II MARKO

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__ __ 20__, 08:00 Bethlehem, Pensilvania, EEUU.

—¡Marko, levántate y baja ya! El desayuno se va a enfriar y tu padre está esperándote en el garaje, no le hagas esperar.

—¡Oh, no! Me he vuelto a quedar dormido. No puede ser... ¡Hoy no! —refunfuña un joven adolescente entre las sábanas en la cama de su habitación.

Apenas tiene dieciséis años, pero ya es todo un hombrecito. Una abundante melena negra oculta un hermoso y fino rostro, sus ojos oscuros resplandecen a la luz del sol que entra por el resquicio de una ventana que difumina de luces y sombras la estancia.

De un ágil quiebro se levanta a toda prisa, deslizando un cuerpo delgado y musculado que denota la práctica de ejercicio físico, y se dirige con rapidez hacia la puerta del cuarto de aseo, se trastabilla enredado en la sábana y hace un esfuerzo para mantener el equilibrio. Alcanza el baño, se enjuaga la cara, se cepilla los dientes, despeja su flequillo y se mira desafiante al espejo.

—¡Vamos chaval, hoy es tu gran día! Hoy tocaremos el cielo... —se dice entre una sonrisa cómplice.

—¿Qué dices Marko? —Retoma la voz de la madre que le llama desde la planta baja—. No te escucho.

—Nada, mamá.

—Está bien, pero no olvides cepillarte los dientes.

—No, mamá. ¿Por qué todos los días me dices lo mismo si sabes que siempre me los limpio?

—Es que me gusta escucharte protestar y saber que estás levantado. Venga, ven, baja.

El joven observa su cuerpo desnudo y hace unas poses frente al espejo para recrearse.

—¡Vamos chaval! Que no estás nada mal, eres un quesito que las vuelves locas a todas.

Sale a toda prisa del baño para darse de bruces con su habitación.

Toda la estancia está revuelta, algunos posters medio descolgados de las paredes de sus superhéroes favoritos, recuerdos que perduran de una infancia casi superada; las puertas del armario abiertas, la ropa amontonada esparcida por todos los lugares, y un montón de objetos, viejos muñecos y trofeos en las estanterías, instrumentos de música, libros y apuntes en hojas sueltas se amontonan por el suelo y en una mesa con un ordenador y una pantalla apagados.

«Madre mía que desorden. Algún día tendré que recogerlo todo y tirar lo que ya no me sirve... Ya soy mayor y si algún día viene alguna chica a mi cuarto, no estaría bien que viera esta pocilga», piensa entre sonrisas con cierta ironía.

Cursa el décimo grado y en un par de años ingresará a la universidad. Aunque todavía no se ha decidido, le apasionan tantas cosas, hubo un tiempo que quiso ser un famoso y rico deportista y también se imaginó presidente de su país, pero pronto desechó ambas ideas; le atraía más la investigación, la tecnología o la biología, aunque le interesaba mucho la paleontología, la historia, la psicología, incluso la sociología... siempre tan ávido de conocimiento.

Todavía no lo tiene claro, ya tendrá tiempo para decidirse. En ese momento, lo único que le preocupa es que va a ponerse para vestir. Rebuscando entre la ropa entresaca un pantalón corto de color marrón con el cinturón ya puesto y su cartera en un bolsillo y el teléfono móvil apagado en el otro.

—¡Te encontré! —Se lo enfunda mientras coge una camiseta gris con una "A" anarquista en el centro. Se pone la camiseta y con destreza ensambla en sus pies unas chanclas, para embocar sin demora hacia la puerta y salir.

—¡Marko, cariño, ponte algo de vestir que el verano ya está acabando y empieza a refrescar, que me vas siempre como un salvaje, medio desnudo!

—Está bien mamá —responde sin rechistar en tono sumiso pero sin hacerle el menor caso, y sale de la habitación bajando de dos en dos las escaleras para asomarse a la puerta de la cocina, atraído por el cóctel de olores y colores que despiertan sus sentidos.

Marko & IACWhere stories live. Discover now