5. Estúpido Peter

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Peter notó mi mirada fija en él, alzó ligeramente una ceja y una sonrisa se deslizó en sus labios haciéndome voltear a ver en otra dirección.

—¿Y qué hay de los demás espíritus? ¿No hay alguno que tenga tu edad? —preguntó con interés.

—Hay algunos que tienen aparentemente mi edad, sin embargo, no me agradan lo suficiente —me encogí de hombros.

—Tú no eres precisamente un encanto, Jack —dijo con diversión.

Dibujé una sonrisa melancólica, hasta cierto punto sabía que mi actitud era el resultado de pasar más de trescientos años sin ser visto u escuchado por alguien.

—Supongo que perdí la capacidad de ser agradable cuando me volví invisible para el mundo —murmuré.

Peter me dedicó una mirada larga, por algunos segundos sentí que sus ojos intentaban reconfortarme.

—Hey —dijo sonriendo—, te entiendo. Yo estuve un poco solo antes de que llegaran los demás niños perdidos.

Negué con la cabeza a sabiendas de que él no había estado solo, en el fondo deseaba que Peter me confirmara que no había experimentado algo parecido a lo que yo viví.

—Tenías a Tinkerbell.

—Es cierto, pero ella podría enseñarte a ser desagradable. Cuando está molesta se vuelve malévola —dijo riendo por lo bajo.

Sonreí al escuchar su risita y negué con la cabeza, tratando de deshacerme de la sonrisa boba que se había plantado en mi cara.

—Creí que era encantadora.

Peter asintió e hizo una mueca, como si recordara algo acerca de la famosa Tinkerbell.

—Lo es, pero las chicas aman que les prestes atención y en especial las hadas.

—No lo sé —me rasqué la nuca—, yo sólo he tratado con Tooth y con algunas otras espíritus.

—¿Y qué tal, Frost?

Peter alzó una ceja sugerente, no sabía exactamente qué creía sobre mí pero la realidad era que mi contacto con las chicas siempre había sido desastroso. Mi relación con ellas era en general fría, en todo el sentido y extensión de la palabra.

—Horrible, me prestan más atención de la que deberían —confesé.

—Oh, pobrecillo —dijo sarcásticamente.

—Espera a que sea tu turno, el reino mágico suele tener a chicas determinadas —asentí con la cabeza, recordando a algunas espíritus que había tenido que rechazar—. Pueden pasar décadas intentando conquistarte.

—No en este vida, Frost —dijo y sacó un caramelo—, ya terminé con las chicas.

Sonreí a sabiendas de que ese pensamiento cambiaría cuando la adolescencia siguiera haciendo efecto en él.

—Claro, Pan. Lo que tú digas.

Miré el cielo y caí en cuenta de que ya era muy noche, debíamos comenzar a buscar a niños creyentes.

—¿Ya nos vamos o terminarás primero esos caramelos? —dije poniéndome de pie de un salto.

—Ya es suficiente, quizás podrían servir como un regalo para los creyentes que encontremos. O un soborno, lo que funcione mejor.

—Bien, si sigues comiendo terminarás con caries y no quieres a Tooth encima de ti.

—Tooth no me molesta, es amable —dijo de manera inocente.

Rodé los ojos ante el comentario, me pregunté si realmente no entendía porqué le parecía tan amable.

—Entonces cómete todo, eso le encantará —murmuré, girando sobre mis talones.

En busca de la magia (Jack Frost X Peter Pan)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora