploro que me deje ir.
Me suelta y caigo al suelo, jadeo por el impacto y automáticamente comienzo a llorar. Hay silencio, solo mis gemidos y llanto, mi respiración entrecortada mientras mis pulmones implorando por oxigeno amenazan con colapsar. Mis manos tiemblan, mi vista es borrosa a ratos y en ocasiones se vuelve oscura por completo, mi pecho se acelera y siento que puede detenerse en cualquier momento sin avisar. Conozco esta sensación, está ocurriendo una vez más.
— ¿Qué sucede contigo? — disimula muy bien la alarma de su voz.
— Yo, nece... necesito mis pastillas. — abrieto mi pecho.
— ¿Pastillas?
— Si... si. — no tengo aire, se está yendo del todo.
— ¡María Alejandra! — grita, pero es tarde, ya todo se volvió negro.
♡♡♡♡♡♡♡♡♡
— Está despertando. — escucho la voz de Jade mientras intento abrir los ojos.
— ¿Mariale? — es Daniel quien agarra una de mis manos ahora.
— Tengo sed. — es lo primero que digo.
— ¡Gracias a dios estás bien! — Jade llora y me abraza.
Emma se acerca de inmediato con un vaso con agua y me lo entrega, sus ojos están rojos e hinchados y sus delgados dedos tiemblan mientras acaricia mi rostro retirando mi cabello que está por todos lados.
— Amiga... — me dice Emma con emotiva voz.
— Moría por verlas. — digo con un puchero. — Estaba muriendo por no tener noticias suyas. Perdóneme chicas, se los suplico.
ESTÁS LEYENDO
Las dos caras de la seducción
Teen FictionMi padre ha muerto, Philippe ha venido a informarme pero, no es la única mala noticia que trae. - Debes huir del país Mariale, vendrán por ti. ¿Quiénes vendrán por mi? ¿por qué tengo que huir, como si se me acusara de algo? Estoy asustada y no me gu...