Prólogo

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Me expulsaron, sí, a la gran y perfecta estudiante de cuarto año que tenía una reputación intachable. Ahora me había convertido en varias cosas que desconocía.

Empezó todo a mitad de año, cuando los primeros rumores se expandían.

Tuve una mejor amiga que no era muy querida, alguien robó su celular y expuso todos sus secretos para perjudicarla. Ella finalmente abandonó el colegio, pero sus secretos no se quedaron ahí. Siguieron divulgándose, pero ahora esos secretos me involucraban.

Fueron mis conversaciones, mis secretos, mensajes que solo compartirían dos amigas bajo completa confidencialidad. Como aquel en que le contaba mi experiencia amorosa del último año, cuando me habla con un chico muy ilusionada hasta que este resultó ser novio de Ashley, mi amiga.

No lo sabía en el momento en que le hablaba, pero a nadie pareció importarle así que simplemente me juzgaban. Ashley intentó comprenderme al igual que el grupo al que pertenecía, pero entonces más secretos se filtraron.

Más rumores salieron a la luz.

Como el rumor de este año, cuando terminé con mi último novio por haberlo engañado al besarme con mi mejor amigo.

Me había convertido en la clase de chica que nadie quería de amiga y que se involucraba con todo aquel que se le cruzara.

Y el punto en que todo esto terminó por sentenciarme, fue cuando descubrí a la culpable de todos mis problemas, la persona que había divulgado todas esas conversaciones mías y que, por ende, había robado el celular de mi amiga.

La vi sospechosamente en los casilleros cuando no había mucha gente alrededor. No sé cuál había sido su intención entonces, pero cuando ella volteó con el celular en las manos y chocó conmigo, este terminó en el suelo. Ambas nos miramos, ella aterrada, yo muy confundida.

-¿Acaso ese es...? -Dejé la pregunta en el aire, dar una acusación tan grande como si nada podía perjudicarla gravemente. Entonces, mientras ella se quedaba paralizada sin saber qué hacer, yo me agaché a recoger aquel celular que conocía. Y una vez que lo tuve en mis manos no me habían quedado más dudas. Era el celular de mi mejor amiga.

Y Marla había filtrado sus secretos, mis conversaciones.

Y no suficiente con eso, siendo incapaz de asumir la culpa, dio dos pasos hacia atrás y me señaló.

-¡Fuiste tú! -Gritó-, ¡Tú robaste el celular de Gina!

Tuve ganas de asesinarla ahí mismo.

-¿Pero qué dices? -Extendí el celular apuntándola, pero fue entonces cuando comprendí la razón de aquel grito.

Los pocos estudiantes a nuestro alrededor comenzaron a acercarse. Todos sabían lo que había pasado con Gina, mi amiga, y todas las cosas que se habían filtrado por su celular robado.

Y Marla, sin ningún descaro, me culpaba de todo ese daño. Para el resto fue fácil asumir que esa era la verdad absoluta, después de todo el celular estaba en mis manos, yo fui amiga de Gina, yo fui quien se había besado con el chico que le gustaba y quien ya había traicionado a otra de sus amigas más cercanas.

Pero en ese momento no iba a pensar con la cabeza fría.

-¿Estás demente? -Le pregunté a la vez en que me lanzaba contra ella.

Tenía muchas razones para hacerlo, para odiarla, para querer golpearla hasta cansarme. Había sido su culpa que mi nombre se ensuciara, había sido su culpa que mi amiga sufriera, había sido su culpa que ahora todos pensaran que yo había sido la ladrona y traidora.

Pero en el momento en que mis manos tiraron de su cabello, este se desprendió por completo de su cráneo y no hubo una explicación lógica que pudiera entender en ese momento. Ella no tenía cabello debajo de la presunta peluca que ahora estaba en mis manos.

Podía sentir la mirada expectante de los demás sobre nuestra escena. Seguro todos estaban igual de confundidos que yo, pero por alguna razón, nadie tenía la intención de burlarse de ella.

Dos días después, llegó confesando el mayor de sus secretos, que le habían diagnosticado cáncer hace menos de un año, que se encontraba en tratamiento, pero que por ahora no volvería a clases por estar muy avergonzada.

Y si bien lo de su enfermedad era algo por lo cual lamentarse, yo solo seguí alimentando mi odio.

La directora me llamó ese mismo día, pues había llegado a sus manos un vídeo sobre aquella pelea que tuvimos en la cual yo era la única culpable, sobretodo por la parte en que la tiré del pelo y ella tuvo que exponer esa parte personal de su vida.

Aunque culparme por actuar bajo mis emociones era algo cuestionable, esa vez solo tuve que agachar la cabeza y aceptar el peso de mis actos.

Aceptar que todo había sido mi culpa.

Aceptar que había terminado de hundir mi gran reputación.

Lo que sí estuvo fuera de lugar, fue llegar al siguiente semestre de la mano de aquel sujeto del primer rumor, el ex novio de la que fue mi amiga.

Fue algo como darle la razón a todos esos sujetos que hablaban de mí.

Sí, yo fui la que robó el celular de Gina y expuso su privacidad.

Sí, yo fui la que se metió en la relación de su amiga y le robó al novio.

Sí, yo fui la que engañó a su último novio con su mejor amigo.

Sí, yo fui la que humilló publicamente a una enferma terminal.

Sí, yo tengo una mala reputación.

...

Holi, estamos de vuelta con la historia de Camila Veles y su mala reputación, espero disfruten la lectura :))

Gran reputaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora