Capítulo 12

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Los días pasaron y llegó el tan anhelado fin de semana, al contrario de la última vez, Leo estaba más tranquilo. Asumía con la mayor calma posible el hecho de que no podía hacer nada más que esperar y ver lo que el destino le deparaba con Tiffany. Se encaminó hacia la clínica, sin siquiera molestarse en ofrecerse a pasar por ella y llevarla. No es que ya no estuviese enamorado, sino que ya no deseaba seguir aguantando sus desplantes y mal humor. Una vez que llegó, aparcó el auto y la llamó, ella le indicó que estaba en la sala de espera. Cuando subió la divisó sentada esperando su turno, antes de acercarse le envió un mensaje a Ale indicándole que estaban afuera.

— Hola, Tiff, ¿cómo estás? –preguntó mientras se sentaba a su lado.

— Bien –dijo ella sin ánimos a dar pie a alguna conversación.

Él suspiró y decidió no insistir para no hacerla enojar. Lo último que quería era exasperarla y que le diera por irse del lugar. Ya era bastante bueno que estuviese ahí para hacerse la prueba como para arruinar la situación. En ese momento recibió un mensaje de Max.

— ¿Cómo va todo?

— Estamos esperando nuestro turno.

— Pues mente positiva, en el peor de los casos, sabes que estaremos contigo.

— Lo sé, de verdad se los agradezco mucho.

— No hay nada qué agradecer, para eso estamos los amigos. Sólo no te dejes intimidar por esa linda florecilla.

— No, descuida.

Leo sonrió ante el comentario de Max. Sabía que estaba siendo sarcástico ya que eso de linda florecilla estaba sustituyendo algún otro adjetivo, pero lo dejó pasar. No podía exigirles a sus amigos que la quisieran, menos después de cómo lo ha tratado. Todos tenían algo de razón, él estaba enamorado de una chica que, al menos para él, ya no existía. Aunque no le gustaba vivir del pasado, alguna cosa disfuncional muy dentro de él seguía esperando que ella volviera a ser esa chica que estaba, o eso le daba a entender, completamente enamorada de él.

— Una vez que entreguen los resultados, ¿podrías venir tú por ellos? –preguntó ella con indiferencia.

— Sí, pero –dudó-, ¿no te interesa saber cómo está el bebé?

— Sí, pero supongo que podrás enviarme un mensaje para informarme. No es que no me importe, simplemente tengo otras cosas de qué ocuparme.

— De acuerdo –dijo él sopesando sus palabras y cayendo en cuenta lo mucho que había cambiado esa chica de la que se enamoró.

— Espero también que cumplas tu promesa –tanteó ella-, no es que debamos hacer pruebas mensuales, a los ecos puedo ir sola y prefiero que sean con mi doctor ya que para eso es el médico de la familia.

Él se limitó a asentir con la cabeza, no sabía qué comentar ya que todo parecía indicar que ella lo que menos deseaba era estar cerca de él. Emitió un tenue suspiro y ella volvió a concentrarse en su celular. Al cabo de unos minutos, la enfermera de Ale salió y les indicó que pasaran al consultorio.

— ¡Tiffany!, ¿cómo estás?, te ves muy bien –saludó Ale con entusiasmo y cortesía.

— Gracias, terminemos con esto por favor, tengo que hacer unas diligencias hoy.

— De acuerdo, mi enfermera me asistirá con el proceso.

Tiffany asintió dándole su consentimiento y procedieron a tomar algunas muestras de sangre, se rehusó a realizarse el eco de rutina pues dijo que del control se encargaba su médico de cabecera. Ale no insistió y cuando terminaron, Leo la acompañó hasta la entrada de la clínica. Una vez que esta se alejó, él se devolvió corriendo al consultorio. Ale lo estaba esperando.

Matiz - Realidad censuradaWhere stories live. Discover now