Cap. 4: El amor es como un torbellino.

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El amor es como un torbellino, vientos distintos, polos opuestos que chocan entre sí generando un gran remolino de emociones, con la fuerza para levantar una casa, para destruir un poblado, arrasa con todo a su paso, ¿Cómo imaginar que algo tan simple como un viento, como una mirada, podría convertirse en aquel monstruo que te hace dar de vueltas hasta que no sabes más ni donde estas parado?

En medio de un torbellino el oxigeno falta,  no puedes respirar, te lleva, te alza en vuelo y te proyecta  vertiginosamente contra la tierra, en el amor… te crecen alas al enamorarte, alas que se derriten ante el candente  sol  de la realidad,  cayendo estrepitosamente contra el duro y frió suelo de la soledad…

Y tal cual en un remolino, te dejas llevar, no puedes ir contra él, y sólo se detendrá cuando así este dicho que se detenga, tan estrepitoso como se genera, tan estrepitoso como va perdiendo fuerza hasta hacerse nada, una brisa de recuerdo matinal , sólo eso y nada mas…

Ya estaba todo listo, Miroku, rescatista profesional de protección civil, había preparado su viaje de Tokio a aquel pequeño poblado en la región de Fukushima, estaba nervioso de dejar su amada ciudad, toda la vida  ha sido ese chico citadino, y ahora se alejaba de su casa y sus costumbres,  de los grandes rascacielos y las brillantes luces, de su gente y demás amigos, todo por seguirlo a él, siempre a él, desde el día que conoció a Sesshoumaru no pudo hacer nada más que seguirlo, para Miroku no había más nada más  que aquel bombero valiente que conoció por azares del destino en una ceremonia pública.

Mientras revisa su equipaje no puede evitar recordar todo lo que deja atrás por ir tras Sesshoumaru, pero tan pronto recuerda la sonrisa retorcida del bombero siente cimbrar todo su ser, aun en la lejanía,  aquel magnetismo en Sesshoumaru lo atraía violentamente, demasiado enamorado para pensar egoístamente, Miroku pidió su cambio a la región de Fukushima cuando Sesshoumaru le dijo que por ordenes de mandos altos lo mandarían a poner orden allá… “¿no te gustaría ir conmigo?” tan sólo aquellas palabras fueron suficientes para que el corazón de Miroku respondiera un si desesperado, su lugar es con él, y tan sólo unos pocos días de su separación transcurridos han sido suficientes para que sus ansias por aquella droga llamada Sesshoumaru lo lleven a niveles de angustia insospechados, sufría estando lejos de él, sufría en demasía… lo  necesitaba para vivir, para respirar, para dormir tranquilo… era feliz, muy feliz tan sólo por el simple hecho de pasar tiempo a su lado…

Agitó su cabeza tratando de despejar su mente de aquellas imágenes todas empapadas con el recuerdo liquido de ese hombre que hacia vibrar en él cada fibra de  su ser,  le dolía el rostro, pues la sonrisa estúpida de tanto pensar en que hoy lo verá no se le ha borrado del rostro por mas que ha intentado hacerlo, al final tan sólo  dio un hondo suspiro…

-          ¿A dónde nos llevas amor mío? – dijo en la puerta de aquel departamento que abandonaba por seguirlo  a él, ahora se veía más grande ese departamento, ahora que no tenía más cosas en él, cerró sus ojos,  llorar sería muy tonto e infantil, negó con la cabeza y cerró sin mirar atrás… - siempre que sea contigo… - miró el reloj, apenas a tiempo para pasar por Rin para irse juntos en el helicóptero que logró conservar bajo su mando ahora en Fukushima, así que no deberían tardar en llegar, si había alguna otra pasión en la vida de Miroku además de adorar a Sesshoumaru, esa era sin duda la aviación de rescate, en la cual estaba más que certificado…

Mientras tanto en el hospital Sesshoumaru había vuelto dentro al notar la llegada de Naraku con un Byakuya ensangrentado en brazos, llegó a la sala de espera para ver la escena…

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