Tras su gran estatura y sus
anchos hombros, Song MinGi escondía un corazón vulnerable.
Por eso siempre había evitado a las mujeres.
Aún que no podía dejar de pensar en su vecina.
Pues se decía, que ella era demasiado joven para él.
Helena tambié...
A Song Mingi no le molestaba especial mente tener qué haber ido a cenar aquella noche a casa de la señora Dubois, ni la conversación de negocios que tuvo lugar a continuación.
Lo que le molestaba, era tener a Helena sentada frente a él, observándolo con adoración.
Helena Dubois a sus diecinueve años, era una joven verdaderamente escultural; castaña, ojos color avellana, curvas marcadas, piernas larguísimas y bronceadas.
Sin embargó, Mingi era incapaz de olvidar el hecho de que apenas había dejado atrás la adolescencia, y se empeñaba en ignorarla, consiguiendo solo que Helena se volviera aún más terca en sus intentos de lograr que se fijara en ella.
Mingi era muy consiente de la considerable diferencia de edad entre los dos, ya que él tiene treinta y cuatro años, y tenía demasiadas preocupaciones como para prestar atención a lo que para él eran sólo flirteos descarados de una chiquilla.
Era él mayor de cuatro hermanos, y el único que permanecía aún soltero, con lo cual, la mayor parte de la responsabilidad del rancho familiar y el cuidado de su madre recaían sobre él.
Su vida era un cúmulo de problemas con el ganado, los peones, y las finanzas del rancho, y Helena era la gota que colmaba el vaso.
Sobre todo, ataviada con aquel vestido negro, sin manga, y con un escote que mostraba demasiado de su dorada piel y sus generosos senos.
¿Acaso a su madre no le importaba que se vistiera de esa manera?.
Mingi se preguntó si Eleonor Dubois se habría dado cuenta de lo rápido que estaba creciendo su hija.
Lo cierto era que nadie parecía tener tiempo para Helena.
Podría decirse incluso que había sido Lori, el ama de llaves de los Dubois, quien había criado a Helena.
Sus padres se habían separado hace años, y él, que era piloto comercial, se había trasladado a Francia, Provenza, mientras que Eleonor siempre estaba ocupada con su negocio de venta inmobiliaria.
En ese momento sono el teléfono, y Eleonor se excusó para ir a contestarlo, dejando a un incómodo Mingi a solas con Helena.
-¿Puedo saber por qué llevas tanto rato mirándome con esa cara de furia?- inquirió Helena frunciendo el entreceño.
Se había hecho un recogido de cabello, y le daba un aire muy maduro y sofisticado a pesar de su edad.
-Por que ese vestido es demasiado atrevido, por eso- le contestó Mingi con aspereza.
No solía ser así con los demás, pero la atracción de Helena hacia él lo irritaba, y sin percatarse la trataba con cierta brusquedad.
-Tu madre no debería comprarte cosas así-
- No me lo ha comprado -respondió Helena con una sonrisa traviesa -es suyo, se lo he tomado prestado, pero estoy segura de que ni siquiera se ha dado cuenta de que lo llevó puesto. Ya sabes lo poco que se fija en nada, solo piensa en los negocios.
-En cualquier caso, ese vestido es demasiado adulto para ti. -insistió Mingi en un tono brusco -Deberías llevar cosas más... Apropiadas para tu edad.
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