XXXI Conectados

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Domingo 31 12 2023

En el exterior de la Cueva todavía es de noche, pero en el interior la actividad es frenética. Tras un ligero desayuno cada uno de los miembros del equipo se ha dirigido hacia su puesto y se prepara para una nueva jornada. La llegada del general y del capitán anuncia que pronto empezarán a desarrollar su nuevo proyecto. Marko espera sentado en la cama del quirófano, tranquilo y confiado habla con IAC.

—¡Está bien, Marko! Cuando quieras... ¿Por dónde empezamos? —reclama con voz autoritaria el general al llegar a la cabina de control.

—Lo primero que necesitamos es conectar a IAC con el exterior, si permanece aquí encerrada no podremos hacer nada. —El muchacho gira la cabeza para desplegar con su ojo biónico en el monitor central colgado sobre la pared de enfrente un mapamundi en el que se puede observar con nitidez los continentes, en otro monitor se ve el mapa de Pensilvania y en otro el de EEUU.

—¡Capitán, proceda! —avisa el de mayor rango.

Anthony se dirige hacia el elevador y coge el intercomunicador que los mantiene en contacto con Natalia que ya se encuentra preparada en la habitación de comunicaciones de la casa, a su orden, la mayor conecta el cable que comunica a las torres informáticas que alimentan a IAC con su ordenador y de este a la red de Internet. Un punto casi inapreciable de azul luminoso en un lugar del mapa no muy lejos de Bethlehem. Todos miran con curiosidad y suma atención hacia ese minúsculo punto que marca el lugar en el que se encuentran, de igual manera se muestra en el resto de monitores.

—Estoy fuera —avisa IAC.

—Pues expándete en todas direcciones hasta ocupar todo el continente —indica Marko.

La mancha azul luminosa se va ampliando en los mapas a medida que IAC va conectándose con los ordenadores que encuentra a su paso, aunque los usuarios no pueden detectarlo, la IA va utilizando la memoria de los dispositivos que ocupa para expandirse cada vez a mayor rapidez; ni siquiera los ordenadores de organismos oficiales ni aquellos que utilizan potentes cortafuegos y antivirus pueden detenerla. A través del wifi de los módems se acopla igualmente en todos los dispositivos tecnológicos inalámbricos.

En apenas unos minutos, todo el estado de Pensilvania ya se ilumina mientras comienza a iluminarse algunas zonas de Nueva Jersey, Nueva York, y Washington DC. Nada parece detenerle, ni siquiera las más sofisticadas medidas de seguridad que tienen los organismos oficiales de la capital estadounidense, tampoco la bolsa de la capital económica del planeta.

Todos en la cueva miran absortos, conteniendo la respiración, hacia los monitores, viendo como la mancha se va expandiendo hacia el oeste del continente, Canadá por Montreal y Toronto y la Costa Este pasando por Virginia, Carolina del Norte y del Sur hasta Florida.

—De esta no nos libramos de un consejo de guerra, general —rompe el silencio Anthony asombrado por la rápida y fácil expansión que IAC está llevando a cabo.

—Aunque me fusilen, capitán —responde el militar de mayor rango con una sonrisa nerviosa—, por nada me privaría de este espectáculo. Nosotros estamos escribiendo una nueva página de la Historia de la humanidad. Seremos recordados como héroes.

—O como los más terribles villanos, pero ya ¿qué más da?

El mapa del norte de América ya luce completo de azul, nada se ha resistido a la vertiginosa instalación en los sistemas operativos de todo el territorio desplegado. La Casa Blanca, la ONU, el Pentágono, la Nasa y desde ella, en un efecto cascada, los cerca de once mil satélites que orbitan la Tierra sin distinción de los países o corporaciones propietarios, la Estación Espacial Internacional, tampoco los potentes ordenadores cuánticos de las compañías tecnológicas globales instaladas en la bahía de San Francisco en California, han sido capaces de percibir la latente instalación de IAC en ellos.

Marko & IACWhere stories live. Discover now