capítulo 10

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Casa Limone se erguía en un maravilloso paisaje de bosques y colinas en la Toscana. Era una joya del Renacimiento con gruesos muros y una torre, aunque su interior estaba decorado en el estilo más contemporáneo.
La casa estaba situada al final de un largo sendero, muy aislada, rodeada
de olivares, viñedos y hermosos campos moteados de flores silvestres.
Molly se sorprendió cuando Harry admitió que era sólo una de las
casas que había comprado como inversión a lo largo de los años y que
había dejado en manos de una agencia para que la alquilara. Nunca antes le había mencionado el extenso listado de propiedades que tenía por todo el mundo. Cuando descendieron del vehículo que los había transportado desde el aeropuerto, una tensa expresión se dibujó en el rostro de Molly.
—¿La trajiste a ella aquí? ¿A Aloise? —quiso saber. Se odió por
preguntarle aquello, pero, al mismo tiempo, tenía que saberlo.
—No. Ella prefería la ciudad.
—Oh… —susurró ella. Se había dado cuenta de que era la primera vez
que Leandro le respondía una pregunta sobre Aloise. Molly decidió no perder el tiempo y entró a matar—¿Fue de verdad un matrimonio tan
perfecto?
—No —confesó él—. Los dos fuimos muy infelices —añadió, mientas
tomaba las maletas y las llevaba al interior de la casa. Entonces, cambió
abruptamente de tema—. ¿Qué fue lo último que te dijo hoy Nikolai?
—Abbey nos deseó todo lo mejor. Nikolai aún no ha tenido
oportunidad de conocerte y, además, lo hicisteis en las circunstancias
equivocadas.
—¿Qué te dijo? —insistió Harry.
—Que contigo no puedo ser yo misma. Que nunca funcionará.
—Es muy astuto…
—Tú también.
«Además de guapo, listo y de ser el hombre al que amo», añadió en
el interior de su cabeza.
—Pensé que lo era hasta que te quitaste la alianza de boda —confesó
Harry
Molly observó los hermosos rasgos del rostro de su esposo y sintió
que el corazón se aceleraba. Había temido que no volvería a estar tan
cerca de él. El futuro se había convertido en un destino aterrador. Había perdido la fe en su propio juicio. El dolor de estar sin él había teñido todo lo que pensaba y lo que sentía. En ese instante, el alivio de estar con él fue arrollador.
—¿Quieres recuperar tus anillos?
—Ya veremos cómo van las cosas…
—¿Significa eso que estoy a prueba?
—Supongo que lo estamos los dos. No quiero que rompamos después
de que nuestro hijo se haya acostumbrado a tenernos cerca. Por lo tanto, si no podemos solucionar las cosas, sería mejor que nos separáramos
antes de que él naciera.
Harry se quedó atónito al ver la firmeza del tono de su voz.
Evidentemente, ella había considerado el asunto con detenimiento. Se inclinó sobre ella y colocó las manos a ambos lados de la cabeza de ella, aprisionándola.
—Te aseguro que lucharé hasta la muerte para conseguir que sigas a
mi lado…
—No será ningún fracaso perder esta batalla. Simplemente significará
que no estamos hechos el uno para el otro, pero que lo intentamos. No
quiero que te quedes a mi lado sólo por el niño.
—Te aseguro que no estoy aquí por eso… estoy aquí porque te deseo,
tesoro mío… —susurró él. Entonces, extendió un dedo y comenzó a
acariciarle los labios, deteniéndose en su abertura cuando éstos se
separaron—. Me he pasado una semana entera viviendo con la idea de
que tal vez no volviera a estar contigo.
—Yo también —admitió ella. Al menos estaban teniendo los mismos
pensamientos sobre su relación.
—En estos momentos, eso es en lo único en lo que puedo pensar,
pero no es lo que tú deseas de mí ahora…
—¿No?
—Por supuesto que no —susurró él—. Lo que tú quieres es charlar y
que tengamos una romántica cena y, después, tal vez ir a dar un paseo.
Molly sabía que aquel programa de contención sexual le apetecía tan
poco a él como a ella misma. Estuvo a punto de soltar una carcajada.
Evidentemente, había pensado mucho en lo que ella podría esperar de él
y, si se estaba equivocando, era porque aún no había comprendido lo que ella más deseaba de él.
—Tal vez podríamos hacer eso mañana. En estos momentos, quiero
todo tu tiempo y tu atención para mí sola… que es lo único que he
deseado siempre —musitó Molly. Entonces, levantó las manos y comenzó a desabrocharle la camisa—. Lo que ambos queremos es perfecto.
Además, sólo tenemos que agradarnos a nosotros mismos.
Harry le agarró posesivamente la larga melena de rizos negros con
una mano y le puso la otra sobre la cadera. La besó con pura y ardiente
pasión. Los eróticos movimientos de la lengua provocaron en ella una
tremenda excitación que la hizo temblar de deseo. Fue Molly quien rompió el beso para terminar de desabrocharle la camisa. Le colocó las manos completamente extendidas sobre el torso y dejó que los dedos fueran explorando los remolinos de vello que le cubrían el pecho y se iban perdiendo más abajo, por debajo del cinturón. Entonces, mortificada por
su propia ansia, le tomó la mano y comenzó a subir las escaleras.
—Tú también me deseas…
—Cállate o te devoraré aquí mismo, en las escaleras —le advirtió
Molly.
Como respuesta a esa amenaza, Harry la estrechó contra su
cuerpo y la besó con una pasión que le quitó por completo el sentido. Al
llegar al dormitorio, le quitó el vestido delante de la fresca brisa que
entraba por las ventanas abiertas. Los pájaros cantaban en los bosques de
la parte trasera de la casa. Un profundo sentimiento de felicidad brotó en ella, como si no hubiese podido creer que había vuelto con Harry hasta
aquel mismo instante.
Molly se deslizó por las frescas sábanas de lino y lo sintió a su lado,
completamente excitado. Gozó con ello. Harry le acarició los senos,
centrándose con ternura en los hinchados pezones.
—Harry, por favor…
—Confía en mí —susurró él—. Será mejor así…
Molly le ofreció las caderas, ansiando una rápida satisfacción. Incluso
antes de que él le tocara la parte más sensible de todo su cuerpo, era puro
fuego líquido, llamas de deseo ardiente e increíblemente receptivo. El sonido de los gemidos que ella emitía empujó a Harry a besarla de
nuevo, apasionadamente. Su propia impaciencia la atormentaba. Su
necesidad era más intensa que nada de lo que hubiera conocido antes.
Harry la colocó dulcemente de costado, de espaldas a él. Entonces,
la penetró con un dulce y placentero movimiento que la hizo gritar de
sorpresa y placer. Como él había prometido, fue mucho mejor así. Su lento e insistente ritmo resultaba indescriptiblemente sensual y
extremadamente controlado. La excitación que ella sentía alcanzó alturas increíbles al tiempo que las oleadas de placer comenzaban a hacerse dueñas de su cuerpo. El clímax fue poderoso. Los ojos se le llenaron de lágrimas por la maravillosa intensidad del gozo experimentado. Sin
embargo, nada podía haber sido más precioso para ella que el momento
en el que Harry lanzó un gruñido de éxtasis y se vertió dentro de ella.
La estrechó con fuerza contra su cuerpo y apretó la boca contra el dulce hombro, al tiempo que musitaba palabras incomprensibles en español.
En aquel momento, en el pináculo de la felicidad, ella reconoció lo
fiero y elemental que era el deseo de ambos por volver a hacer el amor.
Necesitaban redescubrir y compartir esa intimidad otra vez después de su
separación, por muy breve que ésta hubiera sido.
Harry le colocó los dedos sobre el vientre justo en el momento en
el que el bebé daba una fuerte patada.
—¿Ha sido nuestro hijo? —preguntó, atónito.
—Así es…
—Te he apuntado a la consulta de un ginecólogo local durante
nuestra estancia —dijo él sin apartar la mano.
—Eso no era necesario —replicó ella, aunque le gustaba que se
hubiera preocupado de tomar tal precaución.
—A mí me parece que sí, tesoro mío. Por si acaso necesitas ver a un
médico mientras estemos aquí. Por cierto, la próxima vez que vayas a
hacerte una ecografía, yo te acompañaré. Siempre he querido hacerlo, pero creía que mí presencia te resultaría una intromisión. Además, tú jamás mostraste deseo alguno de que yo te acompañara.
Molly comprendió que él se había sentido excluido de una situación
que no conocía. Se acercó a él y le tocó la boca con sus propios labios.
—Yo di por sentado que sabrías que yo querría que vinieras conmigo
para apoyarme, pero no dije nada al respeto porque no quería que te
sintieras obligado. Sabía lo ocupado que estabas.
—Un hombre jamás está demasiado ocupado para su familia y, si lo
está, no se merece tener una. Mi padre murió cuando yo tenía cinco años y casi no me acuerdo de él. El año siguiente, me mandaron a un
internado.
—Es una edad muy temprana para que alejen a un niño de su casa.
—Yo también lo creo. De hecho, no creo que deba enviar a mi hijo a
un internado. Estoy dispuesto a romper la tradición.
A la mañana fueron a visitar al ginecólogo que habían recomendado a Harry .El médico hizo una ecografía y Molly disfrutó con la fascinación
que mostró Harry con las imágenes y las preguntas que hizo. Sintió un
profundo amor cuando él mostró su preocupación en el momento en el
que el médico sugirió que el niño naciera por cesárea porque era
demasiado grande y Molly muy menuda.
—¿Estás segura de que a los bebés les gustan tanto los colores
fuertes? —preguntó Harry mientras observaba la colcha multicolor para
la cuna y parpadeaba exageradamente.
—Según todas las investigaciones, sí.
—Lo de los colores no es lo mío, corazón —admitió Harry mientras
regresaban al coche. La tarde era tan cálida que decidió cambiar de
opinión y la hizo sentarse a la sombra en la terraza de un café—. Siéntate.
Estás muy cansada.
Ella sonrió. Estaba muy cansada, sí, pero de estar embarazada. De
arrastrar un peso tan enorme de tropezarse con sus propios pies. Sin
embargo, se sentía feliz.
Harry pidió en perfecto italiano el helado favorito de Molly y una
copa de vino para él. Se habían sentado en aquella terraza en muchas
ocasiones porque estaba muy cerca de su casa.
La estancia de cuatro semanas en la Toscana le había enseñado a
Molly a que podía relajarse cuando estaba con Harry. A él se le daba
muy bien cuidar de ella y prever todas sus necesidades. Como siempre, trataba de evitar que el amor que sentía hacia él se le notara en los ojos
cuando lo miraba. Desde el principio, se había esforzado mucho por
mantener las cosas sin sobresaltos. Desde el principio, él había sido
sincero cuando le dijo que no podía darle su amor. Estaba decidida a que
Harry no se sintiera incómodo para no arriesgarse a destruir lo que
había entre ellos. Era feliz con lo que tenía en aquellos momentos con
Harry.  Además, lo había hecho oficial. La noche anterior, había vuelto a
ponerse los anillos que se había quitado el día en el que se marchó de
España. Notó que él le miraba la mano constantemente, como si le
gustara vérselos puestos.
A lo largo de aquel mes, Molly había conseguido deshacerse de todos
sus temores y se había permitido ser feliz. La sombra de Aloise se había
evaporado y ya no podía atormentarla. Aunque hubiera sido el amor de la vida de Harry,  su matrimonio no había funcionado y Molly ya no sentía
envidia hacia ella. Sin embargo, seguía teniendo curiosidad. Iba a hablarle a Harry sobre las cajas de píldoras anticonceptivas que había
encontrado en el vestidor, pero se sentía tan feliz que no quería que nada pudiera estropearlo.
Había tenido una magnífica luna de miel seis meses después de
casarse en la maravillosa Italia. Jamás olvidaría Casa Limone. Recordaría
eternamente el aroma de los limones del huerto porque, en una ocasión,
hicieron el amor allí. Del mismo modo, el sabor del chocolate le recordaría su embarazo. Lo deseaba casi tanto como deseaba a Leandro, que no sabía lo que era una noche entera durmiendo. El no tardó en confesarle que el libro que había estado leyendo le había aconsejado mal, dado que sugería que el interés de una mujer por el sexo diminuía a medida que el embarazo avanzaba.
Molly apoyó el rostro sobre una mano y admiró a su guapo marido
con profunda apreciación. Era tan atractivo que sentía constantes deseos
de besarlo, de tocarlo y de acariciarlo. Le parecía que era completamente
normal, dado que no podía creerse la suerte que había tenido y necesitaba
comprobar constantemente que él era suyo.
—¿Estás pensando en que mañana vamos a volver a España? Tu
familia se va a alojar con nosotros este fin de semana —le recordó él.
Molly sonrió. Sabía que a él le preocupaba que no quisiera volver al
castillo, pero no era así. Al contrario. Estaba deseando regresar. Estaba
segura de que todo sería muy diferente en aquella ocasión. Después de todo, doña María ya no vivía allí. Por fin, la casa de su esposo sería
también suya.
—Me muero de ganas volver a ver a Ophelia —dijo ella.
—Pero si las dos siempre estáis hablando por teléfono…
—Tú vas a volver a trabajar pasado mañana —susurró ella, muy
apenada. Sabía que debían recuperar la vida normal, pero le asustaba. Le
encantaba tener a Harry cerca de ella todo el tiempo.
—Te prometo que no trabajaré tantas horas como antes y que
tampoco viajaré durante algún tiempo. Además, te llamaré por lo menos dos veces al día. Para mí, es muy importante que seas feliz.
Como Harry parecía estar tomándose tan en serio su matrimonio,
Molly no podía evitar preguntarse qué era lo que había fallado en el
primero. Aquella noche, cenaron en un pequeño restaurante en el que ya
habían estado antes. Durante el trayecto de vuelta a casa, ella le pidió que le hablara de Aloise.
—Era todo para todo el mundo. Su familia la tenía idealizada. Sus
colegas la admiraban. Yo la consideraba una buena amiga. Nuestras familias comenzaron a presionarnos para que estuviéramos juntos cuando teníamos veintitantos años. Hasta aquel momento, yo había disfrutado de mi libertad y di por sentado que ella también. Podríamos habernos negado, pero nuestro matrimonio parecía tener sentido. Yo creía que ella quería las mismas cosas de la vida que yo.
—¿Consideraste el matrimonio como una unión práctica?
—Pensé que Aloise pensaba lo mismo. Ella tampoco estaba
enamorada, pero era muy femenina y, naturalmente, a mí me parecía muy
atractiva. Después de la boda, nuestra amistad pareció desvanecerse. Yo
no sabía lo que pasaba y ella insistía en que no pasaba nada.
Entraron en la casa. Rápidamente, Molly encendió las luces.
—¿Qué pasó el día del accidente?
—Lo que voy a contarte debe seguir siendo un secreto por el bien de
la familia de Aloise. Ella no quería que ellos lo supieran. Yo le pregunté por
qué me trataba como si yo fuera su enemigo —prosiguió, tras una
pequeña pausa—. Entonces, por fin me contó la verdad. Yo me enfadé
mucho con ella…
—¿Qué le dijiste?
—La acusé de engañarme y de arruinar las vidas de los dos porque
ella quería que siguiéramos viviendo una mentira y… Dios mío… Yo quería
escapar de todo eso…
—No comprendo. ¿Cuál era la verdad?
Harry lanzó una dura carcajada.
—Era lesbiana. En el momento en el que lo admitió, no pude comprender cómo no me había dado cuenta. Ella se sentía atrapada en nuestra vida. Nuestro matrimonio era un desastre, pero ella estaba dispuesta a sacrificarlo todo por guardar su secreto. En el momento en el
que ella más necesitaba mi comprensión y mi apoyo, yo le di la espalda.
Por eso ella salió huyendo, se metió en el coche y terminó estrellándose y
matándose en la carretera.
Molly se quedó atónita. Extendió las manos y agarró con fuerza las de
Harry.
—Es normal que sintieras que ella te había estado engañando. No fue
culpa tuya que ella tuviera ese accidente, como tampoco lo fue que tu matrimonio no funcionara. Era imposible. Ella estaba muy disgustada.
Debió de ser muy desgraciada. Los dos lo fuisteis. Déjalo estar. No te
culpes de ese accidente…
Harry soltó las manos y se inclinó sobre ella para tomarla en brazos.
—Siempre eres muy considerada con mis sentimientos. Yo no sabía
que tenía tantos hasta que te conocí, corazón mío. Además, estaba el
placer erótico en estado puro de una mujer que me deseaba por mí
mismo. ¿Cómo iba a poder mantenerme alejado de ti?
—Yo no soy una mujer fuerte y tú provocas adicción —dijo ella
mientras Harry subía la escalera con ella en brazos—. ¡Yo era una chica
decente hasta que apareciste tú!
—Para mí significó mucho ser el primero. Creo que me enamoré de ti
la primera noche que nos conocimos, pero no sabía lo que me había
pasado. Aunque no estaba enamorado de ella, Aloise me hizo mucho
daño. Me esforcé mucho con ella sin conseguir nada. Contigo quería
mantener las distancias, no implicarme demasiado, pero no pude…
—¿Te enamoraste de mí?
—Perdidamente. Nunca antes había estado enamorado. Había
deseado a una mujer, sí, pero enamorarme… No conocía la diferencia.
Todo el tiempo estuve en pleno conflicto conmigo mismo. Por eso te pedí que fueras mi amante.
—Eso me dolió.
Al llegar a la habitación, la colocó sobre un enorme diván. Entonces,
se agachó delante de ella, le agarró las manos y se las besó a modo de
ferviente disculpa. Con los ojos llenos de amor, Molly le acarició
suavemente la cabeza.
—Te mereciste que me quedara embarazada. ¿Por qué te tomaste la
molestia de decirme que no me podías dar amor cuando me pediste que
me casara contigo?
—No sabía que pudiera darlo. El amor jamás ha sido mi estilo.
Durante mucho tiempo, estuve celoso de Jez.
—¿De Jez? —preguntó ella, incrédula.
—El y tú teníais unos vínculos muy fuertes que a mí me resultaban
amenazadores —admitió Harry—. De hecho, creo que conocerte ha
servido para bajarme los humos. Lo hice todo mal. No te di la boda ni la
luna de miel que deberías haber tenido…
—… ni fuiste el novio ideal. Pero eras genial en la cama después del
horario de oficina.
—Me encanta volver a casa para estar contigo.
—¡Pero si llegabas tarde todas las noches!
—Me obligaba a disimular para, de ese modo, no perder el control.
Odio perder el control.
—Pues a mí me gusta cuando lo pierdes —susurró Molly—. ¡Vaya! Aún
no te he contado lo de las píldoras anticonceptivas que encontré en el
vestidor el día en el que me marché de casa.
Harry se quedó atónito. Inmediatamente, se dio cuenta de que sólo pudieron haber pertenecido a Aloise.
—No quería tener hijos conmigo…
—Supongo que, si se sentía atrapada en esa vida, un hijo la habría
atrapado aún más.
—¿Y eso qué importa ahora? —susurró él mientras le acariciaba el
vientre con un orgulloso aire de satisfacción—. De todo eso hace tanto
tiempo… Además, tú y yo estamos hechos el uno para el otro. En el
momento en el que te vi, me sentí atraído por ti.
—Yo me di cuenta de que te amaba el día en el que me marché del
castillo. Salir de allí me rompió el corazón.
—Yo tardé demasiado tiempo en darme cuenta de lo que te estaba
haciendo. Cuando te marchaste, me sentí vacío, pero ciertamente sirvió
para despertarme, mi vida. No sabía que me amabas…
—Loca, apasionadamente y para siempre —le juró Molly con fervor.
Harry se rindió por completo al brillo cálido que vio en los ojos de
ella y la besó con una pasión que la dejó completamente sin aliento.

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