Capítulo 9

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No podríamos decir que Leo pasó una excelente noche, de vez en cuando se levantaba con el corazón arrugado y las dudas carcomiendo su cabeza; su sueño estuvo tan interrumpido que acabó por despertarse a mediodía y porque los chicos pasaron por su casa, del resto, creo que habría pasado el día durmiendo cual oso en estado de hibernación.

Estaban en el living, viendo tv de lo más tranquilos. La madre de Leo decidió darles espacio y se fue a su habitación para hacerse latonería y pintura*. Los chicos trataron en lo posible no tocar el tema de Tiffany pues sabían que Leo debía estar con las emociones a flor de piel.

— Anthony se burla de ti -dijo Max-, pero él no sólo meó su cama con la borrachera, también vomitó todo a su alrededor.

— ¿De verdad? -rió Leo.

— ¡Miente! – se defendió Anthony-, el muy maldito me puso los dedos en agua tibia mientras yo dormía.

— ¿En serio?, pensé que ese mito era falso.

— Nada de falso -dijo Max con orgullo-, así que cuando quieras comprobarlo...

— Te lo haré a ti para que saldes tu karma.

Todos rieron menos Max que los miró con los ojos entrecerrados, amenazándolos con hacerles algo peor. En la Tv comenzaron a transmitir la peli de Como si fuera la primera vez (50 first dates) y a mitad de todo el drama Leo comenzó a reprimir las lágrimas que amenazaban con rodar por sus hermosas mejillas.

— Leo -le llamó Max con voz suave-, yo opino que deberías quedarte conmigo en vez de seguir perdiendo el tiempo con otras mujeres.

Leo sólo atinó a sonreír y omitir su comentario. El tema es que su rostro adquirió un sutil tono rojo debido a la vergüenza. Max era sumamente atractivo, de eso no había duda alguna, pero Leo era heterosexual o al menos, creía estar convencido de eso. Por su mente pasó el fugaz recuerdo del chico que intentó besarlo y sintió un vuelco en el estómago que le ocasionó un cosquilleo en el resto de su cuerpo. Se sentía extraño, por alguna razón no le desagradó el hecho, pero no se atrevía a besar a otro hombre, no era lo correcto... según él.

— Oye Leo, ya hemos visto esa película cinco mil veces, cámbiala a algo menos depresivo, por favor – se quejó Max.

— No molestes, tápate los ojos si no te gusta.

— De verdad eres masoquista.

Leo pensó en responderle, pero lo siguiente lo dejó sin respiración. Max, en su intento por hacerse con el control y así poder cambiar a un canal con una programación más decente, se resbaló del sofá y cayó estrepitosamente sobre Leo. Fue cuestión de segundos, que parecieron una eternidad. Max miró a Leo fijamente a los ojos, sintiendo que su corazón galopaba frenéticamente y Leo, por su lado, observó detalladamente cada una de las facciones de su amigo. Su cabello oscuro peinado hacia atrás, su barba al descuido cubriendo parte de su rostro de porcelana. Sus delicadas facciones y sus oscuros ojos que hacían contraste con su piel aterciopelada. La respiración de Leo se detuvo por un tercio de segundos mientras su cuerpo comenzaba a acalorarse por el contacto con Max, quien, al entrar en cuenta de lo vergonzosa que era la situación, recuperó su compostura y arrebató el control de las manos de Leo quien continuaba absorto en sus pensamientos. Anthony por su lado fingió demencia y se apoderó del tarro de cotufas*.

Así pasaron la tarde los tres amigos, después del incidente Max estuvo un poco distante, aunque seguía haciendo bromas de vez en cuando y Leo, aún confundido, se limitaba a sonreírle y a charlar con Anthony. Al marcharse, iban de camino a la salida del edificio cuando Anthony se plantó frente a Max, escrutándolo con la mirada.

Matiz - Realidad censuradaWhere stories live. Discover now